El juez Ruz apura sus últimas horas en la Audiencia Nacional. Pero su despedida va a ser sonada, con la apertura del juicio del caso Gürtel. El primer paso del vía crucis que espera al PP; el último para el magistrado, que ha llegado hasta aquí a trancas y barrancas, con más zancadillas que ayuda. Y con suerte, porque a otros, como a Garzón, el caso le costó la carrera. El auto de Ruz lo recibió Rajoy en Toledo. Y quizás influido por el arrobamiento del conde de Orgaz en la tela que puede verse en la casa del Greco, el presidente optó por mirar para otro lado y callar. Como si en el banquillo no se vayan a sentar tres extesoreros del PP, así como exdiputados, exconsejeros y exalcaldes populares; o como si el partido no debiera pagar una fianza de 245.000 euros como partícipe a título lucrativo de la trama de corrupción; o como si en la misma situación no estuviera la diputada Ana Mato. ¿Tampoco ahora va a dimitir? Suerte tiene el presidente de que la Justicia sea tan lenta que el inicio del juicio se demorará más de un año, hasta mucho después de las elecciones. Así, ¿para qué cambiar? ¿Para qué reformar y agilizar la Justicia? ¿Para qué depurar responsabilidades políticas? No molesten, que el presidente está en trance.