Pablo Rodríguez, gallego que reside en Aldaia: «Estaba con unos amigos y al recibir la alerta ya teníamos el agua directamente encima»

D. Casas REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

EFE / Cedida

Describe las imágenes tras las riadas como desoladoras. Volverá a Galicia en Navidad y luego «no sé lo que haré»

04 nov 2024 . Actualizado a las 09:57 h.

Apenas ocho kilómetros separan las localidades de Aldaia y Paiporta y, a media tarde de ayer, los habitantes del primer municipio situado en la zona oeste del área metropolitana de Valencia desconocían las escenas de tensión que se habían producido horas antes con la comitiva de autoridades que visitaba el epicentro de la devastadora dana. No tienen luz, ni agua potable, ni cobertura en las comunicaciones. Pablo Rodríguez, coruñés de San Pedro de Nós de 41 años, reside en Aldaia desde los 21. Ha pasado media vida en esta localidad valenciana y para superar el dramático episodio de las inundaciones «necesito reaccionar y pensar».

—¿Dónde le sorprendieron las lluvias torrenciales del pasado martes?

—Había vuelto del trabajo y estaba tomando algo con unos amigos cuando recibimos un mensaje de alerta en el móvil de Protección Civil. Nos dimos la vuelta y el agua la teníamos directamente encima.

—¿No hubo advertencias previas?

—No tuvimos ningún tipo de aviso. Yo estaba trabajando y no podía estar pendiente de los informativos. Nadie nos avisó. En el pueblo caían 600 litros y no hubo información; estábamos haciendo vida normal. De hecho, aquí al lado está el centro comercial Bonaire (su aparcamiento todavía está anegado) y la gente estaba comprando tan tranquila. Avisos, ni uno.

—¿Tiene alguna pérdida familiar o algún amigo desaparecido?

—Todos los que conozco hemos perdido el coche; muchos de ellos se han quedado sin casa, pero la estancia la vamos resolviendo entre todos. El problema es que no hay cobertura de móvil, ni luz, no hay agua potable desde hace días. La gente nos ayuda, los voluntarios, que nos traen palés de agua; pero nadie ha venido por aquí, hasta ayer (por el sábado) que llegó la UME, cinco días tarde.

[La conversación con Pablo se interrumpe varias veces por falta de cobertura y por la vuelta de las lluvias a las calles de Aldaia].

—¿Cuál es la situación en estos momentos?

—Las imágenes son desoladoras, dantescas. Resulta imposible de describir, hay que estar aquí para verlo. Todo está destrozado y las asistencias dejan mucho que desear. Entiendo que no hay más efectivos. Fui como pude a Paiporta a ver a unos amigos y están mucho peor que aquí.

—¿Y las comunicaciones por carretera?

—Casi inexistentes, porque no hay puentes. Han desaparecido. Vamos en coche hasta donde podemos, saltamos al otro lado y allí nos esperan amigos.

—¿Ha pensado en regresar a Galicia, aunque sea para descansar después de vivir un episodio tan devastador?

—En Navidades iré a casa. Luego ya no sé lo que haré. En estos momentos necesito reaccionar y pensar.