Manuel Rodríguez: «Casa RIA tiene sentido en Santiago por su capacidad para atraer talento»

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

AS PONTES

XOAN A. SOLER

El arquitecto de As Pontes dinamiza desde la sede de Virxe da Cerca el proyecto más personal del británico David Chipperfield

10 feb 2025 . Actualizado a las 21:12 h.

La vida tiene curvas que a veces ni un arquitecto es capaz de trazar. Manuel Rodríguez (As Pontes, 1990) presentó su proyecto de fin de carrera en la facultad en Barcelona, que versaba sobre el impacto de la industria y el futuro de su pueblo natal. Le escuchaba atento en el tribunal un madrileño, Fermín Vázquez, cercano colaborador del prestigioso arquitecto David Chipperfield y buen conocedor de la idea del británico de montar en Galicia un centro de pensamiento sobre un territorio que veía degradarse mientras pasaba sus vacaciones en Corrubedo. Manuel saltó de Barcelona a Londres para trabajar en el estudio central del premio Pritzker, de allí al Barbanza y desde mediados del año pasado se ha asentado en la Casa RIA, en Virxe da Cerca, para dinamizar la fundación.

—Esta es, en breve, su trayectoria. ¿Cómo fue la de la Fundación RIA hasta llegar a Santiago?

—En el inicio no estaba en el horizonte crear una fundación. Todo empezó en Arousa por la relación particular de Chipperfield con esa zona, pero fuimos ampliando el radio de acción, y el plan que propusimos para la AC-305 —la humanización de la carretera que une Ribeira y Padrón— ya nos conectó de manera funcional con Santiago. Cuando llegó la pandemia una parte del equipo vivía aquí, la relación con todo tipo de instituciones era muy intensa y tenía todo el sentido estar en un lugar con capacidad para atraer talento y juntarlo con el que tenemos aquí. Fue entonces cuando Chipperfield decidió dar el paso a una estructura física, así que nos vinimos sin desvincularnos de Arousa.

—Y acabaron comprando un casoplón en Virxe da Cerca.

—Sí, lo compra y lo rehabilita David Chipperfield. Hubo más posibilidades, algunas con mucha reforma, otras con más estilo de oficina, pero al final acabamos aquí, que es eso, una casa, mucho más grande de lo que buscábamos, por cierto. Como nos dijo él, estábamos buscando un edificio para desarrollar nuestra actividad, y ahora es el edificio el que nos va a pedir actividad.

—¿Cuántas personas son?

—Entre la fundación, el estudio de arquitectura, la cantina y el personal somos unos 40, al margen de la parte de residencia, que son 11 habitaciones para 20 personas con las que pretendemos promover la estancia de estudiantes y profesionales que colaboren con nosotros una temporada. Y luego pasa cada vez más gente para ver las muestras abiertas al público o a disfrutar de la cantina, que abre de 10 a 17 horas.

—¿Qué papel tiene el estudio?

—El estudio y la fundación están conectados en una dirección, que consiste en alimentar esta maquinaria. La fundación no tiene patrimonio, pero ese fuelle económico que procede de proyectos y encargos globales y nacionales es el que nos permite autofinanciar actividades.

—Pero se han abierto también a empresas y a otras fundaciones como la de Marta Ortega.

—Hemos consolidado el apoyo de las administraciones públicas y privadas para lo que queremos hacer, que es poner el foco en determinado territorios, hacer análisis, valorar escenarios, sentar a las partes implicadas, que muchas veces son instituciones públicas con competencias, hacer buenas preguntas y acabar haciendo propuestas. Apoyos como el de la MOP Foundation nos permiten financiar el trabajo en esa fase previa de un concurso.

—Acaban de llegar, pero ¿cómo será la fundación en diez años?

—Estamos aprendiendo y tomando decisiones. El objetivo claro es ampliar la actividad pública, formar un equipo de trabajo para las exposiciones y complementarlas con conferencias y talleres para atraer ese talento.

—Andan todos por la treintena.

—Sí, Chipperfield ha delegado el mando del proyecto en gente joven y entusiasta.

«Somos nuevos en el barrio y en la ciudad y estamos entendiendo cómo funcionan Virxe da Cerca o Belvís»

Las exposiciones de la planta baja y la cantina, que gestiona el hostelero Iago Pazos (Abastos 2.0), son el nexo más directo con la ciudad, aunque en la programación ya hay un evidente esfuerzo de integración, como la organización de un taller con una decena de estudiantes que pasaron dos semanas debatiendo y acercándose de manera «ingenua» y propositiva al parque de Belvís.

—¿Van a implicarse en la ciudad?

—Somos nuevos en el barrio y en la ciudad y todavía no nos sentimos legitimados para opinar abiertamente. Por ejemplo, estamos entendiendo cómo funcionan Virxe da Cerca o el parque de Belvís, que es una pieza muy interesante.

—En Virxe da Cerca tienen un buen filón para debatir.

—Sí, hubo una conversación con el Concello —en el anterior mandato— pero no tuvo más recorrido. Ahora hay un concurso y sí, estaríamos encantados de contribuir, pero de momento solo tenemos intuiciones de usuarios comunes. Sin duda es una calle congestionada, con muchos picos de actividad funcional por los colegios y el reparto, con tráfico de paso que irá desapareciendo... todos los alcaldes saben que hay que hacer algo aquí, pero ninguno se ha atrevido.

—La Casa RIA y la polémica Casa da Xuventude son vecinas, qué tienen que decir de ella.

—Sabemos que es un debate enquistado hace muchos años. Hay una evidencia, y es que el edificio se está degradando a pasos acelerados. En el último taller hemos planteado escenarios al hilo de los accesos al parque de Belvís, y lógicamente si el edificio desapareciera generaría unas vistas, pero hemos hecho un ejercicio académico más que una propuesta de la Fundación RIA.

—¿Y qué harán ustedes en la finca que discurre paralela?

—Es una de las novedades. Estamos preparando una huerta, que va a trabajar una persona vinculada a la cantina, que queremos que sea un lugar para tomar algo pero también para hablar de alimentación saludable, del mercado, de productores locales... es otra manera de conectar. Los alimentos en Galicia han sido decisivos como organizadores del territorio, de la economía, de los asentamientos o de la identidad.