David Rey: «Soy poeta y abogado, no hay conflicto, los juristas son gramáticos de las leyes»

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL / LA VOZ

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CESAR TOIMIL

El ganador de un premio de la SAF presenta su primera novela y confiesa que necesita tener una profesión para escribir: «La inspiración llega de vivir y leer»

06 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

David Rey Fernández tiene 33 años y acaba de recibir un premio de la SAF por un poema titulado Catedral de Santiago. Uno de los eslabones de una carrera literaria que se ha ido construyendo, cual orfebre, en la última década y en la que todas las creaciones son como pasadizos que llevan de uno a otro. Curiosamente, al tiempo que la literatura impulsaba con la misma ilusión su trayectoria como abogado en su despacho de Catabois. Elige un local de su barrio, el Gran Vía del Inferniño, para tomar un café y charlar con su primera novela, La noche grita, fruto de uno de sus versos, sobre la mesa.

David Rey Fernández no es de esos creadores que ansía dejar la profesión que le asegura la nómina. «Soy poeta y abogado, no hay conflicto, porque los juristas son gramáticos de leyes y hay mucho que ver en la profesión con la palabra a la hora de preparar un juicio, redactar un auto...». Finalmente David reconoce que le gusta mucho ejercer como letrado y que le alimenta cuando abre su factoría de historias. Cita a Wallace Stevens, un poeta americano que trabajó toda su vida como abogado de seguros en la Hartford Accident and Indemnity Company. Y en el 1955 obtuvo el premio Pulitzer de Literatura. «Él decía algo que pienso: para ser un buen escritor hay que trabajar ocho horas en otra cosa», aunque reconoce que hay autores como Vargas Llosa que defienden el oficio de escritor con el horario del de un oficinista: de ocho a dos de la tarde, sentados en sus despachos. No quiere hacerlo así, ni siquiera quiere destinarle los ratos de una guardia como abogado de oficio. No, para David su yo abogado alimenta de material a su yo escritor, que tiene una red de apoyos que ha ido tejiendo desde niño. Uno de sus poemas desvela la clave literaria de este ferrolano. «Mi madre es profesora de literatura, mucha gente la recordará porque es Ermitas Fernández Sueiro, aunque en su colegio, Las Mercedarias, todo el mundo la conocía como Morocha. Ya está jubilada, pero ella fue la que me fue dando cosas para leer y cimentó la persona que soy», cuenta.

Mi madre me educó muy bien

Primero fueron pequeñas dosis de clásicos los que Morocha dejaba al alcance de David, como al despiste, sin imposición. Pero con el tiempo el hijo devoraba los textos de Quevedo, Cervantes y pedía más clásicos. «Mi madre me educó muy bien, me mostró cómo aprender y disfrutar con los clásicos y eso te aporta una vara de medir de por vida, sobre lo que está bien y lo que está mal, fue muy generosa, porque cuando empecé a escribir y le mostraba mis textos nunca los criticó al principio, aunque hubiese cosas mal escritas, mal organizadas, los comentábamos y poco a poco me iba mostrando en qué fallaba, pero la clave es que lo hacía de forma que yo me diese cuenta», rememora un antiguo alumno del Tirso de Molina.

Su madre sigue siendo una sombra cercana, discreta y alentadora, aunque él ya se orienta solo por los caminos modernos de la edición: su primera novela (La noche grita) se puede comprar en Amazon, tanto en el formato clásico, como en el electrónico, aunque David acude a la entrevista con el libro en papel. El último eslabón de una cadena que comenzó con los poemarios titulados Las alas de una alondra madrugando (editado en Hiperión en el 2009 y en la segunda edición ) y Los contornos ardientes de la tierra (de Gollarín, también del 2019 y que ya suma dos ediciones).

Yo me veo

Como un escritor que ha ido cimentando su gusto gracias a los clásicos que me dio a leer mi madre y que me han otorgado una gran posición a la hora de valorar la obra, tanto la mía como la de los demás. De alguna forma poseo una vara de medir valiosa