Una carrera política marcada por ETA

ESPAÑA

Vinculado políticamente a Aznar, tuvo que reacomodarse en Europa tras perder la carrera por la sucesión con Rajoy

22 may 2009 . Actualizado a las 02:19 h.

Sede de UCD en Zumárraga (Guipúzcoa), 1977. Jaime Mayor Oreja, su tío Marcelino Oreja y otros cuatro jóvenes fundadores del partido de Adolfo Suárez en el País Vasco posan para una fotografía. Dos años más tarde solo quedaban vivos los dos primeros. ETA había eliminado a los demás. Esa imagen en blanco y negro de aquellos años de plomo es la que mejor explica una amplia trayectoria política marcada por un gran objetivo y una comprensible obsesión, acabar con la banda terrorista.

Nacido en San Sebastián hace 57 años, aquel muchacho que estudió en los Marianistas, ingeniero agrónomo de profesión, al que han llamado desde don Tranquilo a Tristón, desarrolló su carrera política en el País Vasco, desde su ingreso en Unión de Centro Democrático (UCD) en 1977, hasta su nombramiento como ministro del Interior en 1996, cargo que desempeñó hasta el 2001, año en el que volvió a su tierra para tratar de ser el primer lendakari no nacionalista.

Cuando lo hizo era el ministro mejor valorado de Aznar y el preferido por los votantes del Partido Popular para sucederle. No logró desbancar a Ibarretxe constituyendo un frente españolista junto al socialista Nicolás Redondo Terreros ni ser el delfín presidencial, lo que lo condujo al Parlamento Europeo.

Con el tiempo, Mayor Oreja se ha convertido en un político que despierta adhesiones inquebrantables, pero también rechazos totales. Sus partidarios lo consideran el artífice de la política de lucha frontal contra ETA para derrotarla policialmente. De hecho, calificó como tregua trampa la que permitió que su Gobierno entablara conversaciones con los terroristas, de las que se distanció lo más posible. Sus simpatizantes también valoran su combate ideológico sin concesiones contra el nacionalismo vasco.

Sus detractores, por otra parte, lo consideran un intransigente y le recuerdan que Patxi López ha logrado lo que él no pudo utilizando una estrategia opuesta.

Mayor es un político que no se muerde la lengua. En octubre del 2007 se negó a condenar el franquismo en una entrevista concedida a este diario, porque «representaba a un sector muy amplio de españoles» y «hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad». Incluso aseguró que en el País Vasco había una «situación de extraordinaria placidez». Recientemente se ha enorgullecido de que su bisabuelo prohibiese hablar el euskera en su casa.

Aznarista confeso y de profundas convicciones católicas, Mayor Oreja salió en defensa de María San Gil cuando esta decidió irse a casa por discrepancias con Rajoy, al que nunca ha respaldado a fondo.