Un preso asegura que El Rubio le confesó haber matado a Yéremi Vargas

AGENCIAS LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

ESPAÑA

Elvira Urquijo A. | EFE

Esta afirmación se habría producido en el marco de la ronda de declaraciones a testigos que se está llevando en los juzgados de San Bartolomé de Tirajana, en Gran Canaria

21 dic 2016 . Actualizado a las 12:29 h.

Un compañero de celda de Antonio Ortega, el detenido como principal sospechoso de la desaparición de Yéremi Vargas, ha afirmado que el hombre, conocido como «El Rubio», le dijo que el niño echó a correr, se dio un golpe en la cabeza y tuvo que «desaparecerlo».

Esta afirmación se habría producido en el marco de la ronda de declaraciones a testigos que se está llevando en los juzgados de San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria), según publican este miércoles los periódicos locales y recoge Europa Press.

Según el relato del preso, tras conocer la sentencia que le condenaba por el secuestro y violación de otro menor en el 2012, El Rubio se mostró nervioso en la celda negando ser el autor de este caso.

En ese momento, el compañero le preguntó por Yéremi. «Me dijo que se le fue de las manos, que el niño había echado a correr, que había intentado agarrarlo y que, al darse un golpe en la cabeza, había tenido que desaparecerlo», habría manifestado el que era compañero de celda hasta hace unos días.

Es la primera vez que un preso reconoce que Antonio Ortega le confesó ser el autor directo de la desaparición de Yéremi, mientras que antes, otro preso declaró que El Rubio le dijo que el niño no había sufrido y que había echado la culpa a un conocido.

Ojeda se convirtió hace meses en el principal sospechoso del posible homicidio del pequeño Vargas, por una serie de indicios que lo sitúan en el mismo lugar donde se perdió su rastro el 10 de marzo del 2007 y por varios comentarios que había hecho en la prisión de Algeciras, alardeando de saber lo que pasó.

Sin embargo, El Rubio nunca ha admitido hasta ahora ser el responsable de lo que le pasó al niño. 

La familia de Yéremi, «hecha pedazos» al conocer la posible confesión de Ojeda

El abuelo de Yéremi Vargas, José Suárez, ha afirmado hoy que su familia está «hecha pizcos (pedazos)» tras conocer que el sospechoso de la desaparición del niño, Antonio Ojeda, «El Rubio», presuntamente ha confesado a un compañero de celda en la cárcel de Juan Grande que lo mató.

Suárez y su familia solo esperan ahora que el investigado por la desaparición de su nieto, ocurrida cuando jugaba en un solar junto a su casa de Vecindario, en Gran Canaria, diga «dónde metió» el cuerpo del niño para poder descansar y «no esté tirado por ahí como un perro, sino como un cristiano».

«La Justicia nuestra es que diga dónde está el niño», ha clamado su abuelo, quien ha dicho que a su familia no le basta con que Ojeda sea condenado, si no se aclara dónde está el cuerpo de Yéremi.

Suárez ha señalado, además, que cree que «ese desgraciado le pegó el trastazo al niño allí mismo», en el solar donde jugaba, antes de llevárselo, pues ha recordado que no había gente en la calle en esa zona de Vecindario cuando se perdió la pista del niño, un sábado a mediodía.

Así mismo, ha manifestado su absoluto convencimiento de que Antonio Ojeda «El Rubio» es el culpable de la desaparición de su nieto: «Es él, cien por cien. Eso está clarísimo».

«El vio todo, pero le echa la culpa a todo el mundo», como ha ocurrido con El Tani, otro vecino de Santa Lucía, quien, según Suárez, sufre una «medio depresión» por el hecho de que Ojeda le haya intentado involucrar tanto en lo que pudo pasarle a Yéremi, como en el abuso sexual a un menor de El Doctoral.

Para el abuelo de Yéremi, El Rubio es «una mala persona, un demonio», que en cuanto supo que le condenaban por abusar del niño de El Doctoral «se cabreó y empezó a contarlo todo».

La madre de Yéremi, Ithaisa Suárez, ha ido hoy a trabajar como todos los días, según ha comentado su padre, quien ha afirmado que «tiene una fuerza envidiable» y que ayer su abogado le puso al corriente de las novedades del caso del que se ocupa el Juzgado de Instrucción número 2 de San Bartolomé de Tirajana.