Vilaplana afirma que la comida con Mazón el día de la dana se alargó casi cuatro horas: «Estar allí fue una maldita coincidencia»

La Voz REDACCIÓN

ESPAÑA

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La periodista ha denunciado ser víctima de una «presión insoportable» y ser objetivo de una oleada de ataques y de odio. Insiste en que «a los responsables les corresponde dar explicaciones que yo no puedo dar»

06 sep 2025 . Actualizado a las 12:37 h.

Maribel Vilaplana, la periodista que comió con el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, el 29 de octubre —el día de la dana que causó 228 muertos— asegura que llegó al restaurante El Ventorro pasadas las tres de la tarde y se marchó entre las 18.30 y 18.45 horas. El encuentro se alargó casi cuatro horas, según explica la comunicadora en una carta enviada ayer a los medios en la que lamenta que «estar allí aquel día fue una maldita coincidencia y un horrible golpe de mala suerte». También denuncia ser víctima de una «presión insoportable» porque considera que la han convertido «en una diana utilizada políticamente y alimentada con insinuaciones machistas». Un acoso que la llevó a un ingreso hospitalario y a estar actualmente bajo tratamiento psicológico por estrés postraumático. Dos días después de que el fiscal de la causa avalara la decisión de la jueza instructora de no citarla a declarar como testigo, Vilaplana remite esta misiva abierta, en la que explica que el barón popular le planteó presentar su candidatura a un cargo en la televisión autonómica, una oferta que rechazó. «En un momento determinado de la comida, el presidente empezó a recibir llamadas que interrumpieron nuestra conversación de manera continuada», señala, aunque ella «no era consciente de la gravedad de lo que estaba sucediendo» cuando se marchó del restaurante.

La periodista asegura que es la «primera interesada» en que se clarifiquen los hechos del 29 de octubre -día de la dana que arrasó parte de la provincia de Valencia y en la que fallecieron 228 personas- y reconoce que fue «un error» pedir que no se difundiera en un primer momento que había comido con el presidente autonómico, Carlos Mazón, porque le parecía «injusto» quedar «vinculada» a «un capítulo tan doloroso». «A los responsables les corresponde dar explicaciones que yo no puedo dar».

Así lo expresa Vilaplana en la carta que se ha decidido a escribir, según explica, «después de la continua oleada de ataques, falsedades y mensajes de odio» que ha recibido en redes sociales, amplificados además por otros canales, tras su reciente intervención como consejera portavoz del Levante Unión Deportiva, una responsabilidad que asume desde 2023.

En su misiva pública, Vilaplana expresa su «respeto y solidaridad más profunda hacia todas las víctimas de la dana y hacia sus familias» y afirma ser «plenamente consciente del sufrimiento que provocó aquella tragedia». «Lamento de corazón si en algún momento mi decisión de mantenerme en un segundo plano pudo haber generado dolor. Esa decisión la tomé para no avivar el circo mediático y para evitar que mi nombre pudiera ser utilizado como un instrumento político, como lamentablemente ha sucedido», asevera.

«Soy la primera interesada en que se clarifiquen absolutamente los hechos que acontecieron aquel día, porque es imprescindible que no se desvíe el foco hacia historias paralelas que lo único que han hecho es generar más dolor a los afectados. Pero también porque las consecuencias que esta situación está teniendo sobre mi persona, sobre mi familia, sobre mi vida laboral y sobre mi estado psicológico están siendo brutales».

Detalla que aquel día mantuvo su agenda laboral tal y como estaba prevista y que llegó al restaurante El Ventorro pasadas las 15:00h. «Acudí a esa cita a petición del presidente, con el objetivo de explorar posibles vías de colaboración profesional. Durante la conversación se me plantearon varias opciones, entre ellas presentar una candidatura a un cargo en la televisión autonómica, que rechacé de forma clara por convicción personal y profesional. A partir de ahí, me pidió mi opinión sobre la situación de la televisión», expone.

Y en un momento determinado de la comida, según el relato de Vilaplana, Mazón «empezó a recibir llamadas que interrumpieron la conversación de manera continuada». «Yo seguí en el restaurante, completamente ajena a esas comunicaciones: no pregunté, no participé, ni conocí en ningún momento su contenido, y el presidente tampoco me trasladó ninguna inquietud al respecto. Actué, como siempre he hecho, desde la discreción y el respeto que me caracterizan», alega.

Y añade: «Esas interrupciones, sumadas a la espera y a la despedida, demoraron también mi salida del restaurante, que se produjo finalmente entre las 18:30 y las 18:45. En su momento, en medio de la vorágine con que se desencadenaron los hechos, el desconcierto y la presión vivida, sinceramente no dimensioné la importancia de ese desfase horario inicial que se hizo público». Sin embargo, apunta, «con la distancia del tiempo y tras hablarlo con las personas más cercanas, he considerado necesario aclarar también ese punto».

«En el momento en que me marché de la reunión no era consciente de la gravedad de lo que estaba sucediendo en otras localidades valencianas, porque en la ciudad no llovía y eso me hizo sentir todavía más ajena a la situación. Al regresar a casa, empecé a tomar verdadera dimensión de lo ocurrido. Nada más entender la magnitud de lo que había pasado, me puse en contacto con el presidente cuando le fue posible. En esa conversación le trasladé mi angustia y también le pedí, de forma muy clara, que por favor mi nombre no saliera», indica.

«Ese fue mi error», admite, para añadir que «ese silencio, aunque bienintencionado, alimentó la especulación y, cuando finalmente se supo, desembocó en un acoso brutal». «Los días posteriores fueron una auténtica pesadilla. Me sentí absolutamente perdida. Y cuando finalmente se dio a conocer públicamente que yo era la persona que había estado con el presidente durante aquella comida, mi cabeza estalló», remarca.

«Entré en un shock que me llevó a un ingreso hospitalario. Cuando salí del hospital, mi situación seguía siendo extremadamente delicada. No me sentí con fuerzas para tomar yo las riendas y exponerme directamente. Por eso pedí a una persona de mi total confianza que explicara de mi parte lo sucedido. Así se hizo público entonces el relato de los hechos. Pero con el paso del tiempo he comprobado que no fue suficiente. Hoy entiendo que es necesario hablar en primera persona», narra.

Y justifica no haberlo hecho hasta ahora porque «confiaba en que el tiempo y el sentido común bastarían para que se entendiera lo evidente», y es que ella no tiene «nada» que ver en esa «historia».

«La realidad es que me he convertido en una diana. Una diana utilizada políticamente y alimentada con insinuaciones machistas que han condicionado esta historia desde el principio. Y por eso hoy hablo: porque ya no puedo seguir soportando que este relato eclipse lo verdaderamente importante, que es esclarecer qué pasó aquel día y asumir las responsabilidades que correspondan», detalla.

En la misma línea, denuncia que durante estos diez meses ha vivido «sometida a una presión insoportable» y ha sido objeto de «un acoso constante, de insultos, de burlas y de un escrutinio injusto» por el que está en tratamiento psicológico con «un diagnóstico de estrés postraumático».

«Cada nuevo golpe reabre heridas que aún no han cicatrizado. Este proceso no solo me ha afectado a mí. Ha golpeado también a mi familia, que sufre al verme sufrir. Ellos han tenido que soportar conmigo este acoso, y ese es, sin duda, el dolor más grande de todos», lamenta.

Y plantea una serie de interrogantes: «¿Realmente habría pasado lo mismo si en lugar de una mujer hubiera sido un hombre quien se reunió con el presidente? ¿Se habrían dicho las mismas cosas, con el mismo tono y el mismo juicio? ¿Habría despertado tanto morbo, tanto machismo rancio y tanto prejuicio?».

En su opinión, ese «enfoque profundamente sexista ha servido como cortina de humo para desviar la atención de lo verdaderamente importante: esclarecer las responsabilidades que se derivaron de aquella jornada».

«No se puede construir un relato cargado de insinuaciones y morbo para distraer el foco de lo que realmente importa», dice Vilaplana, que cree que «estar allí aquel día fue una maldita coincidencia y un horrible golpe de mala suerte». «Pudo haber sido cualquier otro, pero fue ese día. El día más difícil y duro para miles y miles de valencianos. Ese es y será siempre mi tormento, y tendré que aprender a sobrellevar esa carga durante toda mi vida», manifiesta.

«Y a los responsables les corresponde dar las explicaciones que yo no puedo dar, porque nunca he ostentado ningún cargo público ni ese día tuve capacidad de decisión alguna. Ojalá hubiera estado en mis manos hacer algo, pero no fue así. Por eso el foco debe estar donde corresponde: en las personas que aquel día tenían responsabilidades y poder de decisión. Son ellas las que deben dar explicaciones», pide.

Mazón y Camarero, en una imagen de archivo.
Mazón y Camarero, en una imagen de archivo. Manuel Bruque | EFE

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