El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ofreció el pasado julio a Susana Díaz la presidencia del partido. Y ella la rechazó. Quería otro cargo representativo, a su juicio, mucho más relevante en un momento como el que hoy vive España, la presidencia del Consejo Federal, desde el que siempre se ha determinado el discurso de la formación sobre el modelo de Estado. Es lo que de verdad le interesa controlar y ayer dio muestras claras de ello. «Yo no creo en la soberanía de origen de Cataluña», advirtió durante un desayuno informativo que había despertado un enorme interés entre los suyos.
«No creo que Cataluña, voluntariamente, desde su soberanía, decidiera formar parte de España. Creo en la soberanía compartida entre todos, y me diferencio en eso de la posición que sé que algunos de mis compañeros ven con buenos ojos», remató ante una amplia representación de socialistas andaluces, pero también catalanes como Pere Navarro o Carme Chacón. El comentario no era inocuo. Cumplidos prácticamente los cien días de Pedro Sánchez como secretario general, la presidenta andaluza considera que ya puede volver a intensificar su presencia en la política nacional, porque hay cosas en la dirección del PSOE, y la respuesta al desafío catalán es una de ellas, que no terminan de dejarla satisfecha. Un ejemplo es que fue clara al respaldar la impugnación del Gobierno a la consulta alternativa planeada por Mas el 9-N. En la dirección federal solo han dicho que la «respetan» y el PSC ha dejado claro incluso que no la comparte.