Tucho Calvo nació en La Guaira, en Venezuela, en el año 1954, pero, gracias a esos milagros que casi siempre vienen de la mano de la literatura, también nació, al mismo tiempo, en Loiba, en Ortigueira, de manera que de él bien puede decirse que vino al mundo a ambos lados del mar. Escritor de brillante trayectoria, autor de libros como Froito das lembranzas, O xabaril branco —una verdadera maravilla, si se me permite el comentario, ilustrada además por Miguelanxo Prado— y Telúrico, como periodista fue testigo, durante décadas de labor constante, de acontecimientos que dieron forma a la Galicia de nuestros días. Autor de las biografías Valentín Paz Andrade, a memoria do século, y Carlos Casares, o conto da vida, Tucho puso en marcha, además, con un afán emprendedor absolutamente centrado en el mundo del libro y en el ámbito de la cultura, Biblos Clube de Lectores, un proyecto que ha abierto nuevas puertas, a través de la letra impresa, al arte de soñar.
Tengo la suerte, y discúlpenme la confidencia, de ser amigo de Tucho Calvo desde la antigüedad más remota. De él he aprendido muchas de las cosas que sustentan el difícil oficio de existir. Y ahora veo —para mí ha sido una hermosa sorpresa— que se adentra en el mundo de las artes plásticas, con una exposición, Derrotas, que puede visitarse en la librería Biblos de Betanzos, y en la que todas las piezas nacen de objetos que el mar arroja a las playas.
(Se adentra en las artes plásticas... y también en el reino de la poesía. Aunque yo creo que en la poesía, secretamente, Tucho estuvo siempre, ya).