Sólo Rato conoce su destino

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

30 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

Una mañana del pasado mes de marzo, Rodrigo Rato aceptó una entrevista para la televisión en su amplio despacho del Fondo Monetario Internacional. Resultó enormemente interesante, por el personaje y porque desde aquella atalaya se divisa toda la economía mundial. Fuera de cámara, al despedirnos, le pregunté cuando volvería a España. Respondió que él venía a España cada mes, a lo que pude replicar: «No me refiero a volver de visita, claro». Respondió, entonces con menos evasivas, que estaba muy bien en Washington, salvo por lo mal que funcionan los teléfonos móviles y los aviones y que en España estaba todo crispado como nunca. Y concluyó así: «Tú ya me entiendes». Sinceramente, no entendimos nada, salvo algo muy importante: que había algo que entender, aunque no fuéramos capaces de percibirlo en aquel momento. Su vuelta, relacionada con aquella frase, confirma que su proyecto tiene más de tres meses de vida y que con su decisión le ha venido a decir a España, desde el Gobierno a su partido, desde la economía a los electores: «Vosotros ya entendéis porque he vuelto». De nuevo podría decirse aquí que no le entendemos, salvo que comprendemos que va hacia algún sitio. Pero, hoy por hoy, la verdad es que sólo Rodrigo Rato conoce su propio destino. No improvisó la respuesta en marzo, ni su decisión ahora. No se abandona uno de los puestos de mayor relevancia mundial, con rango de jefe de Estado, por ir a ver lo que sale. Su decisión ha provocado distintas sensaciones, algunas no confesadas. Por ejemplo: la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega la respeta personalmente, pero lamenta que España pierda un puesto relevante pudiendo mantenerlo. Es cierto. El Gobierno Zapatero se esforzó en que Rato consiguiera el puesto que ahora, a mitad de mandato, abandona. Pero no dijo la vicepresidenta que a un caballo político de raza como Rato, prefiere Zapatero tenerlo en Washington que en Madrid. Subidón en el PP En el PP, el anuncio ha producido un gran subidón y Acebes ha corrido a decir que sería el número dos electoral perfecto para Rajoy . Es una forma de cerrarle el paso a ese puesto a Ruiz Gallardón . ¿Cree de verdad Acebes que Rato ha vuelto ilusionado en ser el número dos de Rajoy? ¿Le ilusiona negociar o debatir con Diego López Garrido , Jordi Sevilla o Rubalcaba más que recibir a jefes de Estado de todo el mundo, como gestor de la globalización en un momento tan decisivo en el planeta? ha sido la más sincera al celebrar su vuelta y expresar públicamente que confía en que cumpla lo de no volver a la política. Tiene razones íntimas para decir eso: si Rato vuelve, ahogaría sus propias aspiraciones de suceder a Rajoy. Y las de Ruiz Gallardón, que guarda silencio sepulcral sobre la resurrección del profeta. El más tranquilo, Mariano, aunque Mariano hubiera estado tranquilo también en el Vietnam de los años 60. Y el más pragmático, Pepe Blanco . Rajoy tiene su hoja de ruta clara y la vuelta de Rato no la modifica. Será candidato contra Zapatero. Si gana gobernará cuatro, ocho o hasta doce años, aunque sólo Felipe González superó esa marca hasta ahora. Y si pierde, pondrá el intermitente para dejarse adelantar, aunque sólo por uno, no por varios, porque puede seguir siendo presidente del PP aunque no candidato. Tanto le da que sea Rato como cualquier otro. El destino lo tiene escrito, aunque con esa decisiva bifurcación. A ocho meses de las elecciones, Rajoy va embalado hacia su destino sin otros pasos a nivel de por medio. Solo Rato conoce su destino y su idea del camino para alcanzarlo. Pero no se olvide lo que nos confió un buen amigo suyo que preside una gran empresa privatizada: «Rodrigo, por encima del FMI, quiere ser presidente del Gobierno de España. A eso ha dedicado su vida y es lo que más desea en este mundo». Puede ser que no lo consiga, porque cuando estaba mejor situado que nadie, Aznar se lo impidió. Pero está claro que no vuelve para ir a los toros, ni para presidir la Unicef.