Ana Julia admite entre lloros que mató a Gabriel, pero que «fue un accidente»«Me sentía como una mierda y no conocía al niño, y ella me hablaba de su tipito»

cecilia cuerdo ALMERÍA / COLPISA

ESPAÑA

La madre no evitó la mirada de la acusada. Patricia Ramírez, la madre de Gabriel Cruz, declaró ayer en el juzgado cara a cara con la procesada por el crimen, ya que pidió que no se pusiera biombo para evitar el contacto visual con ella, elemnto que sí reclamó el padre del niño y expareja de Quezada
La madre no evitó la mirada de la acusada. Patricia Ramírez, la madre de Gabriel Cruz, declaró ayer en el juzgado cara a cara con la procesada por el crimen, ya que pidió que no se pusiera biombo para evitar el contacto visual con ella, elemnto que sí reclamó el padre del niño y expareja de Quezada Ricardo Garcia | EFE

«Cuando le quité la mano de la boca ya no respiraba y me bloqueé», declaró al juez

11 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Hecha un mar de lágrimas, de las que se reponía de repente para responder a las preguntas del fiscal, Ana Julia Quezada trató de desmontar ayer la imagen de mujer perversa que eliminó al elemento que se interponía en su relación sentimental. La autora de la muerte del pequeño Gabriel Cruz reconoció que acabó con su vida, pero mantuvo que fue un accidente. «Cuando le quité la mano de la boca ya no respiraba, y me bloqueé», justificó. Su relato prosiguió subrayando que los días siguientes se condujo medicada «para tapar su conciencia» y que no fue capaz de explicar lo ocurrido a nadie, siquiera a sus más allegados. «No sabía lo que hacía, quería que me descubrieran porque no podía aguantar más ese secreto», resaltó.

Quezada basa su defensa en la ausencia de premeditación y ensañamiento, como quiere probar la acusación particular con los informes médicos. Por el contrario, ella se presentó como una víctima, una mujer que no supo cómo actuar tras acabar con la vida del hijo de su pareja. «¿Cómo podía contárselo?», se preguntó: «No pensé en nada, solo en que le había quitado la vida a un niño, al hijo de mi pareja». Un daño psicológico centró la sesión de la tarde, cuando los padres de Gabriel Cruz, su abuela y una de sus primas declararon a puerta cerrada durante apenas dos horas. 

«Negra fea»

La acusada presentó al pequeño como un niño muy educado, con el que nunca tuvo problemas o desavenencias, e intentó presentarse como la abnegada mujer que se hacía cargo del hijo de su pareja. Sin embargo, no pudo explicar cómo la tarde del 27 de febrero en que se ofreció a hacer tiempo en la finca de Rodalquilar para que fuera a jugar mientras sus primos terminaban de comer, de repente el niño comenzó a insultarla, llamándola «negra fea» e instándola a volver a su país para que sus padres pudieran retomar la relación.

La versión de Quezada es que se puso nerviosa y «trató de acallarlo». Por eso solo recuerda que le puso la mano en la cara, tapando boca y nariz, y que cuando la apartó, «el niño ya no respiraba, estaba en el suelo». «Le puse la mano en el pecho para ver si respiraba, y no respiraba, me quedé bloqueada. Empecé a fumar como una loca, salía, entraba...», afirmó.

Tras confirmar que lo había matado, decidió cavar una fosa y ocultarlo, aunque tuvo que ayudarse de un hacha porque el cuerpo sobresalía. A cada detalle, la mujer se derrumbaba, tapaba su rostro con las manos y, al levantarlo, miraba a la cámara que graba la sesión -y que emite la señal para la prensa- y pedía perdón a la familia de Gabriel y a su propia hija. 

«Quería que me detuvieran»

El relato de los días siguientes hasta que fue detenida el 12 de marzo es una nebulosa para ella porque los pasó «hasta arriba del Diazepam que tomaba para limpiar mi conciencia». A ese estado atribuye las pérdidas del móvil, que según la investigación eran intentos de despistar. También el falso hallazgo de una camiseta del pequeño, cerca de la casa de una expareja con la que terminó de malas formas. «No sé ni lo que hacía, no sabía qué hacer», insistió, «quería que me detuvieran, no podía más con ese secreto».

Su papel de víctima se extendió hasta el momento de su detención, cuando aseguró a los policías que la habían grabado trasladando el cuerpo del niño de la fosa hasta su coche que ella no había sido. Según explicó de forma sorpresiva este martes, quería dejarlo en la casa familiar de Vícar para que fuera descubierto, mientras ella acababa con su vida en el piso superior después de dejar cartas de arrepentimiento y perdón a su hija y al padre de Gabriel.

La segunda jornada del juicio incluyó también el testimonio de su expareja, y de varios amigos de Ángel y ella. Las versiones coincidieron en describirla como una mujer mentirosa, que gustaba de acaparar el protagonismo y que aprovechaba la mínima ocasión para acudir a la finca de Rodalquilar con la excusa de que le daba paz. Unas visitas en las que convenció también a sus acompañantes para que la ayudaran a colocar maderas y diversos enseres sobre la fosa en la que estaba oculto el menor.

"Me sentía como una mierda y no conocía al niño, y ella me hablaba de su tipito"

La hija de Ana Julia Quezada, que vive en Burgos, no quiso ver a si madre ni por videoconferencia. Relató que desconocía que se hubiera mudado a Almería después de abandonar la casa familiar, y que se desplazó hasta allí tras conocer la desaparición de Gabriel para acompañarla. «Nunca he sentido que me haya querido como una madre, ella siempre ha sido distante e independiente», dijo. La chica concedió que la madre pudo utilizarla para dar una sensación familiar en los momentos de búsqueda del niño. «Actué de corazón», justificó acerca de por qué se desplazó hasta Almería para acompañarla. «Me extrañó porque yo me sentía como la mierda por un niño que no conocía, y ella me hablaba de su tipito».