Puigdemont pide el apoyo de ERC e insta al PSOE a que le deje gobernar para evitar la repetición electoral

X. GUA L / F. E. BARCELONA / E. LA VOZ

ESPAÑA

Carles Puigdemont, entre Jordi Turull y Laura Borràs, este domingo en Francia
Carles Puigdemont, entre Jordi Turull y Laura Borràs, este domingo en Francia Bruna Casas | REUTERS

El desplome del independentismo aleja al fugado del retorno triunfal, de la presidencia de la Generalitat y de repetir el «procés»

13 may 2024 . Actualizado a las 08:15 h.

Carles Puigdemont se quedó a medias y su futuro como presidente de Cataluña permanece en el aire. Rodeado por parte de su cúpula, aseguró que a su partido, Junts, «le toca escuchar ahora a los demás» para ver las posiciones de salida en las futuras negociaciones para conformar un nuevo gobierno de la Generalitat.

Más prudente que de costumbre y en una comparecencia sin preguntas, quiso dejar dos recados muy claros. El primero, para Esquerra. A los republicanos les pidió su apoyo para mantener el control del Ejecutivo catalán: «Es hora de rehacer puentes y reflexionar sobre la desunión» del movimiento independentista, recordó.

El segundo mensaje tuvo como destinatarios a los socialistas: «Con una mayoría tan justa, un gobierno tripartito sigue siendo una mala opción para el país». También avisó al PSOE de que «debería mirarse en el espejo de Madrid y ver que la distancia entre el primero y el segundo no es tan grande en Cataluña», en una invitación a facilitar su investidura «para evitar una repetición electoral».

Puigdemont, que felicitó sin ningún tipo de excusas a Salvador Illa por su victoria «en votos y escaños», tuvo palabras de reproche para varios sectores del separatismo. «Una parte del electorado independentista continúa sin movilizarse y en la abstención. Toca analizar los efectos de la desunión y de la falta de proyecto compartido. Un gobierno tripartito como hay ahora en estos momentos continúa siendo una mala opción para el país, para el gobierno de Cataluña, y menos liderada por un partido que ya ha demostrado la incapacidad de hacer un buen gobierno», advirtió el líder de Junts. 

«Funeral» en Argelès

Mientras, en el sur de Francia, según recoge Melchor Saiz-Pardo, Carles Puigdemont y los dirigentes de Junts probablemente sintieron en la noche electoral algo parecido al enorme disgusto de una madre que monta la gran fiesta de cumpleaños para su hijo, pero a la que finalmente nadie asiste. Ni siquiera los más fieles amigos del colegio. Lo de la «fiesta de la remontada» que los posconvergentes aspiraban a montar en su nuevo feudo en el mal llamado «exilio», el espacio de Jean Carrère de Argelès-sur-Mer fue un auténtico fiasco en un doble sentido. Por un lado, ni hubo remontada de las encuestas, ni, por supuesto, victoria electoral. Y, por otro, la militancia, que durante estas dos últimas semanas había respondido desplazándose a Francia, a veces recorriendo hasta 600 kilómetros de ida y vuelta en una jornada para arropar a su líder, esta vez dejó totalmente tirado al candidato.

En la noche electoral al otro lado de los Pirineos, no acudieron ni una decena de simpatizantes. Este domingo, a diferencia de los mítines de esta campaña, Junts no puso autobuses y los militantes no acudieron. El ambiente de funeral lo inundó todo prácticamente desde el inicio. El propio expresidente cuando llegó al Jean Carrère al filo de las seis de la tarde parecía presentir que el tan cacareado efecto Puigdemont se iba a quedar lejos de desbancar a Salvador Illa.

La guardia pretoriana del líder también mostró caras de preocupación desde antes del recuento. Las sonrisas forzadas de Míriam Nogueras, portavoz en el Congreso; Jordi Turull, secretario general de la formación; o Laura Borràs, presidenta de Junts, daban cuenta de que las expectativas de Junts eran muchísimo más altas que la de quedarse de segundones, por mucho que hayan desbancado a ERC como primera fuerza independentista en Parlamento catalán. A medida que se conocían los resultados que dejaban a Junts muy por detrás del PSC y al bloque independentista lejos de la mayoría por la que ha venido clamando Puigdemont para volver a montar otro procés, el pabellón de Argelès-sur-Mer, engalanado con luces y carteles, se iba pareciendo cada vez más a una fallida fiesta de cotillón en un garaje. Sin música, sin gritos, sin aplausos, nunca un polideportivo retumbó tan poco.