Mario Cedeira: «Soy abogado, quise ser piloto y ahora sirvo 600 cafés al día»

CEDEIRA

ANGEL MANSO

Nieto de la fundadora de Casa Juana, acaba de incorporarse al negocio familiar en el polígono de Pocomaco

04 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Estudió en el colegio Obradoiro. Casi todos los veranos de su juventud los pasó echando una mano en el negocio familiar, la cafetería-restaurante-hotel (tiene 35 habitaciones) Casa Juana, del polígono de Pocomaco. Estudió Derecho en la UDC y estuvo un año preparando las oposiciones para fiscal. «Era muy duro y lo dejé. Siempre me gustó el mundo de la bici de montaña y me fui a Australia y trabajé diez meses como mecánico de bicicletas en un gran establecimiento de Brisbane», recuerda. El visado se acabó y regresó para empezar a trabajar en una asesoría jurídica, algo más vinculado a sus estudios. «Después estuve en un despacho. Al final, pasé unos seis años trabajando como abogado. Lo dejé porque mi padre quería que fuese piloto de aviones comerciales y a mí también me apetecía. Estudié un montón y aprobé 11 de 14 exámenes, pero es ese sistema en el que si suspendes una tienes que volver a repetir todas las pruebas», relata. Como su novia es ginecóloga en el Álvaro Cunqueiro de Vigo, se fue al sur de Galicia a buscar un trabajo relacionado con la abogacía, pero no lo encontró y volvió a casa. «Nunca me había planteado incorporarme al negocio familiar porque sé que es muy duro. Pero empecé hace 4 meses y estoy contento, y mi familia también, porque hay continuidad. Soy abogado, quise ser piloto y ahora sirvo 600 cafés cada jornada y unos 300 menús del día», resume 

Obreros y transportistas

Charlamos en un comedor del inmenso local que solo se utiliza cuando hay mucha demanda. «No me gusta que me sirvan los empleados. Cojo mi comida y me vengo un rato para aquí, apartado del bullicio, o me llevo la comida para casa. Abro a las seis de la mañana y hay gente en la puerta esperando. Estoy hasta las tres y pico», resume. Asegura que Casa Juana está en un buen momento. «Aquí vienen empleados de empresas, jefes, viajantes y nos influye mucho que haya obras como la del tren a Langosteira, el polígono de Morás o la intermodal. Respeto mucho a los operarios de las obras. Esa gente trabajadora que hace las carreteras por las que después pasamos, o las obras que nos favorecen a los ciudadanos. También a los transportistas y gentes de almacenes, que hacen un trabajo muy duro e importante», reflexiona. 

Los callos de la abuela

Es una persona optimista y con sentido del humor. «Intento que la gente se lo pase bien. Trabajan mucho, la situación económica es ajustada y aquí vienen a disfrutar el poco tiempo que tienen. Cuando me llaman jefe, yo les digo que los jefes son ellos, que me mandan servirles los cafés», comenta Mario Cedeira Conde, hijo y sobrino de los propietarios de Casa Juana y nieto de la que da nombre al negocio. «Mi abuela montó el primero en Mesoiro. Lo que más le gustaba era dar de comer a la gente. La receta de los callos que damos los viernes y sábados es la de ella. También hacía unos chicharrones impresionantes, nunca probé unos iguales. Después, mi padre, Juan, y mi tío Luis abrieron esta cafetería en el polígono, al principio con mi tía María y con mi tío Miguel, que más adelante montó su propio negocio, la parrillada San Isidro, de Bergondo. Aprendo mucho de él, aunque el tipo de negocio es diferente», relata. Tiene 35 años, presume de Mesoiro y de su comida. «La gente viene a tomar una tapa, un bocadillo o el menú del día. Despachamos mucha tortilla, albóndigas, sopa de cocido... Lo clásico nunca pasa de moda. Si le pongo un taco mexicano, alguno me lo tira a la cara», explica. Son las tres y pico de la tarde y se va vaciando el local. «La gente tiene poco tiempo y quiere que la comida salga rápido y que esté buena. Si conseguimos lubina, merluza, raya o lirio freso a buen precio, lo incluimos en el menú, que está a 12,50», apunta Mario. Lleva poco tiempo al frente del negocio, pero parece que ha vuelto para quedarse.