En memoria de Antolín García Souto, Tolín: La sonrisa de papá

LORETO GARCÍA

CABANAS

Tolín, con el buzo de aprendín de Bazán y ya jubilado
Tolín, con el buzo de aprendín de Bazán y ya jubilado

Fue capitán del Racing de Ferrol y gran jugador de dominó, y trabajó en Bazán y Astano

15 may 2024 . Actualizado a las 15:43 h.

Se ha ido un hombre bueno, bueno hasta para morirse, rápido y sin hacer ruido, a los 93 años. Antolín García Souto, conocido por todos como Tolín, nació en Monfero en el año 1930, hijo de José (que fue sastre en la calle San Carlos, en Esteiro, en Ferrol) y de Remedios. Siendo casi un niño entró de aprendiz en el astillero Bazán. Fue jugador de fútbol en el Arsenal, el Esteiro, el Club Ferrol, el Caudal de Mieres... Y lució orgulloso el brazalete de capitán de su equipo bandera, el Racing de Ferrol, en aquella época añorada en la que el fútbol era eso, solo fútbol.

Tuvo que abandonar el fútbol por una lesión de menisco, pero no era extraño verlo participar en algunos partidos de aficionados en la comarca. Más tarde entró a trabajar en el astillero de Astano, donde, por su carácter afable, se ganó el respeto y el cariño tanto de los jefes como de los compañeros. Hasta que llegó aquella reconversión... y obtuvo su merecida prejubilación.

Tolín y Mari Marón, el día de su boda, en 1953
Tolín y Mari Marón, el día de su boda, en 1953

A partir de ahí se dedicó a vivir la vida tranquilamente con el amor de su vida, Mari Marón, con la que se había casado en el año 1953 y con la que tuvo dos hijas (Loreto y Marirré), que le dieron seis nietos y ocho bisnietos. Tolín era un gran jugador de dominó, y aunque está mal que yo lo diga, siendo su hija, era especialista en jugadas maestras.

Los últimos trece años, después de fallecer mi madre, en 2011, fue feliz a su manera aquí, conmigo, en Cabanas, donde nunca le faltó su beso de buenas noches. Mucha gente me decía: «Qué señor más agradable, siempre con una sonrisa». Y es cierto. Y así se fue, también, el domingo por la mañana... sonriendo y tranquilo. Tanto en Ferrol (donde vivió) como en su querido Ares (donde veraneó con mi madre, durante medio siglo, desde 1954, al año siguiente de casarse, y donde también iban en Semana Santa) se le recuerda con cariño. De hecho, en su funeral, celebrado en Ares, don Antonio le dedicó una hermosa semblanza, que cargó el ambiente de gran emotividad, por lo que desde aquí le doy las gracias en nombre de mi familia. Descansa en paz, papá.