«Co confinamento abrímonos a servir a particulares e continúan mercándonos»

m. cedrón REDACCIÓN

FERROL

CESAR QUIAN

Aitor e Iván Lata son los rostros de la cooperativa juvenil Labrecos

28 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Iván y Aitor son hermanos. Tienen 29 y 28 años. Hace unos años sus rostros pasaron a ser la cara de Labrecos, una cooperativa juvenil que ha puesto en marcha una explotación en el Consello Regulador de Agricultura Ecolóxica (Craega) que forma parte de la reserva de la biosfera Mariñas Coruñesas e Terras do Mandeo. El primero en incorporarse a la actividad agraria fue Iván en el 2014. Luego lo hizo Aitor en el 2018. Y con la asesoría del Grupo de Desenvolvemento Local y de otra cooperativa que ayuda a poner en marcha entidades de ese tipo formalizaron su cooperativa juvenil: «Con esta fórmula o capital social necesario para montala é moito menor. É unha pequena axuda para incentivar a incorporación dos mozos, pero moi pequena. Para promover que os mozos se quedaran no campo terían que facilitar moito máis as cousas», dice Aitor.

La diferencia entre una cooperativa juvenil y una convencional es que, como explican desde la Asociación Galega de Cooperativas Agrarias (Agaca), «en este caso el capital social necesario para empezar es de 300 euros, mientras que en una normal son 3.000». Pero solo pueden constituirla jóvenes de entre 16 y 29 años. Además puede mantenerse, añaden, durante un período de cinco años.

Más allá de la fórmula elegida para empezar su actividad, la verdad es que para estos emprendedores de la parroquia de Dordaño, en el concello de Oza-Cesuras, la huerta era un actividad que no les era ajena.

Desde niños habían visto los cuidados que se proferían ala huerta de autoconsumo que tenían en casa. Este es el camino que han emprendido, aunque dando un paso más al apostar por la producción ecológica. Como pequeños productores que surtían al proyecto de Ecocomedores promovido por la reserva de la biosfera, el estado de alarma decretado el pasado mes de marzo les hizo dar un giro a la hora de canalizar su producción: «Abrímonos a surtir a particulares levando os productos a domicilio, a grupos de consumo ou incluso veciños que collen para un grupo», explica Aitor. No fueron los únicos que abrieron esa puerta para canalizar sus alimento. Porque la huerta no espera.

Y lo que podría ser solo un bum temporal debido al confinamiento, se ha convertido en una tendencia que, al menos en el caso de Labrecos, continúa en el tiempo. «Mantívose porque a xente dalle importancia ao que come e cando o proba...», añade Aitor.

Porque no es lo mismo comer en temporada un tomate que no tiene ningún fertilizante, ni al que se ha aplicado ningún producto químico, que uno producido en base a las reglas de la agricultura industrial.

Labrecos ofrece una amplia cartera de productos: «Todo o que hai nunha horta familiar. Tomates, pementos, pepino, calabacín ,patacas, calabaza, berza kale.... o que non botamos moito son leitugas porque eso é algo que máis ou menos todo o mundo ten na casa». Ahora, además, han completado la granja con algunos animales porque, como explican, «ofrecen unha sinerxia coa horta».

Y lo tienen muy claro: Su apuesta es la sostenibilidad, la promoción de la economía circular y el cuidado del medio. Cuestión de sentido común.