La odisea de las empresas para regresar después de la dana: «Estoy cerca de jubilarme, pero tenía que volver a abrir sí o sí para cotizar»

ESPAÑA

El altruismo, los voluntarios y funcionarios, esenciales en la reapertura de negocios
04 may 2025 . Actualizado a las 12:33 h.Las riadas provocadas por la dana de Valencia asolaron todo. Absolutamente todo. Miles de bajos, naves industriales, colegios, polideportivos.... Y, aunque nada resuena tanto después de seis meses como los 228 fallecidos, son muchos los que buscan volver a la normalidad. O a lo que más se le parezca. La dana cambió los panes de 64.000 empresas valencianas. Según un informe de la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana, la catástrofe afectó al 32,3 % del PIB. Unos daños graves que son milmillonarios: 13.680 millones de euros.
Salvador Fortea
Sin casa ni flores. Hoy es el primer domingo del mes. Por tanto, el Día de la Madre. Una fecha de mucho trabajo, señalada desde hace 25 años para la Floristería Voro, en Catarroja. Voro, por su dueño, Salvador Fortea. La barrancada arrasó con la casa y con su querida botica, pero ha conseguido llegar a mayo a pleno rendimiento. «Estoy contentísimo, tengo muchísima, muchísima clientela. No me puedo quejar de nada, la gente del pueblo se ha portado conmigo de categoría», afirma, consciente de que ha pasado por «días muy duros», aunque se queda con lo «gratificante» de la ayuda recibida.
Floristas de Cantabria, la provincia de Almería y otros lugares le ayudaron a reabrir la tienda. «No sé cómo se puso en contacto conmigo, pero un chico de Madrid que tenía una empresa de reformas me arregló la casa toda entera». El 29 de octubre, la dana sorprendió a Fortea concentrado en su botica. Estaba preparando ramos. Alertado por su pareja, trató de ir a su casa, pero fue imposible. «Llevaba 200 metros andados y ya vi que venía agua. Agua con fango. Volví para la tienda y tenía ya otra ola de agua por detrás», recuerda. Acabó, gracias a la ayuda de vecinos, rescatado en el balcón de uno de ellos.
Carmina Fernández
Regresar casi al final. Carmina Fernández ya llevaba tiempo activa cuando Voro emprendió su negocio. Desde 1987, su peluquería, que también lleva su nombre, ha cortado, peinado y limpiado los pelos de muchos paiportinos. «Estoy cerca de jubilarme, pero tenía que volver a abrir sí o sí para seguir cotizando», asegura. Trabaja en Paiporta, pero vive en Valencia. Por suerte, algunos martes se los toma libres. Ese fue uno de ellos. Tenía cita médica. Cualquier otro día, su hora de salida, en torno a las siete de la tarde, habría coincidido con los peores momentos de la riada. «Mi peluquería tenía cosas que no sabía de dónde venían. Entró el agua por las paredes porque mi persiana estaba intacta», destaca. También recibió ayuda de particulares. Una colega de Granada había traspasado su negocio y le donó todo lo que le quedaba. Recibió el respaldo de una gran empresa valenciana. Los coordinadores de las ayudas privadas se sorprendieron al verla. No hay muchos solicitantes de 62 años. «Te estoy contando esto y parece que no ha pasado. Los primeros días estaba en shock. Luego te entran ganas de llorar y piensas ‘qué voy a hacer con mis hijos'». Pero ha conseguido recuperarse a principios de abril. Animada por sus hijos y porque, al fin y al cabo, debía reformar igualmente el local si quería sacarle provecho.
Sonia gallego
Un gran vacío. Tres calles, 500 metros, separan la peluquería de Pollos Pepe, el negocio de Sonia Gallego. «Éramos dos socios, pero mi compañero falleció en la dana y he tenido que reestructurarlo todo. El local quedó destrozado», recuerda. La muerte de su socio le obligó a crear una nueva sociedad, lo que le ha privado del acceso a ayudas. «Tenía tres asadores y estoy funcionando ahora con uno», destaca. Su cámara frigorífica explica la magnitud de lo acontecido. Absolutamente inamovible, el agua logró desplazarla. «Ni entre doce militares podían moverla», asegura. Gallego recibió ayuda de diversos rincones. De un bingo solidario en Mancera de Abajo (Salamanca) y de una señora valenciana que le donó el mostrador refrigerado que luce hoy ante sus clientes. «La aceptación de la gente ha sido buena. Ahora está mi hija de 17 años trabajando conmigo», afirma Sonia, que tiró de ahorros para volver y para quedarse.
Vicente Lambíes
Una travesía muy dura. Vicente Lambíes tampoco olvidará el 29 de octubre. Como muchos conductores, se vio atrapado por el agua cuando trataba de volver a casa con su hijo. «Tuve suerte porque estoy aquí para contarlo. Salimos del coche con el agua por la cintura; había gente que no podía aguantar la fuerza de la corriente. Conseguimos pasar la noche en una gasolinera», recuerda. Neowise, la empresa de energías renovables de la que Lambíes es gerente y socio fundador, tuvo algo de fortuna. Sus instaladores estaban muy al oeste, en Extremadura.
Durante estos meses, han podido seguir trabajando, pero sin sus oficinas en el polígono industrial de la Reva, en Ribarroja del Turia. «La apuesta ahora ha sido tirar para adelante», asegura el empresario, que vio cómo el fango sepultaba los 300 metros cuadrados de su nave: «Ordenadores, mesas, mobiliario... ¡No quedaba nada! Entre la colaboración de familiares, amigos, voluntarios y el Ejército —«vinieron 40 militares a ayudarnos, solo de recordarlo se me pone la piel de gallina»—, el espacio volvió a relucir. Para el recuerdo, un centenar de firmas lucen en una pared. Son de todos los que han puesto su granito de arena.