«Son como la Gestapo, me han dicho que si no pongo los carteles en catalán me multarán con 6.000 euros»
ESPAÑA
«Actúan como la Gestapo, vienen primero en secreto a hacer una inspección, no te dicen nada, y después te envían la carta». Evaristo Foxo se refiere a la «policía lingüística» de la Generalitat, que le ha abierto un expediente para multarlo por no rotular en catalán en su comercio de «productos gallegos de alta calidad».
«Teníamos carteles en gallego anunciando las empanadas y otros productos y dijeron que teníamos que ponerlos también en catalán», explica este comerciante gallego. «Me han apercibido de que si no pongo todos los carteles del escaparate y del mostrador en catalán me impondrán una multa de 6.000 euros». Ya ha cumplido el plazo que le dieron, pero como está haciendo obras y aún no ha retirado los andamios le han dado una prórroga hasta que acaben.
«Voy a esperar al lunes, a ver quién gana las elecciones, porque si CiU no logra la mayoría absoluta y tiene que pactar con el PP esto se termina», señala. Está muy enfadado con el tripartito y dice que va a votar a Alicia Sánchez-Camacho, al igual que su mujer y su hijo, y que «antes lo haría por Blas Piñar que a estos», es decir, a los que han practicado esta política de sanciones lingüísticas. «Pero si Mas saca mayoría absoluta, mucho peor todavía», vaticina. De hecho, ya ha anunciado que mantendrá las multas si gobierna. «En el País Vasco hacían lo mismo, pero cuando los socialistas pactaron con el PP eso se terminó».
«Yo no trago por ahí»
Ha decidido dejar el nombre comercial de la tienda en catalán «Hipergalicia -«esto no se puede traducir»- l'Hospitalet» y quitar «Productos gallegos de calidad», que aún figura en el exterior. No le importa, porque su establecimiento lo conoce todo el mundo en la zona.
«Yo no trago por ahí, en mi negocio puedo poner el letrero que a mí me dé la gana, para eso pago mis impuestos», afirma visiblemente contrariado. «Estoy dispuesto a ir los tribunales si me multan, no me voy a callar», añade. Seguiría la senda iniciada por otros multados. «La inmersión lingüística es negativa, tanto obligar a hablar catalán que muchos se rebotan, porque todo lo que sea obligatorio, por la fuerza, imposición, es negativo», concluye.
Natural de Romeor do Caurel (Lugo), llegó a Barcelona hace 28 años. Ahora tiene 63 y es propietario de dos tiendas en Hospitalet, la que corre el riesgo de acarrearle la sanción, otra de ibéricos y una tercera en la Meridiana, también de productos gallegos, con un total de 11 empleados a su cargo. Asegura que ha logrado salir adelante gracias a trabajar 15 horas diarias. Dice que la crisis se nota muchísimo, ya que a estas alturas no le han hecho un solo pedido para las Navidades, cuando otros años por estas fechas ya le había pedido lacones, solomillos, carne gallega, productos que trae semanalmente desde Galicia en un tráiler. «Se nos avecina un mes terrible», se lamenta. «Tengo muchos clientes catalanes que vienen buscando pulpo, pan gallego, empanadas», afirma.
Después de tantos años de vivir en Barcelona y de atender sus dos tiendas en Hospitalet es el primer contratiempo de este tipo que ha sufrido. «Nunca he tenido ningún problema de convivencia por ser gallego con los catalanes, es la política la que lo provoca». «En todas mis tiendas los empleados hablan catalán correctamente», afirma.