Cataluña y España, de novela negra

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

15 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El día siguiente de la Diada, el Premio Internacional de Novela Negra reunió en la sede de RBA en Barcelona a periodistas, escritores y políticos. El anfitrión, Ricardo Rodrigo, podría ser solicitado por Mas y Rajoy para que organizara más eventos a ver si en su casa se fraguan acuerdos para solucionar un problema histórico que va a peor, peligrosamente acelerado en los últimos años y que puede terminar como una auténtica novela negra.

«Eso de la agresión de los energúmenos en la librería Blanquerna el 11 de septiembre yo sé que es marginal; eso no representa a Madrid», nos dijo Artur Mas en ese encuentro, empeñado en destacar que en Cataluña se movilizó un millón de personas sin un incidente. Y concede: «Energúmenos hay en todas partes; aquí también y los hemos sufrido Montilla que esta ahí, yo y todos». Buen comienzo de conversación.

El ambiente favorece el diálogo franco y se recogen opiniones de gran preocupación por la deriva que esto ha tomado, como expresa Luis del Olmo. Quejas de todos por la falta de respuesta de Madrid y moderación relativa al valorar el éxito de la Diada, incluso por algunos partidarios, deseosos en el fondo de que se alcance algún tipo de acuerdo. El alcalde de Barcelona, Xavier Trías, un personaje muy interesante aunque poco influyente en la política catalana, advierte de que «quizás hace dos años o tres valía con la concesión del concierto económico, pero ahora me temo que sea tarde». Joan Herrera, líder de Iniciativa, piensa lo mismo. Lo teme también Jordi Cornet, el único militante confeso del PP en la multitudinaria reunión, ahora delegado del Gobierno en la Zona Franca de Barcelona.

Los distinguidos invitados representan mayoritariamente la centralidad política perdida que estabilizó Cataluña durante tres décadas: una alternancia en el poder y una mayoría de fondo que respetuosamente sumaban socialistas y convergentes. Pero los socialistas se desplomaron, aunque Pere Navarro, su nuevo líder, esté encontrando un cierto rumbo al admitir una consulta popular para defender el «no» a la independencia. Y los convergentes, aunque siguen ganando elecciones, pierden fuerza y está cada vez más divididos.

Pujol no ha venido porque está en París hablando con periodistas. No se atreve a pronosticar si habrá referendo el año que viene, como quiere Esquerra Republicana y niega Mariano Rajoy, que solo hablará de financiación. «En España, ahora todo funciona mal -dice Pujol-, la Justicia, la política y la economía. Curiosamente lo que funciona mejor es el Ejército». Tampoco está Duran i Lleida, cada vez más hostigado dentro de Cataluña por los independentistas, pero figura políticamente en alza porque habla claro. Duran, tras la Diada, llama a «no dividir a los catalanes entre buenos y malos, según apoyen o no la independencia». Se refiere a la fractura social seria que empieza a producirse en pueblos, trabajos, pandillas y familias. División entre los que salieron a la carretera en la Diada y la «Cataluña silenciosa» de la que ya advirtiera la líder del PP Alicia Sánchez Camacho, que sufre también, como en su día Josep Piqué, de una popularidad ácida en Cataluña y una desconfianza creciente entre sus correligionarios inmovilistas en Madrid.

En la puerta de salida de la reunión, el expresidente Montilla sentencia: «Rajoy y Mas, conociéndolos, no hablaron de nada, ni pactaron nada». A la vista de la carta que Rajoy le remitirá a Mas, debe tener razón. Nos recoge un taxista, nacido en Palencia, que está escuchando las noticias en catalán. «Solo quiero saber por dónde nos quiere llevar esta gente. Pero mire, si Madrid no se mueve, esto termina mal». ¿Cómo una novela negra?