La santiaguesa que cambió un piso en el casco histórico por una casa pasiva en San Caetano: «El consumo energético baja al mínimo, no tenemos calefacción»

VIVIR SANTIAGO

Natalia Gómez, que reside junto a su marido y su bebé en el lugar de Rebordaos, en Compostela, muestra cómo es la vida en una casa construida bajo los estándares «passivhaus». En su hogar no hace falta abrir las ventanas para estar siempre ventilado
09 mar 2025 . Actualizado a las 10:51 h.La eficiencia energética marca, desde hace años, las construcciones y rehabilitaciones, también en Santiago, donde aumenta el catálogo de viviendas construidas bajo los estándares passivhaus, o casa pasiva, un modelo que reduce al mínimo el consumo y busca aprovechar al máximo la energía natural, en base a requisitos como un aislamiento térmico continuo, ventanas de altas prestaciones, ventilación controlada con recuperación de calor, la ausencia de puentes térmicos —zonas donde se interrumpe la superficie aislante— o una cuidada estanqueidad al aire. «Nosotros empezamos a vivir en esta casa en mayo del 2024. Ya pasamos aquí las cuatro estaciones y, tanto en invierno como en verano, es notorio el bienestar», explica Natalia Gómez, la compostelana de 38 años que decidió, junto a su marido, Fidel Suárez, natural de Tordoia, dejar el piso del casco histórico compostelano donde vivían y construirse una vivienda pasiva en el lugar de Rebordaos, en la parroquia santiaguesa de San Caetano.
«Yo crecí desde niña en la rúa Algalia de Arriba. Nunca había pensado en mudarme de la zona vieja, pero en los últimos años, la apertura de una vivienda turística en el edificio, con gente llegando a todas horas; el aumento de ruidos general en esas calles; o la dificultad de pasar con el coche hasta el piso cuando lo necesitabas, nos hizo plantearnos dejarlo. Buscamos otro piso por el centro, pero los precios eran prohibitivos. Al final, hablamos con nuestro arquitecto, César García, y, tras conseguir esta parcela de Rebordaos, nos convencimos de apostar en ella por construir una casa pasiva», aclara la santiaguesa sobre una obra que llevó adelante el estudio ELÓ__d_Arquitectura, un despacho con origen en Vedra y sede en Santiago y que en los últimos años ya fue noticia por un hotel pasivo en madera y corcho edificado en el concello de O Pino y por una casa en Vedra, recién terminada y construida con hormigón de cáñamo.
«Eu estou moi comprometido coa bioconstrución e a eficiencia enerxética. No caso da vivenda de Rebordaos tiven claro o de apostar de novo por unha vivenda pasiva. A pesar do tamaño da parcela e da súa limitación en canto a edificabilidade —os metros construídos non chegaron aos 200—, a vivenda podíase pegar a un dos lindes e orientala cara ao sol, algo importante neste tipo de construción. Coincidía, ademais, que desta forma se lle daban tamén as costas á estrada ao mesmo tempo que se abre a casa ás vistas, cara a unha bonita área rural na que non se pode edificar», detalla el arquitecto. «A casa érguese como con dúas fachadas contrapostas, diferentes, cumprindo cadansúa función. Unha, orientada ao norte, de formigón ciclópeo, é máis robusta e cega, para facer fronte á climatoloxía e gañar en intimidade. A outra, orientada ao sur e a esa fermosa panorámica, é de formigón armado visto», explica el arquitecto César García, satisfecho tanto por el resultado como por la experiencia, ya de casi un año, de sus moradores.
«A pesar de que, de media, construir una vivienda passivhaus cuesta un 10 % más que una vivienda tradicional, no dudamos mucho. Priorizamos el menor gasto energético futuro que nos iba a suponer, teniendo en cuenta, además, que cuando nos embarcamos en el proyecto, iniciado en septiembre del 2022, ya había empezado la guerra en Ucrania, con la inestabilidad geopolítica y energética. También pesó en la decisión un compromiso medioambiental; ser coherentes con una forma de vida», razona Natalia Gómez, aclarando que en la casa, cuya construcción no se demoró, viven junto a su bebé y dos animales, un perro y un gato.
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«Lo prioritario en la vivienda es un sistema de ventilación con recuperador de aire, que funciona 24 horas, y que proporciona aire fresco de forma eficiente, permitiendo la recirculación del aire interior y que el fresco entre en la casa mientras se extrae el contaminado. Esa máquina elimina la condensación, la suciedad, los olores y la humedad, que nunca notamos. Puede sorprender, pero en la zona donde tenemos el sistema, si colgamos la ropa del bebé por la noche, horas después ya está seca», detalla Natalia sobre una vivienda pasiva basada en la hermeticidad, la estanqueidad y la ventilación.
«Hay gente a la que le extraña que en una casa pasiva no sea necesario abrir las ventanas para ventilar, pero es así. Sin tener que abrirlas, está siempre muy bien ventilada», explica, ahondando en una de las características de la vivienda que más le satisface.
«Dentro de ella, la temperatura, ya sea invierno o verano, es constante. De media solemos estar a 21,5 grados. Nunca tienes al levantarte con esa sensación helada de la madrugada. Nuestro bebé anda siempre descalzo por ella… Esta zona de San Caetano puede llegar a ser muy fría, pero, aún así, la menor temperatura a la que estuvimos fue a 19,9 grados, habiendo en el exterior tres grados negativos. El sistema de recuperador de aire lo tenemos funcionando de forma automática. Si se pone manual se puede hacer que baje o suba a mayores tres grados, dependiendo de la necesidad y de la estación del año. Sin embargo, eso conlleva un gasto económico mayor. En nuestro caso, y como nos daba respeto quedarnos sin ningún tipo de aporte extra, optamos por tener un sistema de climatización que aporta calor o frío extra en los días en los que se necesita, que en nuestro caso este año fueron aislados. Si, por ejemplo, la temperatura baja de 20 grados, lo encendemos y, en diez minutos, volvemos a estar a 22 grados», explica Natalia, ahondando en el ahorro en el gasto energético que les supuso apostar por una vivienda pasiva.
«El consumo baja al mínimo. Nosotros no tenemos calefacción. Si sumamos el coste del acumulador de agua, del sistema de recuperador de aire, de la vitrocerámica, del horno eléctrico y hasta de la máquina de la piscina, creo que nunca pasamos de los 100 euros de gasto al mes», defiende, aclarando que su vivienda cuenta con una certificación energética Triple A.
«Para lograr, por su parte, la certificación de que la vivienda cumplía con los estándares de passivhaus vinieron unos aparejadores a hacer pruebas de estanqueidad, confirmando que no hay ninguna entrada de aire desde el exterior y probando que es hermética. En nuestro caso, por ejemplo, la campana extractora no puede estar conectada tampoco con el exterior», aclara, señalando, además, que poco a poco incorporan nuevas medidas que ahondan en la filosofía pasiva. «Incorporamos unos estores para mitigar el sobrecalentamiento en los meses de verano», apunta, mostrándose feliz por la decisión tomada de cambio de tipo de residencia.
«La mayor inversión inicial ya se vio recompensada para nosotros, más allá de por el menor gasto energético, por la salubridad interior. Yo valoro mucho vivir 24 horas en un aire limpio y saludable, sin polvo ni ácaros, algo fundamental teniendo además un niño pequeño», acentúa.