En la segunda ciudad más turística de Cataluña, que nació en 1989 al separarse de Vilaseca, cruzan los dedos para no perder visitantes del resto de España
25 sep 2015 . Actualizado a las 08:25 h.Salou es de esos lugares privilegiados que pueden permitirse el lujo de aromatizar los días de otoño con bronceador. Costa Dorada. Las endorfinas del Mediterráneo. La adrenalina de Port Aventura. Salvo Barcelona, ningún otro ayuntamiento recibe tantos turistas en Cataluña. Cerró la temporada del 2014 con más de siete millones de pernoctaciones. Un 38 % de estos visitantes son españoles. Un 18 %, británicos. Un 15 %, rusos. Tras la brutal depreciación del rublo, el flujo de Rusia se ha reducido a casi la mitad. En el Ayuntamiento, gobernado por Convergència, dicen que el soberanismo no ha influido en las cifras de España. El PP impulsó en el 2013 una campaña con lemas como «Si no conoces Salou, no conoces España» y «Ven, te sentirás como en casa». Muchos cruzan los dedos para, pase lo que pase en las elecciones del domingo, sigan llegando visitas de otras comunidades españolas. Están ante otra montaña rusa. Y con doble tirabuzón.
Hace años los vecinos de este municipio tarraconense ya vivieron su propia secesión. «La segregación fue muy dura políticamente, pero no para los ciudadanos», cuenta Benet Presas, edil de Turismo del gobierno de Convergència. Porque este municipio nació en 1989 al separarse de Vilaseca. La Generalitat se oponía y fue el Tribunal Supremo el que falló a favor del nuevo ayuntamiento. Ironías políticas y judiciales de la vida. «Hay paralelismos con el proceso en Cataluña. Salou se fue por voluntad. Veía agravios. La biblioteca, el polideportivo... », explica Presas. Ahora Salou tiene todo eso y 26.000 habitantes de más de cien nacionalidades.
«Les fue mejor a los dos ayuntamientos así, separados. Esta calle antes era una carretera estrecha de piedras. Venía la gota fría y arrastraba todo. Un desastre. A mi suegra casi se la llevan», relata un jubilado pamplonica que veranea en Salou desde hace unos treinta años. Pero no quiere ni oír hablar de la secesión de Cataluña. «Quieren saltarse la legalidad y se están diciendo muchas mentiras. Si se separan de España, no volveré aquí nunca», asegura.
En la avenida Jaume I, un par de señoras prometen verse «en un ratico». Aquí alargan el verano muchos aragoneses, riojanos, navarros y vascos. La comunidad más numerosa y estable, la de Aragón. Ya llegaron vecinos de Barbastro (Huesca) en los años setenta, a trabajar a una empresa de Vilaseca. Hay más de 6.000 fincas registradas en Salou a nombre de aragoneses, según datos del Ayuntamiento. En algunos casos la fidelidad a Salou es directamente proporcional al «disgusto» por una posible secesión de Cataluña. Los visitantes esporádicos afrontan la cuestión con menos dramatismo, independientemente de que apoyen o no a los soberanistas. «El parque este ya es una república independiente. Claro que volvería, aunque no me guste el independentismo», dice David Rodríguez, estudiante madrileño de 19 años que pasa el día con sus amigos en Port Aventura. «¿Volver aquí? Seguramente», señalan un grupo de británicos sonriendo en una terraza ante sus cervezas. Los alemanes y los franceses no se muestran entusiasmados con la movilización soberanista, pero tampoco parece que vayan a cambiar su agenda vacacional por ello.
«Necesitamos a los clientes españoles», admiten en tiendas y bares de Salou. «Y más aún los restaurantes que tenemos más que pizza y hamburguesa», apunta una camarera. A pie de calle existe la convicción de que, si llega la independencia catalana, habrá un pataleo inicial del turista español. Pero también la esperanza de que con el tiempo la situación se normalizará. Además, ven con optimismo la apertura del parque Ferrari Land, prevista para finales del 2015, y el proyecto del complejo de casinos. Más tirabuzones para la montaña rusa.
Así lo ven
«Si al final se van de España, yo no volveré a Salou»
Paqui Dasi es valenciana y pasa unos días en Salou con su amiga Araceli Aragón, que vive también en la capital del Turia pero es de Córdoba. Llegaron en tren. Es la primera vez que visitan este municipio. Charlan animadas por el paseo, bajo el sol. Aunque la posibilidad de que Cataluña se independice borra la sonrisa de sus caras. Ellas no dudan. «Si al final se van de España, yo no volveré a Salou», asegura Paqui. «Yo no estoy de acuerdo con el separatismo. Me parecen fatal ciertas cosas que están sucediendo. Mira lo que le pasó a Mariano Rajoy en Reus... », comenta. Su acompañante asiente. «Si se separan, todo cambia», concluyen.
«Espero que continúen viniendo españoles si Cataluña se separa»
Ana García, veinte años, estudiante de Enfermería de Barcelona, posa ante una figura de inspiración oriental en Port Aventura. Ella cree que el turismo español no tiene por qué resentirse después de una hipotética independencia catalana. «Espero que sigan viniendo españoles si se separa Cataluña», dice. Y confía en que ese flujo se facilite por el hecho de que no se establezcan fronteras. Para eso también espera que Cataluña sea un Estado miembro de la Unión Europea. Aunque también apunta que «hay muchos turistas de otros países» que pueden servir de colchón a la zona de Salou si desciende el número de españoles.
«Si siguen en la Unión Europea, creo que el turismo no se resentirá»
Magali Mayuri es peruana. Trabajó durante un tiempo en Madrid y ahora vive en Francia. En su mano, el mapa del parque de Port Aventura para buscar la siguiente atracción con su familia. Ella considera que la independencia de Cataluña puede tener ventajas y desventajas económicas para las dos partes. Señala que la clave es que Cataluña consiga ser un país miembro de la UE, tanto para mantener las cifras del turismo como para otras cuestiones. «Si los catalanes siguen en la Unión Europea, creo que el turismo no se resentirá, porque eso permitirá que bastantes cosas continúen funcionando casi igual», sostiene.