Mañana no es un día más

La Voz de Galicia
La Voz de Galicia EDITORIAL

ESPAÑA

19 abr 2020 . Actualizado a las 11:31 h.

La crisis en la que estamos naufragando desde el 14 de marzo ha manifestado con creces su poder de destrucción. Llegados a esta altura, ya nadie puede pensar que es solo un bache en el camino, o apenas un paréntesis de dos meses. Todas las esperanzas de que fuese pasajera se han desvanecido. Veinte mil personas -seguramente, varios millares más- han perdido la vida en las condiciones más dolorosas que se puedan dar, sin siquiera ver por última vez a sus seres queridos. Y quienes permanecen vivos saben que nadie, ni uno solo, saldrá indemne del confinamiento.

¿Cuánto daño van a recibir? ¿El que causen por su acción o inacción los políticos? Si la pérdida de vidas humanas es ya irreversible, el hundimiento de la economía, el empobrecimiento y la ruina que se atisban en el horizonte, como un huracán de destrucción, se puede contener. O al menos, atenuar. La sola previsión -esperemos que exagerada- de que sectores vitales como el turismo, la hostelería y los servicios no volverán a la normalidad antes de que acabe el año ya indica que lo que quede después del coronavirus no es el mundo que conocíamos. Ni el que merecemos. Centenares de miles de personas lo habrán perdido todo, como cuando pasa el tornado sobre sus casas. Solo que en esta ocasión la culpa no será de la naturaleza. La culpa -una gran parte de la culpa- será de quienes tienen en sus manos los instrumentos para actuar.

Por eso mañana no será un lunes cualquiera. Será el día en que el jefe del Ejecutivo y el líder de la oposición -y con ellos todos los que nos representan- se juegan su futuro: el futuro de España. Si, como se está observando, se muestran incapaces de superar la táctica innata de apostar solo al beneficio electoral, los números rojos serán para todos los españoles. Y no cabe duda de que pasarán factura.

Lo que nos jugamos es todo o nada: el esfuerzo en común o la debacle. A los políticos podremos pedirles cuentas cuando se convoquen elecciones, que no podrán tardar mucho después de este año horrible. Pero es poco remedio si ahora solo ofrecen desunión y dispersión. Es su última oportunidad. Entenderse y tener en cuenta a todos los que tienen algo que aportar. A los empresarios, que firman los ERTE en contra de su voluntad. A los sindicatos, que hoy se muestran tan condescendientes con el Gobierno. A los profesionales que están sangrando en la trinchera. A todos los que pierden su negocio o su trabajo. Y a usted, que está descorazonado haciendo el recuento de daños. La deuda con todos ya es inmensa. Señores políticos, no pueden hacerla crecer. Tómense en serio este lunes.