Autocomplacencia

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL CIUDAD

08 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivimos la triste época de un Ferrol menguante, decadente. En los años transcurridos del siglo XXI el padrón de habitantes registra 14.282 vecinos menos. Desde principios de la etapa democrática la ciudad perdió un tercio de su población, algo común a la llamada España vaciada. Menos población, más envejecida, escasas oportunidades laborales, más gente percibiendo prestaciones pasivas (jubilación, desempleo, enfermedad, viudedad, etc…) que cotizando con un trabajo activo, jóvenes bien formados obligados a emigrar en busca de futuro y otros graves problemas conforman el escenario actual. Ferrol, mal que nos pese, está mostrando la peor cara de las ciudades gallegas de más de cincuenta mil habitantes. Nada parece ayudar a sumar grados en la escala de satisfacción con la ciudad. Lo que aumenta, lamentablemente, es el grado de frustración y el espíritu crítico, amargo y ácido de los ferrolanos con lo propio. Solo hay una excepción: los políticos. La clase política ferrolana, presente y pasada, se muestra satisfecha con sus propios actos, su condición y hasta con su manera de ser. Dicho según la definición del diccionario de la RAE, los políticos ferrolanos se muestran autocomplacientes, sobre todo cuando ocupan el gobierno municipal.

El mayor exponente de la autocomplacencia lo vivimos en el mandato del alcalde Rey Varela. Mayoría absoluta en el gobierno local y los conservadores gobernando en la Xunta y el Estado. El balance del mandato fue desastroso y la ciudad continuó su deterioro, eso sí, con la guinda final de tres esculturas caídas del cielo en el último suspiro; el capuchón miniatura de la calle Real, la figura robotizada de colorines del marqués de la Ensenada y la estatua anónima de Canalejas a la que los turistas (y muchos ferrolanos) la llaman del señor Couto, por el nombre del escultor que figura al pie. La autocalificación del alcalde Rey fue siempre de sobresaliente. Ni un pero, ni una tacha ni un atisbo de autocrítica. Le siguió el mandato de Suárez, alcalde activista rebelde y presidente de una confluencia mareante actualmente en liquidación. Jorge Suárez se autocalificó de notable aunque no fue capaz de inaugurar una sola obra, desarrollar un proyecto y pudo aprobar un único presupuesto. Y ahora, recientemente, el gobierno de Ángel Mato calificó su gestión del año 2019 con un aprobado, si bien no gobernó el año completo y lo hizo con un presupuesto prorrogado. En todos estos años no se ejecutaron las inversiones, se perdió empleo público, se deterioraron los servicios y la ciudad empeoró sus indicadores socioeconómicos. Pero eso sí, los políticos gobernantes se mostraron autocomplacientes, satisfechos con su gestión y encantados de haberse conocido.