¿A qué edad empezamos a envejecer?: «A los 45 y a los 70 años se acelera el deterioro»

VIDA SALUDABLE

Los expertos explican que no todos los tejidos van perdiendo funcionalidad a la misma velocidad
09 mar 2025 . Actualizado a las 16:05 h.¿Cuáles son las primeras señales del envejecimiento? Más allá de las arrugas, las canas u otros signos a nivel interno, como las famosas resacas que se extienden más allá de 24 horas a partir de cierta edad, este proceso inevitable que se desencadena con el paso de los años se caracteriza por la pérdida progresiva de las funciones del organismo.
Aunque sus causas aún no se comprenden del todo, la ciencia ha identificado ciertos cambios celulares y moleculares que lo acompañan. «Hay cambios en el ADN, se acortan los telómeros en los cromosomas, hay cambios en las proteínas y daño a la mitocondria que producen una acumulación de lo que podríamos llamar basura molecular. Estos cambios ocurren con la edad, pero hay factores que pueden acelerarlos o demorarlos», explica el biólogo molecular Antonio Ayala, catedrático de Bioquímica y Biología Molecilar Universidad de Sevilla y miembro de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (Semal).
Cuatro edades
Definir un momento a partir del cual empezamos a ser considerados 'viejos' no es tarea sencilla. Hay que tener en cuenta que existen diferentes formas de medir la edad de una persona. «Tenemos la edad cronológica, que está determinada por el año en el que nacemos, pero que no dice nada acerca de si uno está envejeciendo más rápido o más lento. Dentro del mismo grupo de edad hay personas que mantienen mejor sus funciones y envejecen más lentamente de lo que consideremos normal. De aquí surge el concepto de la edad biológica, que hace alusión a ese grado de funcionalidad. Hay una gran variabilidad en esta edad biológica», detalla Ayala.
A estos dos conceptos se suman la edad subjetiva, que es la que cada individuo siente que tiene, y la edad percibida, que es la que otras personas podrían pensar que uno tiene. «Hay mucha bibliografía que indica que sentirse con menos edad de la que se tiene aporta una ventaja desde el punto de vista de la salud. Por ejemplo, se ha visto que quien se siente más joven tiene más cantidad de materia gris en el cerebro y sufre menor deterioro relacionado con la edad. Esto pone de manifiesto que los buenos hábitos retrasan ese deterioro», observa Ayala en este sentido.
El umbral de la vejez
Para clasificar a los individuos dentro del grupo de personas mayores, se pueden seguir diferentes criterios. Según la Organización Mundial de la Salud, una persona se considera de edad avanzada si tiene 60 años o más. No es casual que la edad de jubilación esté dentro de esa década en la mayoría de los países.
«Otra manera objetiva de considerar la edad cronológica que tiene una persona a la hora de clasificarla como vieja sería que tenga 15 años menos que la esperanza de vida de un determinado país. Esta es una clasificación que se utiliza en ciertos contextos, pero que no dice nada de la funcionalidad de la persona a esa edad», señala el biólogo molecular.
En definitiva, clasificar a una persona como mayor o no mayor tiene más utilidad a nivel epidemiológico que individual. «La edad biológica sería un parámetro más útil para explicarle a alguien que está envejeciendo aceleradamente y cómo frenar este proceso cuidándose», explica Ayala.
En este sentido, se pueden observar signos y cambios que sufre el organismo y que son los primeros indicios de este paso del tiempo. «Si una persona empieza a tener a los 35 o 40 años un colesterol alto, ya sabe que va a poder tener problemas cardiovasculares futuros. El riesgo de determinadas enfermedades va aumentando con la edad», detalla el experto.
Signos y señales
El envejecimiento no es lineal. Los estudios más recientes describen un proceso de cambios repentinos. «Hay dos edades en las que se ve un salto importante. A los 45 y a los 70 años se ha visto que se aceleran estos cambios desde un punto de vista molecular», explica Manuel Collado, investigador del CSIC en el Laboratiorio de Senescencia Celular, Cáncer y Envejecimiento del Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (Cimus), en la Universidad de Santiago de Compostela.
Con todo, los cambios comienzan incluso mucho antes de soplar esas velas. Collado señala que «no envejecemos al mismo ritmo en todos nuestros órganos y tejidos. Hay funciones que se deterioran más rápidamente que otras, o más en unas personas que otras». Los últimos estudios en este campo han detectado ciertas proteínas que podrían funcionar como marcadores de envejecimiento o 'relojes moleculares'.
«Hubo un estudio muy interesante en el que se analizó la presencia de ciertos montones de proteínas en la sangre y, sabiendo que muchas de esas proteínas proceden del pulmón, otras proceden del sistema nervioso, otras proceden del músculo, se intentó establecer una correlación entre la presencia de esas proteínas y el envejecimiento de cada uno de esos órganos. Aquellas personas que tenían en sangre unos marcadores proteicos que hablaban de un deterioro o una aceleración del envejecimiento neuronal, al cabo de 5-10 años desarrollaron enfermedades neuronales. Esto viene a confirmar algo que también sabemos, y es que el envejecimiento es el principal factor de riesgo que determina el desarrollo de todo tipo de enfermedades», explica el investigador.
Los primeros signos del paso del tiempo comienzan a verse en torno a los 30 años, cuando se inicia la pérdida progresiva de masa muscular y ósea que caracteriza la composición corporal de las personas mayores. Las líneas de expresión, marcas que con el tiempo se convertirán en arrugas, pueden empezar a aparecer también a comienzos de la treintena, debido a la disminución del colágeno en la piel.
A los 40 se inician una serie de cambios en el tejido de los ojos. El cristalino se endurece y la reacción de las pupilas se vuelve más lenta. Son los comienzos de la presbicia, una pérdida gradual de la capacidad de enfocar objetos cercanos, sobre todo a menos de 60 centímetros.
Más adelante, en torno a los 50, se empieza a observar un cambio en el metabolismo. «Con la edad disminuye el gasto energético en reposo, en relación con cambios en la composición corporal, a lo que se suma una disminución del gasto energético dependiente de la actividad física que suele ocurrir con el paso del tiempo. Por lo tanto, se ganará peso, sobre todo si mantenemos la misma ingesta y la misma o menor actividad física», detallan desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (Seen).
A partir de los 60, el sistema inmunitario pierde cierta capacidad, lo que se conoce como inmunosenescencia. «Dicho proceso afecta a todos los elementos de la respuesta inmunitaria, alterando la defensa frente a infecciones, así como el desarrollo de memoria inmunológica asociada a la vacunación», explica un estudio publicado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (Segg).
Así, aumenta la susceptibilidad a infecciones y es más probable que se reactiven aquellas que hemos tenido por virus latentes. Todo esto favorece el desarrollo de diversas patologías, como el cáncer o algunas enfermedades autoinmunes. La inflamación crónica en las personas mayores, una respuesta inmunitaria conocida con el término anglosajón 'inflammaging', actúa como acelerador de muchas patologías crónicas asociadas al envejecimiento, como las enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas.
Protección frente al envejecimiento
Los daños que provoca el paso del tiempo no son fáciles de predecir ni de frenar. Aunque algunos hábitos son claramente beneficiosos y se han asociado a una mejora en la calidad de vida durante la etapa final de la vejez, está claro que, como señala Collado, «el envejecimiento es multifactorial y hay montones de elementos complejos que intervienen, por lo que es difícil dar con algo que actuando sobre esto no provoque problemas secundarios».
Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, muchos mecanismos de muerte y recambio celular impiden que las células se multipliquen formando estructuras tumorales. Revertir ciertos procesos podría incrementar riesgos en otros aspectos. Por eso, para vivir mejor en los últimos años de la vida, Collado retoma las recomendaciones más básicas. «Están las cosas que todos conocemos y que casi nadie hace, como comer moderadamente y sano, hacer ejercicio físico, tener un periodo de descanso y de sueño adecuado y mantener unas relaciones personales activas y dinámicas», propone.
En cuanto a protocolos para retrasar el envejecimiento, Collado explica que se está investigando acerca de «la restricción calórica, porque reducir la ingesta de calorías está muy demostrado en diversos organismos y modelos que conduce a un mejor período de vida avanzada. En vez de someternos a un proceso que aparte de ser desagradable puede ser peligroso, como reducir calorías de manera espontánea no es muy recomendable, a lo mejor podemos dar con una vía farmacológica de incentivar o emular el beneficio que eso tiene sin el prejuicio que pueda tener asociado».
También se están desarrollando estudios en torno a la regeneración celular. «Esto comenzó en el 2006 cuando un científico japonés, Shinya Yamanaka, descubrió que podemos tomar cualquier célula del organismo que está en adulta y está especializada en ser una cosa concreta, podemos simplemente añadirle tres o cuatro genes y, si lo hacemos de manera controlada, limitada, conduce al rejuvenecimiento de la célula. Esto se ha podido hacer incluso en un organismo, en ratones de laboratorio. Y con ello se han conseguido que los ratones vivan mucho más tiempo. Pero creo que todavía falta mucho para poder emplearlo en terapias en personas», explica el investigador del Cimus.