La gente de más edad considera que con la antigua moneda el presupuesto del mes alcanzaba para gastar más que con el euro
12 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.La peseta fue la moneda de curso legal en España desde octubre de 1868 hasta enero de 1999, si bien convivió con el euro hasta el 1 de marzo de 2002, cuando entró en vigor definitivamente la moneda única europea. Al principio costó habituarse a la nueva moneda, de hecho en aquella época mucha gente tenía siempre a mano las calculadoras que convertían los euros en pesetas y viceversa, pero, transcurridos ya 14 años, la situación se ha normalizado, y ya pocos son los que se acuerdan de la que se conocía como la rubia.
No obstante, la gente de más edad sigue haciendo cálculos en pesetas cuando tiene que hacer un desembolso económico importante o a la hora de adquirir un coche o una vivienda. Es el caso de Julia Lamas Cobelo, quien asegura que acaba de comprar un colchón y calculó el precio en pesetas para ver si era caro o barato. «Con la compra diaria no lo hago, pero cuando el importe supera los 100 euros suelo calcular y comparar», señaló, añadiendo que, a su modo de ver, el cambio de moneda no fue bueno, porque con el redondeo aumentaron mucho los precios. «Antes con 5.000 o 10.000 pesetas se podía hacer mucho más que ahora con 30 o 60 euros», apostilló esta vecina de la ciudad.
A Luz Rial y Dolores Martín tampoco les rinde lo mismo la moneda actual que la anterior y también hacen sus cálculos mentales para comparar con la peseta. «Muy a menudo, en casa, pienso cuánto sería esto antes», comenta Dolores, añadiendo que el resultado no es el mismo ni parecido.
Otro tanto le ocurre a Javier Rodríguez, que esporádicamente convierte los euros en pesetas para comparar y duda de que el cambio de moneda fuese positivo para los ciudadanos de a pie, «porque los ajustes fueron siempre al alza», señala el vecino de la ciudad.
Rafa Muñoz solo hace cálculos con las compras grandes y a veces también en broma, para ver qué dan de sí ahora 5.000 de las antiguas pesetas. Este hostelero manifiesta que también lo suele hacer con los niños, que ya no saben lo que era la peseta, y se las muestras cuando aparecen algunas por la casa o algún billete de la antigua moneda. A su modo de ver, la gente ya está perfectamente adaptada y pone el ejemplo de: una caña cien pesetas, una caña un euro.
Fernando Mourenza, por su parte, asegura que ya no piensa en pesetas desde hace tiempo. «Hay que olvidarlas y mentalizarse del redondeo», dice, añadiendo que, desde su punto de vista, «el cambio no fue bueno, porque perdimos mucho con él».
Las que ya ni se acuerdan de la antigua moneda oficial española son Gemma Chaparro e Inés Vázquez. Con 33 y 32 años, respectivamente, ya solo tienen presentes los euros y los céntimos, ni rastro de las antiguas pesetas, y más en el caso de Gemma, que trabaja como cajera en un establecimiento, aunque sí que reconoce que para alguna gente mayor esto puede representar todavía un problema.