En el 'backstage' de la Semana Santa de Ferrol: «Hay momentos para trabajar, para divertirse y para reírse»

Carla Elías Martínez
Carla Elías FERROL

FERROL

Cientos de cofrades llevan meses dedicados a preparar la celebración más esperada en la ciudad: «Esto lo llevas dentro»

12 abr 2025 . Actualizado a las 22:52 h.

«¿Quién dijo dormir?», bromean desde las sedes de las cofradías de la Semana Santa de Ferrol. Ha llegado el día para el que llevan 364 trabajando. O incluso más. «Al contrario de lo que cree la gente, el trabajo de las cofradías empieza al día siguiente de que termina la Semana Santa», comenta José Evia, hermano mayor de la Soledad. En esta entidad el trabajo es incesante. Estrena este 2025 una nueva talla del Cristo de la Buena Muerte. «La antigua necesitaba una restauración importante, así que optamos por hacer una nueva. Y en esta imagen empezamos a trabajar ya en 2023, cuando la encargamos», explica. La salida de esta nueva imagen será uno de los momentos culmen de una Semana Santa cuyas cifras se miden en miles. Más de cinco mil personas integran las cinco cofradías de Ferrol —Dolores, Las Angustias, La Merced, La Soledad y el Santo Entierro—. Una fiesta con más de cuatrocientos años de historia, declarada de Interés Turístico Internacional en 2014, que genera un movimiento económico de entre 40 y 50 millones de euros y atrae a unos 400.000 visitantes.

«No pensamos en nada de eso los que estamos trabajando en las procesiones», asegura Lupe Bonome. Fue de las primeras mujeres de España en portar un trono, hace unos 36 años. «Tengo 56 ahora. Esto lo llevas dentro», valora. Con la veinteañera Andrea Castro, Manuel del Río y Francisco Javier Aguilar, el quillo, «viven» las semanas previas en un antiguo pabellón escolar tras la iglesia de Canido, donde realizan trabajos para la Soledad. Todos son portadores y han aprendido labores de artesanos. El miércoles, por ejemplo, se empleaban en la limpieza de la plata. «Esta semana es de locos. Preparas los dos tronos del domingo, pero el lunes ya trabajas para martes y miércoles; el jueves estás pensando en la del viernes...», comenta Lupe.

Bajando hacia el barrio de A Magdalena la escena es similar en los aledaños de la recién reabierta iglesia de Dolores. El célebre florista Fran Piñeiro ha solicitado una semana de vacaciones para emplearse en su otra pasión, vestir las imágenes de su cofradía. «Estoy cepillando, estirando y planchando la túnica del Nazareno. Las túnicas son una preciosidad. Esta, por ejemplo, tiene una pasamanería de hojilla de oro del siglo XIX», explica. También plancha la falda de un vestido de novia con historia donado para la virgen de la Piedad. Tras más de una década dedicándose a esto, y con un tío que lleva sesenta años vistiendo a las imágenes de Las Angustias, Fran ha aprendido las técnicas que se empleaban hace doscientos años para cuidar estos materiales tan sensibles y con tanto valor. Tras los tejidos le tocará también poner a punto la diadema y la corona de la virgen de los Dolores «Es de lo más importante. La diadema tiene una característica muy importante, que fue hecha en Ferrol por un joyero del siglo XIX», explica. Para la cofradía de Dolores será un año que pase a la historia. «Estamos emocionadísimos con la reapertura de la iglesia tras siete larguísimos años. Y este año incorporamos a Caifás para completar el misterio de Jesús atado a la columna», señala el hermano mayor, José Vázquez. En su sede de la calle Magdalena, Lola Carneiro, Alba Permuy y Miriam González ultiman la ropa de los portadores. «Este año hubo que hacer muchos nuevos, más de medio centenar. Entró mucha gente», comentan Miriam y José.

Iniciativa inclusiva

«Estoy orgullosa de que mi cofradía, La Merced, sea la de la gente joven», bromea Helena Pena, que cumple su cuarto año como hermana mayor. La entidad prepara una novedad social: un tramo en silencio e inclusivo para personas con TEAy otros trastornos y sensibilidades. «Es más complicado de lo que parece. El Miércoles Santo, en un tramo de la procesión por la calle de la Tierra, las bandas no tocarán. Llevar un trono sin música no es sencillo porque el paso se marca por el ritmo», explica. Alfonso Balsa, de 22, es el organizador general. «Es una iniciativa para que personas con todas las sensibilidades puedan disfrutar de la Semana Santa», desea. En la sede de la calle María, dos veinteañeros, Alejandro Bozija y Javier González, se emplean en la candelería. «Estamos derritiendo la cera para el molde del paseo de Nuestra Señora de los Cautivos», cuenta Javier. Con ellos, Ana, de 10 años, es integrante del grupo de priostía. «Me gusta colaborar y ayudar. Me encargo de limpiar la plata», dice. El trabajo es intenso, pero destacan «lo bien» que se lo pasan. «Hay momentos para trabajar, para divertirse y reírse», incide Helena.

JOSE PARDO

Lola Carneiro y Natalia Díaz, dos portadoras veinteañeras en Dolores, ejemplo del relevo generacional en la Semana Santa: «Engancha»

 Hace dieciocho años se conocieron Lola Carneiro y Natalia Díaz. Entonces eran unas niñas de 3 y 2 años monaguillas de la Cofradía de Dolores. Ahora, con 21 y 20, forman parte del tejido necesario de voluntarios que trabaja por devoción en los preparativos. Tienen ante sí bolsas de restos de podas de tullas. «Estamos cortando el verde para ponerlo en los tronos con las flores», explica Natalia. Las dos amigas han crecido con Dolores. «Vas creciendo y empiezas a echar una mano en lo que necesiten», defiende Natalia. Primero, de niñas, salieron de capuchones. Hace dos se enrolaron como portadoras del trono de la Virgen de la Esperanza. «Vamos dando los pasos juntas», comenta Lola. Y también en las arduas labores de preparativos. «Llevamos desde febrero empezando con todo esto», comentan. Un trabajo que no dudan en hacer en su tiempo libre. Lola se está preparando para acceder a Marina. Y Natalia estudia educación infantil en Santiago. «Hay que saber sacar tiempo para ir a clases y venir aquí», defienden sin dejar las tijeras con las que no paran de cortar el verde.

Son ejemplo de dos jóvenes que viven la Semana Santa con más devoción que fiesta. «Mis amigas siempre proponen salir el jueves, que hay ambiente. Y siempre les digo que yo no. Tengo procesiones. Pero no me cuesta no salir, lo hago porque quiero», defiende Natalia. Lola, remera, ya avisó en noviembre que no podría participar mañana en el territorial, una regata de suma importancia. Al empezar desde tan pequeñas, «engancha». Lo vives. Es hablarlo y se me pone la piel de gallina», valora Natalia. Lola ensalza el «lujo» de poder llevar un paso con el que llevaban saliendo 18 años. ¿Qué les dicen sus familias? «Mi madre es de Finisterre y ahora se ha ligado también a esto, está haciendo los hábitos. Y mis hermanos también salen en filas», comenta Lola. El hermano de Natalia también sale desde hace más de una década.

Los trabajos no cesarán durante los próximos días. Se encargan también de labores como mover los tronos y dejarlos colocados para la siguiente jornada. «Hay días que llegas a casa a dormir a las diez de la mañana», comenta Lola.