La tercera planta de la sede de la Fundación Caixa Galicia en Ferrol alberga desde el pasado viernes una selección de las imágenes de Helena Segura-Torrella pertenecientes a su ensayo Innocence. Se trata de 16 fotografías de gran formato cuyo tema central es la infancia como territorio desde el que los sueños son la ventana que permite contemplar la esencia de lo real. Es decir, la existencia.
La exposición, que permanecerá abierta hasta el día 1 de mayo, convive estos días, en el edificio que antaño fue desde cárcel hasta sede del gobierno militar, pasando por instituto de segunda enseñanza, con los grabados de Picasso. Y en verdad es ésta una excelente ocasión para contemplar en Ferrol, entre las mismas paredes, las creaciones de un pintor que con sus estampas rinde tributo desde a la memoria de Rembrandt hasta al mito del minotauro y la muy literaria fotografía de Helena Segura-Torrella. Una creadora nacida en Ferrol que después de haber residido durante años en distintos lugares de Europa y América ha decidido regresar a su ciudad natal, donde ahora reside y tiene abierto un estudio de fotografía en la calle Real. Hija del pintor Ricardo Segura-Torrella, podría decirse -aunque ya cada uno, claro está, opinará lo que quiera...- que en las fotos de Helena hay un cierto eco, probablemente no consciente, de los lienzos de su padre. En el tratamiento del color, por ejemplo; por su extraordinaria viveza. Y también en el reflejo, por lo general envuelto en una gran sutileza pero no por ello menos intenso, de los matices psicológicos de quienes allí aparecen.
Algún lugar no muy lejos
Quienes contemplen estas fotografías reconocerán de inmediato, si son de Ferrol o de algún lugar situado no muy lejos, algunos de los parajes que en ellas aparecen. Pero tendrán ocasión de comprobar, al mismo tiempo, cómo esos parajes físicos se han transformado -sin que por ello haya tenido que renunciar la autora de las fotografías a un lenguaje que es directo heredero de quienes fueron los grandes clásicos de la imagen fija- en territorios pertenecientes a una geografía que no es precisamente la que alimenta los mapas, sino la que habita lo onírico, el territorio de los sueños. Las imágenes de este ensayo fotográfico de Helena Segura-Torrella permiten al espectador reencontrarse con el niño que, por más que nos cueste a veces reconocerlo, seguimos llevando dentro. Permiten reencontrarse, por tanto, con el territorio del asombro, devolviéndoles toda la luz a unos ojos para los que, como en los mejores cuentos, todo es nuevo y sorprende.