Su receta «trabajar más y cobrar menos» fue su mayor aportación intelectual a la búsqueda de soluciones a la crisis
03 dic 2012 . Actualizado a las 21:42 h.«Yo no habría elegido Air Comet para viajar a ningún sitio». Gerardo Díaz Ferrán pronunció esta frase lapidaria el 23 de diciembre de 2009, dos días después de que la quiebra descontrolada de su propia aerolínea desatara el desmoronamiento del emporio que había levantado junto a su socio, Gonzalo Pascual. Toda una confesión que retrató al entonces presidente de CEOE y dueño de Viajes Marsans, que prefirió humillar así a los miles de viajeros a los que había dejado colgados en vísperas de Navidad antes que reconocer que su gestión había sido un desastre.
Díaz Ferrán (Madrid, 1942) realizó ese día una encendida defensa de su trabajo y del resto de directivos de Air Comet, al tiempo que arremetió contra la crisis, los jueces y la banca por no concederle créditos. De su lista de responsables no salvó ni a sus 6.500 víctimas, culpables de haber comprado billetes de Air Comet y que pasaron la Nochebuena tirados por las terminales de España y América. El desbarajuste había dejado también en la calle a los 650 empleados de la compañía de bajo coste. Pero él salía a la palestra para decir que, si hubiera tenido que volar, habría buscado una opción más segura.
El hundimiento había empezado, pero el patrón de patronos se resistía a aceptarlo. Todavía se sentía fuerte porque, pese a todos sus problemas, contaba con el respaldo de CEOE.
Con el país sumido en la primera recesión de esta crisis, desde el altavoz de la patronal Díaz Ferrán se permitía el lujo de influir en la política nacional y de aparecer como un actor clave en el diálogo social. De ese período son sus presiones al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para que abaratase el despido y aplicase rebajas generales de sueldos. Díaz Ferrán resistiría aún un año al frente de la patronal. En ese período sufrió otros dos fuertes reveses. La administración intervino su compañía Seguros Mercurio y después la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) despojó a Viajes Marsans de su licencia para vender billetes de avión, lo que derivaría en su quiebra.
El presidente de la patronal asistía abrumado y cada vez más debilitado a este proceso. Mientras, la entonces ministra de Economía, Elena Salgado, prefería evitar cualquier ensañamiento e ignoraba sus fracasos para no dañar el diálogo social. Estaba en juego la negociación abierta con CEOE y Cepyme y con los sindicatos CCOO y UGT para aprobar la reforma laboral que decretaron los socialistas en 2010.
Más por menos
El 14 de octubre de ese mismo año, Díaz Ferrán pidió a los españoles «trabajar más y ganar menos», una receta que quedaría en las hemerotecas como su gran aportación intelectual a la búsqueda de soluciones a esta crisis y que le convirtió en una figura enormemente impopular ante la opinión pública. Para esas fechas la patronal del turismo (Exceltur) ya había pedido su cese «inmediato» al frente de CEOE y su figura había empezado a tambalearse por la falta de apoyos.
El dueño de Air Comet y de Marsans siempre había gozado de una aureola de hombre hecho a sí mismo. Junto a Gonzalo Pascual, su socio durante 40 años y al que abandonó cuando comenzó el rosario de problemas judiciales y embargos, había levantado un imperio a partir de una pequeña empresa de transporte. De hecho, presumía ante quien quisiera escucharle de que sus comienzos no fueron fáciles cuando, allá por 1968, empezó a trabajar como cobrador en el autobús de su padre.
Tras encarnar el éxito empresarial, Díaz Ferrán se había convertido a finales de 2010 en la personificación del fracaso, en una figura incómoda y en un lastre para la imagen de la patronal. «Venga, vamos a quitárnoslo de encima», decían con sorna el 22 de diciembre de ese año los miembros de la asamblea de CEOE que votaron su relevo por Joan Rosell. Su detención, este lunes, cierra la crónica de su naufragio.