
El Elcano, con la princesa Leonor a bordo, se detuvo unos días en nuestra ría, espléndido escenario que amplía la ciudad hacia el horizonte como balcón que permite disfrutar de la belleza de esa ría que hay que proteger y blindar ante la agresiva acción de hombres que solo buscan un botín. La presencia de la princesa de Asturias ha despertado curiosidad y simpatía hacia la que un día será reina de España (aunque mi deseo es que ese día esté lejos). El rey Felipe se ganó el respeto y el reconocimiento de la mayoría de los españoles como el mejor embajador de una España que, aunque partida y con el alma herida, él es capaz, como Jefe del Estado, de que se perciba como una, cuando la representa allá donde esté. No solo los monárquicos reconocen la lealtad del rey a España y a la Constitución y la dignidad con la que desempeña las funciones que constitucionalmente le corresponden. Y como ferrolana quisiera que Ferrol, cuyo desarrollo más significativo está ligado a los Borbones, ofreciese un simbólico y permanente recuerdo de esta realidad. Y, mientras el Elcano se aleja, imagino a doña Leonor volviendo para hacer una visita a la ciudad, recorrer sus calles y sonreír a tantos ferrolanos que le devolverán la sonrisa como caricia en el aire, que quizá traiga el aroma de otras visitas. Por ejemplo de la «Chata», el miembro más querido y popular de la realeza de antaño. Era hija de Isabel II pero muy diferente a ella por su carisma, su sencillez y su conexión con el pueblo, que incluso le perdonó el exilio. Mi abuelo me habló de ella con admiración y con la esperanza de que tuviese una heredera en el corazón del pueblo ¿Será Leonor?