María Victoria Díaz y Josefina Serantes, dos afectadas por el apagón en Ferrol: «Vivo en un sexto piso y tuve que subir con la muleta, recién operada»

FERROL

Las dos amigas recordaban ayer cómo les cogió el corte del suministro eléctrico: «Nunca vivimos algo así»
30 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En los momentos de mayor incertidumbre y temor aflora lo mejor de la gente. Y eso fue lo que vivió María Victoria Díaz, una vecina de Ferrol, cuando se encontró con su coche, sin poder acceder al garaje, y una gran compra en el maletero durante los primeros compases del apagón eléctrico que afectó este lunes a la península ibérica. «A mí me pilló en el Hospital Naval, esperando para la cita de Oncología. De golpe y porrazo, se fueron todas las letras de la pantalla», recuerda. Pudo ser atendida y pensó que el apagón había terminado. «Había hecho la compra antes y, cuando llegué a casa para entrar en el garaje, ya no pude», comenta. María Victoria vive en un sexto piso de la calle Doctor Fleming con su marido, José Luis, y su hijo Víctor Manuel. «Yo, con muleta, recién operada, no podía subir la compra. Fuimos subiendo como pudimos, parando piso por piso. Y gracias a que la nieta de un vecino nos ayudó con las bolsas», agradece enormemente.
Ya en casa, tras el desconcierto inicial, pudieron preparar «un picoteo con jamón, patatas fritas, aceitunas...». «Y a partir de ahí, ya me fui al sofá, y hasta dormí allí. Me despertó una lámpara que tengo en el salón y que había dejado encendida por si volvía la luz», relata. Tienen otra hija que reside en Canarias, así que estaban tranquilos al saber que el corte de suministro eléctrico no afectó a las islas.
Tras el desconcierto del lunes, ayer tomaba café con su amiga Josefina Serantes, recordando lo vivido el lunes. Josefina vive en un cuarto piso de la calle Rubalcava con su marido José Luis. «Nos pilló en casa, justo al regresar de recoger a nuestra nieta. Iba a abrir la puerta del garaje y había un señor al lado que ya me avisó del apagón y me ayudó a abrir el portalón», explica. Lo más pesado fue subir y bajar a casa. «Es un cuarto, pero realmente, como hay entresuelo, son cinco pisos. Nos llevó tiempo», reconoce. Tocó preparar «sándwiches» para toda la familia. «La niña venía del cole y no pudo comer caliente, pero le hicimos un sándwich y estaba encantada», bromea su abuela. Lo mejor, dice, es que tuvo conexión por WhatsApp hasta la tarde. «Lo peor fue mi hija, que vive en Cádiz y no pudo comunicarse conmigo en ningún momento. Estaba agobiada. Me llamó ayer por la mañana muy preocupada porque no conseguía contactar con nosotros. Me contó que allí recuperaron la luz sobre las diez de la noche del lunes».
El anochecer lo pasaron con un candelabro, una linterna y el transistor. «Menos mal. Aunque al final también se nos acabó la pila. Por la noche nos fuimos a la cama, porque no podíamos ver la tele ni hacer nada», bromea. Fue su marido quien se despertó sobre las seis de la mañana y descubrió que ya había vuelto la luz. También en casa de su amiga María Victoria, un viejo transistor fue su mejor aliado. «Es la primera vez que vivimos un apagón así», aseguran. María Victoria, que bromea con que «es la mayor», recuerda las lámparas de carburo, pero nunca había estado tanto tiempo sin electricidad e incomunicada. «Mi preocupación era el arcón y el estropicio que me podía causar», concluye.