Sin electricidad en casi toda España: «Si la cosa se viene abajo, nos vemos en los bares»
ESPAÑA

El corte masivo provocó una fiebre por las radios a pilas y los cajeros en muchas ciudades. Otros pasaron horas buscando una alternativa al tren
29 abr 2025 . Actualizado a las 15:27 h.El ambiente de la plaza Canalejas de Madrid contrasta con el caos de Cibeles. De los alrededores de la emblemática fuente llegan y se marchan decenas de autobuses urbanos. Con el metro y el tren inutilizados, son para muchos ciudadanos su opción restante. Una señora, resignada, ve pasar al tercer autocar que, lleno de gente, circula sin parar por la plaza del paseo de Recoletos.
A unos minutos a pie, cerca de la plaza del Sol, la gente hace cola pacientemente en cajeros. Pese al apagón, algunos todavía funcionan. El dinero en efectivo, con los datáfonos fuera de servicio, vuelve a ser indispensable. Las radios a pilas son el otro bien más codiciado. Los móviles de última generación funcionan a cuentagotas, por lo que son muchos los madrileños que se reúnen en círculos para escuchar un transistor y mantenerse informados de esta crisis eléctrica.
Los bares están oscuros, pero no apagados. Sin electricidad, son la mejor opción para tomar algo hasta que vuelva todo a la normalidad. «Qué país más civilizado somos que, si la cosa se viene abajo, nos vemos en los bares», bromea uno de los clientes. A un minuto de las ocho, algunos de ellos aplauden efusivamente. La luz había vuelto a los semáforos, aunque aún quedaban muchos suministros por restablecer.
Los ascensores se han convertido en reducidas trampas para todos los vecinos que, sobre las doce y media, usaban como cualquier día el elevador.
Tino Hernández, ingeniero técnico, coordina los servicios de una empresa especializada en Salamanca. «Hemos tenido más llamadas de lo normal», reconoce, aunque matiza que algunas eran a modo de consulta. Muchos ascensores funcionan con generadores o baterías propias ante emergencias. Tino les dijo que podían usarlo, pero les recomendaba no hacerlo salvo extrema necesidad. «Los que son más viejos requieren de un rescate, pero los más modernos tienen una batería, por lo que automáticamente sube o baja a una planta», explica. Afortunadamente, la mayoría de sus llamadas estaban relacionadas con elevadores del segundo grupo.
Manu Costoya volvía de Santander a Valladolid. Como tantos otros deportivistas, había pasado el fin de semana en el Sardinero, aunque no pudo ver a su Dépor ganar al Racing. Casi a la altura de Palencia, el tren se detiene. «El revisor nos dijo que se había ido la luz en toda Europa. La gente estaba muy descolocada». Su amigo y él cambiaron de tren y llegaron a la estación palentina. Después de horas de espera, por fin una salida: un autobús los llevaría a Pucela. Pero se encontraron con que solo podían pagar en efectivo. Sin cajeros, buscaron ayuda y la encontraron. «Estuvimos casi mendigando y una chica del tren y un aficionado del Racing nos ayudaron», recuerda. Lo que pasa en el campo, se queda en el campo.