«Tenemos que rebajar nuestra presencia en el Líbano». El pasado 3 de abril, en una reunión en Roma con su homólogo italiano, el ministro de Defensa, Pedro Morenés, planteó la reducción «consensuada» del contingente español en ese país de Oriente Medio, compuesto por unas 1.100 personas. En un contexto de fuertes recortes presupuestarios, que también afectan a las misiones en el exterior, Morenés puso sobre la mesa uno de los retos de su departamento para reducir el gasto de esta operación, que ascendió a 196,4 millones de euros en el 2011.
Tres semanas después de aquel anuncio ya comienza a vislumbrarse el calendario de salida del Líbano, una misión de la ONU aprobada en el 2006 tras la invasión de Israel y la posterior guerra con las milicias chiíes de Hezbolá.
Por el momento, el Estado Mayor de la Defensa, encargado del entramado operativo de las misiones, prevé que la retirada no sea drástica, a diferencia de lo que ocurrió en Kosovo en el 2009.
El propio Morenés mencionó en Roma que la salida se haría de forma pactada con los aliados, Italia y Francia, principales contribuyentes de la operación y que también han anunciado sendos recortes de medios. Por lo tanto, sobre el papel, se prevé una reducción progresiva que podría comenzar el próximo junio, coincidiendo con la inminente rotación del contingente español destacado en el Líbano. La otra opción es aplazarla a finales de año, cuando se haga un nuevo despliegue. A la espera de hacer números, la idea más factible consistiría en reducir entre un 15 y un 20 % el número de militares en una primera fase. Esto supondría la retirada de 200 de los 1.100 que están destacados ahora en Marjayún y Naqura, al sur del país.