Un tiburón peregrino a diez metros de la playa en Cariño: «Nunca lo había visto, mediría cuatro o cinco metros»

A. F. C. CARIÑO / LA VOZ

CARIÑO

Marcelo Cortés

Marcelo Cortés, vecino de la localidad, fotógrafo y aficionado al kitesurf, estaba navegando cuando se topó con el ejemplar

22 abr 2024 . Actualizado a las 18:10 h.

La presencia de un tiburón peregrino en la playa de A Basteira, en Cariño, sorprendió a Marcelo Cortés, fotógrafo y vecino de esta localidad, cuando practicaba kitesurf, el sábado. Cuenta que estaba con un amigo, que se está iniciando en este deporte. «Vi un tiburón a diez metros de la orilla y se lo dije, pero se lo tomó a broma. Le insistí que era en serio. Y fui yo e hice el salto para ver qué tipo de tiburón era, porque nunca lo había visto», relata.

Comprobó que se trataba de un tiburón peregrino, una especie, en principio, inofensiva, y lo grabó con la cámara, una Gopro. «Había visto algún marraxo y muchas quenllas en Valdoviño, pero tiburón peregrino no, y estaba muy cerca, a diez metros de la orilla», explica.

En la playa no había gente, por el fuerte viento de nordeste. Marcelo y su amigo siguieron navegando sin problema con el animal, de unos cuatro o cinco metros de longitud, cerca. «Estuvo dos horas por allí. Aunque tenía la boca abierta, para filtrar, no me daba miedo, sabiendo que era un peregrino. Si no, saldría del agua en seguida», reconoce.

Los «peixorros» del Porto de Bares

A este cariñés le extrañó la aparición de este pez tan cerca de la costa. No muy lejos de Cariño, en el Porto de Bares (Mañón), llegaron con frecuencia entre 1943, cuando un vecino, Plácido Méndez Fernández, capturó el primero, hasta 1955, cuando su hermano Manolo tiró por última vez el arpón para atrapar un ejemplar. No tardaron en bautizarlos como «peixorros» y Plácido, ya fallecido igual que su hermano, llegó a diseñar un arpón de hierro especial.

Los pescadores aprovechaban el hígado, que se derretía y parte del aceite se usaba para los candiles, en lugar de carburo, que tenían que pagar. El resto lo vendían a un comerciante de Celeiro (Viveiro) y a una fábrica de Cariño. La carne la utilizaban para abonar las huertas. Manolo recordaba que el más grande que había cogido era de 7,20 metros de largo y 2,02 de cola, y pesaba algo más de dos toneladas. Los «peixorros» son ya leyenda en este punto de la costa de Ortegal.