A la caza del tesoro hundido

EXTRA VOZ

Ricardo Maldonado Rozo

La valiosa carga del galeón «San José», localizado frente a la costa colombiana, la reclaman tanto España como Colombia, además de las empresas cazatesoros que participaron en la búsqueda

13 dic 2015 . Actualizado a las 09:53 h.

Pocas veces, seguramente ninguna, un presidente de un gobierno comparece en público para hablar sobre la localización de un pecio hundido. Lo hizo el máximo mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, el pasado 27 de noviembre para felicitarse por el hallazgo de los restos de galeón San José, localizado en el fondo del mar, a unas 30 millas de Cartagena (Colombia), cerca de las islas del Rosario. 

Que el propio Santos abordase el tema da muestra de la relevancia que el San José tiene para el país. El famoso galeón español no es un tema nuevo al otro lado del atlántico. El barco de la Armada Española es de sobra conocido allí, sin duda porque durante más de tres siglos ha ido creciendo la leyenda sobre el tesoro que se fue con él al fondo del mar y que algunos califican ahora como «el mayor encontrado nunca». Eso está por ver, porque el buque fue localizado, pero no se ha excavado el pecio para confirmar qué queda de su carga. 

Las valoraciones del tesoro que se han manejado desde que se hizo público el hallazgo van de los 1.500 a los 10.000 millones de dólares, cifras ambas que, por ahora, son meras especulaciones. En cualquier caso, lo que llevaba el galeón tiene un indudable valor, no solo monetario, sino histórico. Las imágenes facilitadas por el Gobierno colombiano muestran cañones en perfecto estado así como una gran cantidad de vasijas. No muestran, porque no se han encontrado todavía, los en teoría 11 millones de monedas que el buque transportaba con destino a España, ni las joyas y metales preciosos que teóricamente iban en su interior.

Se supone que si eso estaba ahí, en el mismo lugar debe seguir, porque en Colombia aseguran que nadie ha tocado un pecio cuya localización exacta no se ha hecho pública. Especialistas consultados consideran que podría estar a unos 600 metros de profundidad. Eso le habría permitido sobrevivir a los cazatesoros que armados con tan solo botellas de aire podrían esquilmar su contenido. Para trabajar a esas profundidades se necesitan robots, equipos y barcos especializados mucho menos discretos.

De hecho en los años 80 se comenzó esa búsqueda y la empresa estadounidense Sea Search Armada (SSA) anunció el hallazgo. El Gobierno colombiano disputó legalmente la propiedad de un precio declarado en el 2007 patrimonio cultural del país y cuya propiedad (el proceso no ha terminado) concedió a Colombia una corte estadounidense. El país sudamericano amarró el tesoro aprobando una ley en el 2013 que declara de titularidad estatal todos los pecios encontrados en sus aguas.

El problema está en que no solo se disputa los restos con una empresa, sino que ahora España también reclama su parte, basándose en la legislación marítima internacional y en el convenio de la Unesco suscrito por España en el 2001 según el cual los buques militares hundidos siguen perteneciendo al país del que llevaban la bandera. El ministro de Exteriores José Manuel García Margallo definió al San José como un barco de Estado, mientras el de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, apelaba a los acuerdos de la Unesco, documento, por cierto, que Colombia no firmó (¿con el San José en mente?) y que por tanto no es de aplicación en sus agua. 

El asunto ha dado pie a una serie de controversias más o menos patrióticas sobre el tesoro, aunque a nivel diplomático se ha abierto la puerta a una cooperación. Además de los dos estados y de la empresa SSA, habría que añadir entre los reclamantes de un parte del botín a la compañía especializada que colaboró con el Gobierno colombiano en la búsqueda y que teóricamente se llevaría a cambio un porcentaje. Su nombre no ha trascendido, pero se sospecha que podría ser Odyssey, un nombre bien conocido en la península por un caso parecido, el de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, encontrada por la empresa, que retiró del pecio un tesoro de medio millón de monedas de oro y plata y que, tras años de disputa, acabaron en manos del Estado español. «Hay que reconocer que es un buque de Estado, pero eso no lleva implícito que todos los materiales que lleva a bordo tengan que volver a España», explica Miguel San Claudio, uno de los mayores especialistas en arqueología subacuática en Galicia y en España. En su opinión, el hallazgo «abre una buena oportunidad para establecer una relación entre los dos países». Afirma que esas presuntas disputas sobre colonialismos y expolios que han surgido sobre el San José carecen de sentido. «Cuando se hundió (1708, atacado por buques británicos) eran tan españoles los que había en España como en el otro lado del océano y ese oro no se iba a usar solo en la península, sirvió para hacer la guerra en el territorio europeo, lo que permitió que América durante la presencia española conociera el mayor período de paz de la historia, una paz que se pagó con sangre española y oro americano», afirma. 

El especialista considera que el San José debe ser patrimonio «de todos los iberoamericanos», porque forma parte de una historia común. Entre los casi 600 fallecidos en el ataque, dice, había con toda probabilidad marineros y militares de las dos orillas del Atlántico. «Este magnífico hallazgo, de los más interesantes de los últimos tiempos, tiene que ser una oportunidad para cooperar, para sacar proyectos comunes y recuperar un pasado del que sentirnos orgullosos», apunta, y recuerda que vender una parte de lo que de allí salga estaría fuera de lugar: «Estamos en el siglo XXI, vender patrimonio por dinero queda muy del siglo XIX», indica.