Aragonès abandona y deja a Esquerra ante el dilema de apoyar a Illa o a Puigdemont
ESPAÑA
El republicano pasa la patata caliente de la gobernabilidad al PSC y a Junts
14 may 2024 . Actualizado a las 15:23 h.Pere Aragonès es la primera pieza en caer del perverso tablero de ajedrez en que se ha convertido Cataluña tras el 12M. Como era de esperar tras la debacle electoral de Esquerra, los puñales volaron este lunes en la sede de la calle Calabria de Barcelona, continuación del abatimiento colectivo visto en la Estación del Norte en la víspera. Ante la comisión permanente nacional de ERC, el órgano encargado de tomar decisiones de urgencia, Aragonès anunció que deja la primera línea de la política activa, «por responsabilidad y honestidad con el país y el partido, no tomaré el acta de diputado y no formaré parte del próximo Parlamento de Cataluña».
La cabeza del presidente de la Generalitat en funciones es la primera (puede que no la última) en rodar tras el cisma abierto por la pérdida de 13 escaños y 180.000 votos respecto a las elecciones del 2021. Por el momento, mantendrá el cargo en la formación, el de coordinador nacional, «para cerrar un ciclo electoral de malos resultados y contribuir a abrir un nuevo ciclo de crecimiento», señaló. Este es el de mayor peso en la estructura orgánica del partido, tras la presidencia, que ostenta Oriol Junqueras, y el de la secretaría general, de Marta Rovira, huida a Suiza en el 2017. El jefe del Ejecutivo catalán en funciones culpó de la catástrofe del domingo a socialistas y neoconvergentes: «La oposición al Gobierno republicano del PSC y Junts se ha impuesto; el bloqueo permanente que han hecho ha impedido que pudiéramos sacar adelante las transformaciones que pusimos en marcha, y han conseguido su propósito». También defendió la estrategia de negociación para «resolver el conflicto político» emprendida por el Ejecutivo catalán bajo su presidencia.
Futuro en la oposición
De cara a la compleja negociación que se debe abrir ahora para la investidura del próximo presidente de la Generalitat y la formación del nuevo Gobierno, Aragonès dio por hecho que el futuro de Esquerra estará en la oposición y pasó la patata caliente a sus oponentes, «ahora les toca a ellos gestionar el nuevo escenario». Preguntado por si se abrirán a negociar con PSC o Junts, aseguró que su partido no facilitará una investidura de Salvador Illa ni participará «de operaciones que necesitan del acuerdo» entre estas formaciones. Fuentes de su entorno apuntan que la abstención es «la palabra que más suena» entre la dirigencia, aunque «todas las posibilidades están sobre la mesa y nada es descartable».
Pere Aragonès asumió las responsabilidades de Gobierno en el 2021 en una suerte de bicefalia en Esquerra forzada por los acontecimientos, tras la inhabilitación de Oriol Junqueras, vicepresidente del Gobierno de Junts pel Sí durante el referendo ilegal del 1 de octubre; y la declaración de independencia posterior. De hecho, y pese a sus 41 años, ya atesoraba por entonces una amplia experiencia como parlamentario, lo que le llevó a ser la mano derecha de Junqueras en la Consejería de Economía, en poder de los republicanos. Sin embargo, ambos se fueron distanciando con el tiempo ante las diferencias en la manera de relacionarse con los socialistas. Aragonès, pactista y pragmático; Junqueras, de actitud más beligerante.
Regreso a antes del «procés»
Los resultados de Esquerra en las elecciones del 12 de mayo retrotraen a la formación republicana a los tiempos previos al procés. Las razones del descalabro de los herederos de Macià y Companys son diversas, pero no nuevas.
La sangría comenzó el año pasado, primero en las municipales y después en las generales, donde se dejaron otros 400.000 votos (entonces pasaron de 13 a siete diputados). Más allá de una gestión errática en asuntos como la sequía o el tope a los alquileres, los republicanos sufrieron el desgaste de retomar el diálogo y la negociación con el Gobierno central en el posprocés, algo que no fue bien digerido por una parte sustancial de sus bases independentistas. Aproximadamente, uno de cada tres votantes que los apoyaron hace tres años decidieron este domingo quedarse en casa.
Además, un más que probable grave error de cálculo llevó al republicano a disolver la Cámara catalana y avanzar elecciones, tras el rechazo de los comunes al presupuesto de la Generalitat pactado con los socialistas, a cuenta del polémico proyecto del macrocasino Hard Rock en la provincia de Tarragona.