Ana Amado, Premio 8M de Ferrol: «Mis referentes son las mujeres mayores, las que nos lo dieron todo sin recibir nada a cambio»
FERROL CIUDAD

La arquitecta, fotógrafa y artista visual será homenajeada hoy por su brillante trayectoria profesional y su implicación en la lucha contra los estereotipos de género
07 mar 2025 . Actualizado a las 11:55 h.Si hay algo que caracteriza a Ana Amado (Ferrol, 1975) es su espíritu siempre inquieto, curioso y polifacético. Desde pequeña le fascinaron el dibujo y la ilustración, pero en la universidad se licenció en Arquitectura y poco después su vena artística la llevó a consagrarse en cuerpo y alma a la fotografía, un campo donde ha despuntado con obras con un fuerte componente social, libros con premio como Habitar el agua (firmado en un mano a mano con su pareja, Andrés Patiño) o proyectos expositivos que han llegado a mecas como PhotoEspaña o la Bienal de Venecia. Esa larga trayectoria, junto con la mirada netamente femenina de su exposición Lideresas y su cortometraje Lavadoiro (codirigido con Lois Patiño), la han hecho merecedora del Galardón 8M del Concello de Ferrol, que esta misma tarde recibirá sobre las tablas de su querido teatro Jofre.
—¿Cómo se le quedó el cuerpo cuando le comunicaron la noticia?
—Todavía estoy en shock, porque fue una enorme sorpresa. Dicen que nadie es profeta en su tierra, así que con este premio me siento doblemente agradecida. Me emociona muchísimo que se reconozca mi trabajo, pero el hecho de que ese reconocimiento parta de mi propia ciudad todavía lo hace más bonito.
—¿En qué consiste para usted el feminismo?
—Hay muchas formas de feminismo, pero a mi modo de ver ser feminista consiste en defender la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. No significa ser más que nadie ni tampoco ir en contra de nadie, sino, simplemente, luchar para que todos tengamos las mismas oportunidades.
—¿Quiénes son sus referentes femeninos, las mujeres a las que admira?
—Si te fijas, tanto Lavadoiro como Lideresas son proyectos protagonizados por mujeres ya mayores y anónimas. Ellas son mis grandes referentes, porque nos lo dieron todo sin recibir nada a cambio. Son las grandes sacrificadas y también las grandes olvidadas. Al haber recibido durante la dictadura una educación que las reducía al papel de madres y esposas —que es un papel muy importante, pero no el único al que debería poder aspirar cualquier mujer—, han dedicado toda su vida al cuidado de los demás. Fueron y siguen siendo el sostén de la sociedad. Y para mí lo injusto es que esa misma sociedad no les ha agradecido nunca su constante trabajo y esfuerzo. Por eso me gustaría dedicarles a ellas el galardón que ahora me concede mi ciudad.
—¿Creció rodeada de ese tipo de mujeres? ¿Qué valores aprendió de ellas?
—Por supuesto siento que le debo mucho a mi madre, Mari Carmen Pazos Bellón. Y también a mis abuelas, Ana María Castro Estévez, ya fallecida, y Carmen Bellón Grandal, de las que he aprendido valores muy importantes para mi vida: mantener el sentido del humor incluso cuando la vida es difícil, su capacidad para gestionar la economía y los afectos familiares en tiempos de escasez, su generosidad constante y educación en el cariño y respeto por los demás y su capacidad para cuidar y hacer felices a quienes le rodean.

—¿Ha sentido alguna vez la punzada de la discriminación como arquitecta o fotógrafa?
—Creo que en estos dos ámbitos, como en cualquier otra profesión copada históricamente por hombres, el principal reto que tenemos las mujeres es superar la falta de confianza en nosotras mismas. Se trata de un problema estructural, que viene dado por una desigualdad histórica que hace que siempre estemos esforzándonos en demostrar que valemos. Y eso es algo que nos consume muchísima energía. Desde que nacemos, la sociedad nos ha inculcado que hay ciertas cosas que se espera de nosotras y otras que no. Y eso lo tenemos tan interiorizado que a veces resulta imposible que no te afecte.
—Se mudó a Madrid hace ya más de una década. ¿Cómo vive una ferrolana alejada del terruño?
—Tengo morriña, pero como estoy volviendo constantemente, ya sea para ver a la familia o por algún proyecto, esa morriña nunca llega a ser demasiado intensa. Además, debo decir que en Madrid también me siento como en casa y es algo así como mi otra patria. Madrid una ciudad muy abierta, muy acogedora, y si trabajas duro, te ofrece muchas oportunidades.
—Además de arquitecta, fotógrafa y artista visual, también canta como los ángeles.
—Desde que empecé a cantar en la Polifónica Ferrolana, la música y el mundo de los coros ha sido una constante en mi vida. Al llegar a Madrid también tuve un grupo vocal, y una de las cosas más alucinantes que me han pasado en la vida fue poder cantar como soprano de refuerzo con el Orfeón Donostiarra en el Auditorio Nacional. Estos tres últimos años estuve tan enfocada en otros trabajos que abandoné mi actividad musical, pero me encantaría recuperarla cuanto antes.
—A polifacética no hay quien le gane. ¿Algún otro palo que le gustaría tocar?
—Soy muy curiosa y me encanta descubrir cosas nuevas. Desde hace un tiempo siento gusanillo por descubrir la cerámica, pero también me atrae mucho el mundo de la moda y las telas y me fascina el cine y viajar.
—¿Qué le diría a las jóvenes de hoy día?
—Les diría hay que seguir peleando por una igualdad que todavía no hemos alcanzado al 100%. Es verdad que hemos hecho muchos avances, pero esos avances se pueden desvanecer en cualquier momento, como estamos viendo a nivel internacional. Y creo que es importante que en esa lucha se involucren también los hombres y toda la sociedad en general.