Patricia Alonso Muela, directora ecuestre: «La Granxa do Souto, de Ortigueira, es el cielo de los caballos»
FERROL
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Con la pandemia pasaron de 12 a 80 alumnos, y ahora proyectan formar técnicos en equitación
16 jul 2023 . Actualizado a las 00:25 h.Patricia Alonso Muela (Madrid, 29 años), de padre gallego y madre maña, descubrió la Granxa do Souto, en Mera (Ortigueira), hace ocho años. «Vine un verano a trabajar, en el programa de working students, con gente extranjera y española; tienes alojamiento y comida, ayudas y recibes formación ecuestre», cuenta. Entonces estaba estudiando Ingeniería Industrial, pero su pasión siempre han sido los caballos, al verano siguiente repitió, y en cuanto acabó la carrera decidió dedicar un año a estos animales. «Fue en 2019, después ya nos pilló la pandemia, y en ese momento la granja tuvo un bum, de 12 alumnos pasó a 80», explica.
Vivió el confinamiento en la explotación propiedad de Manuel Vierna y ahí sigue, ahora como directora técnica ecuestre. «Este es un sitio espectacular, hay muy pocos así en España... ni otros establos de Europa en los que he trabajado. Aquí tienen muy buena calidad de vida... es el cielo de los caballos», sentencia. La Granxa do Souto ofrece campamentos, rutas, formación (clases individuales o grupales, clinics y cursos), visitas (familiares, de colegios o asociaciones) y alojamiento (en la casa de la granja y en el albergue). Cuenta con una yeguada, con venta de caballos que se crían en semilibertad en las veinte hectáreas de finca de que dispone; pupilaje (cuidado de animales de otros propietarios) y club hípico (que forma parte de la Federación Hípica Gallega, imparte formación, realiza exámenes de galopes y organiza concursos).
«Llevo ya casi cuatro años seguidos aquí y estoy encantada con el proyecto, ahora tenemos 80 alumnos», subraya. Destaca el proyecto de cría de caballos y las actividades de turismo ecuestre y de naturaleza que desarrolla la Granxa do Souto, por su impacto, sobre todo, en los menores de ciudad, que disfrutan del contacto con los animales de granja: «A una niña le puse un conejo en los brazos y lloró... alucinan al ver una gallina. Los que vienen en verano y que solo tienen esa oportunidad para montar a caballo [desde cinco años], siempre repiten, y las madres nos mandan mensajes contándonos que dibujan el caballo, la cabra... El tiempo que están aquí no piden el teléfono ni la televisión ni internet, quieren ayudar en la granja, a limpiar los boxes... es un ambiente muy sano».
Equitación asequible
En cuanto a la formación, Alonso Muela constata que en Galicia hay mucha cultura del caballo. «Pero incluso hay gente que tiene uno en casa y los niños vienen a aprender a montar a la granja. Aquí no solo les enseñamos eso, sino también a cuidarlo, limpiarlo, entenderlo... Aprenden, sobre todo, a respetar al animal».
La directora técnica ecuestre reconoce que la hípica «tiene un estigma de deporte elitista», contra el que luchan en la Granxa do Souto. «Queremos que sea al revés, hacer la equitación asequible a todo el mundo [el bono de clases cuesta 60 euros al mes]. Un poni te puede dar las mismas alegrías que un caballo de 15.000 euros. Es la mentalidad que nos distingue de otros clubes», recalca. Enfatiza «los beneficios físicos y mentales de estar con un animal domado... son brutales»; y el papel de los campamentos, que para muchos suponen su primera estancia fuera de casa y donde no solo conocen las tareas de la granja, sino que «aprenden a cocinar o a lavarse la ropa».
A mayores del club hípico, la cría de caballos o el apartado turístico, en la Granxa do Souto trabajan en un cuarto proyecto, muy ambicioso: crear un centro de formación ecuestre de referencia. «Hay técnicos deportivos en equitación, la titulación que necesitas para ser profesor. Pero es una formación muy de trámite —sostiene—, un curso teórico y un mes de prácticas. Sales y de repente tienes que enfrentarse a una clase con niños pequeños, adultos... y no estás preparada para eso».
Para esta joven madrileña, la granja se ha convertido en su proyecto de vida: «Sabía que si no lo intentaba me arrepentiría, y de momento va mejor de lo que hubiera imaginado». Trabaja mano a mano con la panameña Andrea Dejuane Hermida, también ingeniera, que pasó igualmente por el programa de working students (funciona todo el año, con estancias mínimas de tres meses). Resalta el espíritu «integrador» de la granja, que hay quien elige para la jubilación de su caballo.