La vecina de As Pontes que reina entre los «amigurumis»: «O máis bonito é a cara de felicidade dos nenos»
AS PONTES
Urbana Pernas se aficionó a tejer estos pequeños muñecos a ganchillo antes de la pandemia y ya suma varios centenares
03 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Adorables muñecos tejidos a mano». Esta es la definición más extendida de los amigurumi (la unión de ami, tejer, y nuigurumi, muñeco), parte de la cultura kawaii, que significa «bonito, tierno...». Aunque en Japón comenzaron a verse a finales del siglo XVII, su mayor auge llegó en los años ochenta por el programa Ami, de la televisión nipona, y en Occidente no se han popularizado hasta mediados de la década de los 2000. Urbana Pernas Caaveiro (O Freixo, As Pontes, 54 años) se aficionó antes de la pandemia y ya suma varios centenares. «Empecei cunha coella rosa e branca», cuenta. Aquel primer trabajo está en manos de Greta, la hija su prima, de nueve años, y la mayor fan de las creaciones de esta integrante del grupo Puntadas con Agarimo. En su habitación tiene al menos 60 piezas, y en la terraza de Urbana hay varias estanterías repletas.
«O que máis me motiva é a cara de felicidade que poñen os nenos cando lles dás un, non se pode describir con palabras», confiesa esta tejedora, que saca tiempo casi a diario para el ganchillo. «Comecei mirando vídeos e decidín intentalo [...]. Vas facendo pezas, a cabeza, o rabo, as orellas o corpo normalmente xa coas patas, todo enteiro, e despois tes que coserlle a cabeza, o rabo, as orellas... O que peor se me dá é coselos, coso e descoso ata que quedan ben, é delicado porque che pode quedar torcido ou mirar para un lado, ou ter unha orella máis alta ca outra», desgrana.
Con esta técnica «pódese facer calquera cousa e de todos os tamaños», pero de sus manos salen, sobre todo, «animais pequenos, e tamén bonecos». Ni siquiera utilizando la misma lana, de idéntico grosor, y siguiendo al dedillo el patrón, con los mismos puntos, salen dos iguales. «Fixen tres leóns e un saíu máis pequeno, coas mesmas voltas». Ha tejido gatos, perros, jirafas, tortugas, unicornios, gusanos, osos, gallinas, búhos, polluelos... «Pódese facer calquera cousa, partes do patrón e despois vas facendo ti, aumentando voltas ou reducíndoas... e tamén podes discorrer ti pero hai que calcular moito. E podes reformalos... ás veces tes que romperte a cabeza», comenta.
Muchos de los amigurumis que confecciona los regala y otros los hace por encargo (por ejemplo, como un detalle con el que obsequiar a los niños invitados a un cumpleaños) y los vende (en La Mercería se pueden comprar varios modelos). Emplea lana de algodón, sin pelo, pensando en que los más pequeños puedan llevarla a la boca y en que sean lavables. El mismo diseño varía según la combinación o la mezcla de colores. Suele usar ojos y narices de seguridad (no extraíbles, para evitar riesgos para los niños), aunque a veces también los teje.
Su crítico de referencia es su marido: «Sempre lle pido opinión e ás veces teño desfeito algún ou téñoo descosido porque non lle gusta». Para ella los amigurumis representan «un momento de relaxación» y ahora, en los encuentros que organiza Puntadas de Agarimo, está enseñando a varias niñas a crear sus muñecos. Estas diminutas figuras rellenas gustan a grandes (decorar) y pequeños (jugar).
Integrante de Puntadas con Agarimo
De izquierda a derecha, en la fotografía, Verónica Sabín, autónoma (administrativa de Fontanería Juve); Urbana Pernas, empleada del tanatorio San Roquiño; Elvira Corral, jubilada de banca; Tania Bellas, trabajadora de Opticalia; y Lucía Vilaboy, al frente de La Mercería. Son las integrantes de Puntadas con Agarimo, un grupo informal que surgió de un viaje a la feria de lanas Love Yarn, a Madrid, hace dos años. De vuelta pensaron en juntarse «e mobilizar á xente» que comparte su pasión por las puntadas, ya sean de aguja, calceta o ganchillo. Así siguen desde entonces.