Ana Peleteiro habla de la pérdida de su bebé: «Cuando me lo dijeron no pude ni llorar, me quedé en shock»

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La deportista cuenta en Instagram que sufrió un aborto diferido en la semana nueve más cuatro días de gestación
07 ago 2025 . Actualizado a las 13:48 h.Tras el anuncio de que había perdido su embarazo hace una semana, Ana Peleteiro ha hablado en profundidad y al detalle acerca del proceso de aborto diferido que sufrió. La atleta ha contado este miércoles en un vídeo publicado en su cuenta de Instagram cómo había sido ese camino para sus 546.000 seguidores. «Os voy a abrir mi corazón a 100 %», comienza diciendo en un reel de formato largo en el que habló del dolor físico, pero también del duelo y de lo que significó a nivel emocional haber atravesado esta experiencia.
Peleteiro explica que, tras enterarse de que estaba embarazada, pidió citas para hacer el seguimiento de la gestación tanto por la sanidad privada, como también a través del Sergas, ya que tenía pensado dar a luz en el Hospital Clínico Universitario de Santiago (CHUS). Sin embargo, la primera ecografía que tenía por el sistema público no se realizaría sino hasta la semana doce de embarazo y ella deseaba hacerlo antes para poder llevar a cabo un análisis no invasivo del ADN fetal, una prueba que frecuentemente se utiliza para descartar anomalías genéticas en el feto.
Fue por esta razón que inicialmente pidió cita para hacer una ecografía con su ginecóloga y esa prueba médica reveló que el bebé no tenía latido. «Yo no tenía ningún síntoma aparente, pero sí que es cierto que una vez me dieron la noticia relacioné algunos síntomas que había tenido con lo que estaba pasando. No tuve sangrados, no manché en ningún momento. Pero me encontraba muy mal, me dolía muchísimo la cabeza. En su momento, lo achaqué a que durante el embarazo siempre en el primer trimestre me suelo encontrar muy mal», cuenta la medallista.
Tras conocer la noticia, recordó cómo, durante los días previos, algunas de las sensaciones de ese primer trimestre de gestación habían desaparecido. «Siempre que estoy embarazada tengo unos síntomas muy claros. Todas las mañanas me levanto y lo primero que tengo que hacer es ir corriendo a la nevera para tomarme un zumo de frutas frío, me pasó con Lúa y esta vez me pasó igual, y además, siento rechazo al olor a café y al sabor del café. A partir del fallecimiento del bebé, me volvió a apetecer tomar café y ya no necesitaba tomarme el zumo por las mañanas. Pero la verdad es que lo último que pensé es que era porque mi bebé hubiera fallecido. Pensé que era porque ya estaba entrando en una semana diez y estaba saliendo del primer trimestre, entonces me estaba empezando a encontrar mejor», dice en su vídeo.
El shock, el comienzo del duelo
Ana Peleteiro recuerda con precisión el momento en el que supo que su bebé había fallecido dentro del útero. «Empezó la eco, el bebé lucía súper bien pero cuando fue a buscar el latido, no lo encontró. Ella nos lo transmitió desde una tranquilidad, un respeto y un cariño increíble. No pude ni llorar. Me quedé en shock. Dije: "No. Yo voy a salir de aquí, esto no ha pasado y voy a llegar a mi casa y el corazón de mi hijo va a volver a latir". Yo estaba en otro mundo», cuenta.
Este estado de negación era solo el comienzo del duelo, una de sus múltiples facetas. Pero rápidamente tuvo que asumir lo que estaba ocurriendo, ya que el aborto diferido (así se conoce a nivel médico la detención del desarrollo del embarazo sin que se produzca la expulsión natural del feto) requiere un tratamiento para que el cuerpo elimine la placenta con su contenido.
Si bien este tipo de pérdidas son frecuentes y llegan a afectar a más del 25 % de los embarazos, no es algo de lo que se suela hablar, por lo que no es fácil recibir esta noticia, que suele ser tan inesperada como dolorosa. «Para mí fue un varapalo enorme, pero dije: "Vale, perfecto. Nos ha pasado esto. ¿Qué tenemos que hacer?"», dice en su reel de Instagram. Su ginecóloga le explicó que existen diferentes opciones, desde la administración de misoprostol, un fármaco que ayuda al cuerpo a entrar en contracciones, hasta una técnica quirúrgica más invasiva, conocida como legrado.
Acudió al centro de salud para una cita de planificación familiar, pero no pudo obtenerla de manera inmediata. Tenía que esperar cinco días. «Yo me asusté mucho, no me apetecía estar con mi barriga de embarazada hasta el martes siguiente, y llamé a mi ginecóloga y a mi prima Marta que es médico. Ambas me dieron su opinión y me dijeron que ellas creían que con la medicación iba a conseguir tener ese sangrado y expulsar los restos, entonces, me animé a hacerlo de esa forma», cuenta. Su ginecóloga le recetó el fármaco y volvió a su hogar en Ribeira con su marido, Benjamin Compaoré, para hacer el tratamiento. «La vuelta en coche fue desoladora. Yo estaba ida», recuerda.
Provocar el parto
Peleteiro narra con detalles el proceso del aborto que llevó a cabo siguiendo instrucciones precisas de su ginecóloga. Ese día, fue a comer a casa de sus padres y se administró la medicación antes de la comida. «A medida que la comida se iba acabando, ya empecé a notar los efectos de la medicación. Empecé a sentir calambres en los ovarios y mucho dolor en los riñones. Básicamente, como una mala regla. Les pedimos a mis padres si se podían quedar con nuestra hija, porque sabíamos que iba a ser un día muy duro y que a lo mejor tenía que ir de urgencia al hospital porque hay mujeres a las que esta medicación les produce mucho dolor y que necesitan una vía con calmantes», explica.
Así, se fue a casa acompañada por su marido para «vivir probablemente uno de los días más dolorosos de nuestras vidas hasta el momento». A lo largo de la tarde, se intensificaron el sangrado y el dolor. «Ahí empezó el calvario y lo que nadie te dice de lo que es un aborto diferido. Esta medicación consiste en provocarte un parto. Yo pensaba que iba a haber un sangrado y ya, porque tampoco soy consciente del tamaño que tenía ni mi bebé, ni la bolsa ni la placenta. Pero este sangrado vino acompañado de unas contracciones muy dolorosas, fiebre, cambios de temperatura y bastantes náuseas», detalla.
«A la noche expulsé la placenta. Yo pensaba que ese era el bebé y ahí hice mi duelo. Fue una situación muy dramática y nos fuimos a dormir. Yo seguía sangrando, pero como había sido un día tan duro y tan psicológicamente difícil de gestionar, conseguí dormir por la noche. Tuve que tomarme un ibuprofeno y, cuatro horas más tarde, un paracetamol, para sobrellevar algo mejor el dolor que tenía y gracias a eso pude descansar», cuenta.
Sin embargo, ese no fue el final del proceso. Por la mañana, se despertó con contracciones. «Yo ya había pasado por un parto anteriormente y la verdad es que estas son como las contracciones del parto. Lo pasé francamente mal, no solo por el dolor físico, sino por el dolor psicológico. Estás dando a luz a un bebé que no está formado y que es tu hijo. Personalmente, me costó muchísimo», confiesa.
«A las 12 del día, sentía que necesitaba ir al baño, el cuerpo me empezó a pedir que empujara y finalmente expulsé a mi bebé. Conseguí expulsarlo completo, lo viví con mucha tranquilidad y calma. Lo pude coger con mis propias manos y en ningún momento sentí ningún tipo de rechazo sino todo lo contrario, un amor y un cariño que jamás pensé que llegaría a sentir por un bebé que se había ido al cielo siendo tan minúsculo», asegura.
Al final del proceso, pudo hacer una despedida para ese hijo que no llegó a nacer. «Tuvimos la suerte de poder enterrarlo junto con mis padres y con Lúa y así pudimos cerrar ese ciclo. Me ayudó mucho hacerlo de esa forma, no haber rechazado a ese bebé y haber tenido la fortaleza de despedirlo de una forma digna. Después seguí con muchísimo sangrado durante tres días y a partir de ahí, empecé a tener un sangrado más leve y que cada vez iba a menos. Dejé de sangrar por completo a los siete días y a día de hoy estoy 100 % limpia y recuperada», cuenta.
Aunque el duelo es siempre un proceso personal y doloroso, ella aconseja a quienes estén atravesando este tipo de circunstancias dejarse acompañar por un profesional. «No dudéis en hablar con profesionales, si pueden ser profesionales con experiencia en duelos gestacionales, no dudéis en llamarlos desde el principio. Yo hablé ese mismo día con mi terapeuta, tuvimos una sesión de una hora y fue lo más curativo que pude hacer, además de pasarlo de la mano de mi marido», dice Peleteiro.
La atleta asegura que, a pesar del dolor, no ha sentido culpa, una emoción frecuente en las personas que pasan por estas pérdidas. «Estoy muy tranquila, me siento en paz conmigo misma y no tengo ningún sentimiento de culpa, porque sé que no hemos hecho nada mal. Yo tengo un mantra que me repito mucho: Todo pasa por algo. Me sirvió muchísimo y aunque sea algo tan doloroso y no parezca justo, es así. Este embarazo llegó siendo una sorpresa que no nos esperábamos pero se fue siendo un regalo maravilloso que recordaremos siempre», concluye.