Julio Iglesias, el alcalde al que premian por recuperar y mimar a la galiña piñeira
ARES

El regidor de Ares, profesor de Derecho Civil en la USC, lleva tres años como criador de esta especie autóctona «para divulgarla y para que no se pierda», y uno de sus gallos ha sido galardonado en O Pino
06 ago 2025 . Actualizado a las 19:21 h.A Julio Iglesias, alcalde socialista de Ares y profesor de Derecho Civil de la Universidade de Santiago (USC), las gallinas le dan «paz y sosiego». Cuenta que a la galiña piñeira le gusta dormir en los árboles. Cuando llueve fuerte o hace mucho frío, las hembras de esta especie se acurrucan alrededor del gallo, y las noches templadas se dispersan por las ramas. Hace poco más de tres años que se hizo criador y socio de la Asociación Galega para a Recuperación, Defensa, Produción e Promoción da Galiña Piñeira (Agalpi). Y hace unos días, en la vigésimo cuarta Festa do Galo Piñeiro de O Pino, se llevó el premio al mejor ejemplar de la variedad de gallo blanco.
«La verdad es que me hace mucha ilusión ser partícipe de la recuperación de una especie autóctona, que jamás debería desaparecer de los gallineros de nuestra tierra porque forma parte de ella», confesaba tras recibir el galardón. Pero, insiste en aclarar sin falsa humildad, «hay campeonatos y ferias, y en los primeros el nivel es mucho mayor que en las ferias, que son de proximidad, los vecinos llevan sus gallos a la exposición». Destaca «la importancia de esta fiesta, específica de esta ave, en O Pino, de donde toma su nombre la raza y donde los veterinarios la identificaron y empezaron a rescatarla, porque estaba desapareciendo».
El regidor de este concello de unos 6.000 vecinos y que cumplió hace menos de un mes 59 años, acudió con cuatro gallos de distintas variedades: ancestral, silvestre, blanco y dorado. «Soy principiante, pero es un incentivo y estoy contento [...]. O Pino contribuye a proyectar y ayudar a la recuperación de la raza», elogia. Al ejemplar ganador no le ha puesto nombre: «Es muy bonito, tiene planta, tamaño y buen cuello... pero mi aspiración era participar para divulgar la especie, porque es una pena que se pierdan nuestras gallinas y nuestros gallos». Las dos variedades principales, ya reconocidas por la Federación Española de Avicultura, Colombicultura y Cunicultura de Raza (Fesacocur), son la ancestral, o asalmonada (por su color), la pita da casa de toda la vida; y la blanca, o pita das neves. Iglesias alude a una tercera, la silvestre, o aperdizada, por el predominio de los tonos amarillos y dorados, que se asemejan a los de una perdiz.
El interés de Iglesias por esta ave doméstica surgió por su espíritu animalista. «En mi casa siempre ha habido perro, de muchas razas, y pensé en el can de palleiro, por darle un sentido, ya que está en peligro de extinción y hay una asociación en Galicia que lo está recuperando», relata. A partir de ahí, descubrió leyendo que en Galicia hay una raza «que ha estado al borde de la extinción, y hay 50 espartanos empeñando tiempo, dinero y esfuerzo para que no se pierda». Contactó con Agalpi y aunque no le resultó sencillo, acabó consiguiendo tres gallinas ancestrales y un gallo, y dos silvestres y un macho. «Mi voluntad es ayudar, no producir huevos. Criamos, y cuando hay un ejemplar que responde muy bien a los criterios morfológicos y de color, lo reservamos para criar con él», explica.
El gallinero para desconectar
En su afán por potenciar la galiña piñeira, regala ejemplares a quien ve dispuesto a conservar la especie. Selecciona los que cumplen los requisitos morfológicos y de color y señala que la variedad ancestral «es tan antigua que aún tiene dimorfismo sexual [hembra y macho son de diferente color], algo que no ocurre con otras razas». Durante el curso universitario, Iglesias desconecta de las clases y del consistorio en el gallinero, protegido precisamente por un can de palleiro. En realidad, es una finca situada en Cabanas (pegado a Ares), con frutales, donde duermen, cerrada para evitar el ataque de zorros, azores o martas, los principales depredadores. El perro «las pastorea, las defiende por la noche, está muy pendiente, se acuesta y se ponen a su alrededor, y cuando hay un altercado intenta pacificarlas».
El alcalde amante de las gallinas habla de ellas con cariño y admiración. A los primeros gallegos los bautizaba: Rambo y Schwarzenegger, «por su cara de mala leche», o Ramiro, el más pacífico. Con Lorenza sintió especial conexión «desde el primer momento» y tuvo que tratarla durante tres semanas por el ataque de un águila. El primer gran disgusto fue por la muerte de un gallo «muy bonito, grande y potente, y muy pacífico». Enfermó, se lo llevó a casa «y una noche —cuenta— dejó de respirar». Las alimenta y les limpia las camas a diario.