Los valencianos protestan contra la gestión de la dana: «Nos han dejado abandonados»

MARÍA CEDRÓN LA VOZ EN VALENCIA

ESPAÑA

Atlas

Miles de personas inundan el centro de Valencia en una marcha que acaba con cargas policiales. Cuatro manifestantes han sido detenidos y 31 agentes han resultado heridos

10 nov 2024 . Actualizado a las 11:28 h.

Apenas se podía caminar ayer por las calles que desembocan en la plaza del Ayuntamiento, en Valencia, la misma en la que se celebra la mascletá. Lo que pasó el 29 de octubre en Valencia «encendió la mecha en el país de la pólvora». Lo decía una de las pancartas que portaba una joven que formaba parte de la multitud —130.000 personas, según los datos de la Delegación del Gobierno—, que poco a poco fue colapsando las arterias que desembocan en esa plaza en la que se había convocado, a las seis de la tarde, una manifestación para pedir la dimisión del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón.

Pero la rabia de los valencianos que inundaron el corazón de la ciudad fue mucho más allá porque «nos dejaron abandonados». Y aunque los gritos que se escuchaban durante la lenta marcha hacia la Generalitat eran en singular, muchos ciudadanos que caminaban en duelo por las 222 víctimas de la dana disparaban su rabia en plural. «Contra todos los que pudieron hacer algo, pero no lo hicieron. Y contra los que quieren politizar algo que es una reivindicación de todos los valencianos», decía Marta. Subida a un banco, junto a su amiga Amparo, se desgañitaba enfurecida contra los que pretendían utilizar una protesta contra la gestión de la dana en una manifestación contra la lucha de clases: «¡No va de clases, es Valencia entera!», repetían una y otra vez, mientras ante sus ojos desfilaban decenas de pancartas pidiendo la dimisión de Mazón y, de vez en cuando, también la de Sánchez. Esos eran los que hacían más ruido en una manifestación convocada por cerca de 40 organizaciones sociales, cívicas y sindicatos de izquierda. Como los que lanzaron una bengala que, antes de que los manifestantes comenzaran a avanzar, entró de lleno en el balcón de la sede del Gobierno local.

Un grupo de jóvenes había lanzado barro y bengalas, provocando el despliegue de los antidisturbios de la Policía Nacional. Al cierre de esta edición, ya terminada la protesta, junto a la plaza de la Virgen el barro volvió a surcar el aire, junto a sillas u otros objetos llenos de lodo. Y más de una pintada pidiendo de nuevo la dimisión de Mazón tiznó las paredes del Palau de la Generalitat. Los agentes volvieron a intervenir reduciendo al menos a uno de los que habían comenzado a lanzar el barro. Cuatro manifestantes han sido detenidos y 31 policías han resultado heridos.

«Nefastos gestores»

Pero más allá de ellos, había mucha gente, mucha que llevaba la rabia en el corazón. Y bastaba preguntar para abrir la caja de Pandora: «Estamos muy calentitos. Han sido nefastos gestionando esta catástrofe», decía Elia, que a sus 77 años, no paraba de repetir «mientras puedas, muévete». Y vaya que se movieron los valencianos porque «no les importó la gente. Las vidas que se perdieron no les importan nada», decía Visitación, Visi, que vino desde el barrio de Grao, cerca del puerto. Recorrió los prácticamente diez kilómetros que hay desde su casa hasta la plaza del Ayuntamiento por respeto a los que han muerto, a los que han perdido sus casas, pero también para que todo esto «le estalle en la cara a los responsables de la gestión. Hay que decir basta». Porque como apunta Juan Pablo, que ha venido desde Cabañal, «nos han abandonado a todos. El primer día, no vino nadie. El segundo día, no vino nadie... Aunque lo quieran disfrazar esto es una reivindicación de toda Valencia», dice. De la gente de los municipios afectados y de los que no lo son. Juan, que es electricista, trajo su coche desde la Pobla de Vallcona, lo aparcó en la entrada de la ciudad y se fue andando «para apoyar a toda esa gente que ha muerto o se ha quedado sin casa, y porque no nos dan explicación de lo que pasó. Ni ahora nos dan medidas para solucionar rápidamente las consecuencias de la dana. A veces ni nos dejan entrar en la zona cero a ayudar». Y se emociona. Y llora: «Es verdad que en Valencia estamos al nivel del mar, pero se pudo haber evitado». Mañana —por hoy—, mañana irá ayudar, «a revisar la instalación de un colegio, que está totalmente estropeada».

Y desde Turis, el pueblo donde más llovió (770 litros), pero no pasó nada, también vino Josep, que es profesor. Con su hija de seis meses colgada al pecho. «Hemos venido dos familias, nos hemos traído a los niños porque no teníamos con quien dejarlos». Pero querían venir. Por toda la gente que ha sufrido «las consecuencias de un desastre natural amplificado por la mala gestión de la dana». Como Sofía, que tiene su casa herida de muerte, y que no pudo ir porque no aguanta de pie. Pero a ella le gustaría que esto no parase, «que hubiera más manifestaciones contra la gestión de la dana. Y con más gente».