Inés Arrimadas, el adiós de la andaluza que revolucionó la política catalana

La Voz REDACCIÓN

ESPAÑA

Arrimadas durante el cierre de campaña del 28M
Arrimadas durante el cierre de campaña del 28M Sergio Pérez | EFE

Nacida en Jérez de la Frontera, vivió en Andalucía hasta los 25 años. En el 2010 acudió con una amiga a un acto de Ciudadanos, donde comenzó su carrera junto a Albert Rivera

01 jun 2023 . Actualizado a las 13:31 h.

Inés Arrimadas saltó a los titulares en el año 2017 tras proclamarse ganadora en votos de aquellas elecciones del 21D. Cinco años largos de travesía que terminan con el anuncio de este jueves de su retirada de la política.

Ella fue una de aquellas grandes caras catalanas de la irrupción de Ciudadanos, aunque solo llevaba en la comunidad desde el 2007.

Inés Arrimadas es la pequeña de cinco hermanos («creo que fui un descuido», asegura, porque sus padres la tuvieron seis años después de la última hija, y ya mayores), y nació y vivió en Andalucía hasta los 25 años. Sus padres, además, son de Salamanca, así que ella de catalana no tenía nada: «No llego ni a la categoría de charnega», confesaba en el 2017 en televisión.

Su padre, procurador de profesión, fue durante un tiempo policía en Barcelona, donde nació el mayor de sus hermanos. Después la familia se marchó a Jerez. Allí nacieron los demás, pero a Inés Arrimadas siempre le tiró lo catalán. De pequeña, le pedía a una compañera de clase que le enseñase el idioma, y se agenció un diccionario castellano-catalán «cuando no había Internet». Reconoce que «no sabía el idioma, sabía palabras», y sí el himno del Barça (con su «no importa de dónde vengamos, si del sur o del norte...»). Porque Arrimadas es culé por los cuatro costados, tanto que hasta pone cara de grima cuando se le habla del Madrid. De su adolescencia recuerda jugar al fútbol («mal», aclara) y escuchar a Guardiola en las ruedas de prensa hablando en catalán, lengua que ya entonces le encantaba por su sonoridad, fuerza y ritmo.

La joven Inés Arrimadas, tímida, buena estudiante y siempre dispuesta al debate, se fue a Sevilla a estudiar un doble grado (Derecho y ADE) en la universidad pública Pablo Olavide. Con el título bajo el brazo trabajó de becaria primero y contratada después en una empresa petroquímica en el Campo de Gibraltar. En el 2006 fichó por Daleph, una consultora especializada en políticas públicas (ayuda a las instituciones a mejorar su gestión o lograr más subvenciones, por ejemplo) que tiene la sede en Barcelona y una delegación en Jerez. Hasta el 2008 vivía a caballo entre las dos ciudades, pero acabó dando el salto a la capital catalana.

Allí le pidió a su jefe que le pagase una academia para estudiar catalán (los cursos gratuitos no le convencían) y en dos años se sacó el C1 (nivel que exigen para trabajar en la Administración) con una nota de 8,5. Así consiguió hablar un catalán que ni sus adversarios más acérrimos pudieron criticar. También habla francés (hizo un posgrado en Niza) e inglés.

En el 2010 acudió con una amiga a un acto de Ciudadanos (que tenía solo tres diputados) y poco a poco se fue metiendo en el partido, tanto que en el 2012 Albert Rivera la animó a ir en las listas. «Estuve tres noches sin dormir», reconoció. Al final le pudo «el corazón más que la cabeza. Cinco años después, en el 2015, se convertía en la portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña.

Ahora, su marcha es la segunda de un presidente de la formación tras la de Albert Rivera en el 2020, cuando este abandonó la formación naranja tras la debacle electoral que sufrieron los liberales en las generales del 2019.