Mar Vidal, universitaria con síndrome de Down: «No hay que tratar diferente a nadie y menos porque tenga discapacidad»

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL

FERROL

JOSE PARDO

Mar Vidal se levanta cada día a las 5.45 horas para acudir al campus de A Coruña

06 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Mar Vidal Fernández tenía seis años su profesora se enteró de que sabía leer por casualidad. Le estaba señalando con el dedo una palabra a un niño y ella la dijo en alto sin que nadie le preguntase. Tal vez porque la docente no tenía intención de hacerlo, después llamó a su madre para darle una sorpresa que ya sabía. «Otra vez otra profe no me dio una hoja para copiar el dictado, porque pensaba que eso no era para mí, pero lo escribí en la mesa», cuenta sentada en la terraza del café La Premiere de la plaza de Armas, el lugar que elige para hablar de sus sueños y de recuerdos bien duros.

El dictado le valió un castigo, aunque su madre, Isabel, nunca llegó a entender por qué la profesora la excluía de una actividad por tener síndrome de Down. «Pasa en muchas escuelas y eso es algo que no está bien: no hay que tratar diferente a nadie y menos porque tenga discapacidad», cuenta una joven de 22 años que lloró mucho cuando su hermano Adrián se fue de casa para ir a la universidad. «Ahí me di cuenta de que yo también quería ir a la universidad», explica dos horas después de llegar de unas clases que son en el campus de A Coruña y para las que se levanta cada día a las 5.45 horas. Por la tarde, tras superar el reto de viajar en buses que no siempre son puntuales, le quedan fuerzas para ir a Teima Down a preparar el temario de unas oposiciones, otros días a hacer pilates o aprender a tocar la guitarra eléctrica, la clase de los jueves.

«Hay que tener unos buenos sueños y no rendirse», declara con determinación y su madre asiente. «Desde pequeña Mar siempre fue rebelde con el hecho de que la dejasen atrás, hasta con su hermano, que era mayor, tenía una relación de igual a igual», reconoce Isabel, que se queja con cierta amargura de su hija lleva 20 años acudiendo a clase y aprendiendo, pero ningún organismo le expide un título que acredite lo que sabe. «Hay profesores que me dicen que tienen claro que conoce los contenidos, pero a veces no puede plasmarlo en los exámenes, porque no están adaptados, el modelo educativo debe estar adaptado y eso lo demostramos en Teima, donde los niños salen preparados y aprueban los exámenes de competencias», cuenta Isabel, que garantiza que su hija es completamente autónoma en muchos aspectos. No hay quien tosa a Mar en la cocina: «Yo quería ser cocinera, pero cuando hice el módulo de FP Básica no me dejaban acercarme a los cuchillos, ni hacer muchas otras cosas que yo sé hacer», recuerda seria, aunque en seguida le sale una sonrisa cuando habla del año que estuvo trabajando en una famosa cadena de hamburguesas. «Tienen muchas calorías, no son muy recomendables, pero eso no se le puede decir a los clientes», bromea un viernes por la tarde, unas horas después de subir uno de sus vídeos a su cuenta de Tik-tok.

Muestra con orgullo lo bien que baila y pronto habrá otra entrega que deje claro cómo avanza con la guitarra eléctrica. Otra influencia que le llega de su hermano Adrián. «En realidad es de mi hermana con otros padres (la mujer de Adrián), tengo que avisarla de que ya sé tocar el himno gallego». Su próxima meta será tener una casa propia: «Pero antes tengo que conseguir un trabajo para pagar todas las facturas».