Sin reparto de pan a domicilio en alguna zona de Monfero: «No es rentable, y la panadería es un negocio, no una ONG»

ANA F. CUBA MONFERO / LA VOZ

MONFERO

Fotografía de archivo del servicio de reparto de pan de la panadería Campolongo, de Pontedeume, que ya está cerrada
Fotografía de archivo del servicio de reparto de pan de la panadería Campolongo, de Pontedeume, que ya está cerrada JOSÉ PARDO

Vecinos de Xestoso lamentan haberse quedado sin un servicio que muchas tahonas han reducido o incluso eliminado debido a los costes y la caída de la demanda

16 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde el lunes, los vecinos de Santaballa, en la parroquia de Xestoso, ya no pueden comprar el pan fresco a diario en la puerta de sus casas. Pan Betanzos, la tahona que llevaba años con el reparto por la zona, ha decidido prescindir de esta ruta. «Económicamente no nos cubre hacer tantos kilómetros para vender kilo y medio. Nos da pena dejar sin servicio a gente que nos ha cogido el pan siempre, pero yendo allí perdemos dinero. Les dimos la opción de dejárselo en el bar Casabella, a pocos kilómetros», explica Belén García, una de las administradoras de la empresa. «Este tema surgió porque otro panadero (de Teixeiro) que iba por otra zona próxima cerró, quedaron sin pan unas cien casas y nos pidieron que fuéramos, y nos cubre mucho más... algo teníamos que dejar», aclara.

«Quedamos a dúas velas. Levo moitos anos colléndolles o pan e quedei sen el. Din que recortan porque non lles compensa, recoñezo que o coche custa e o empregado tamén. O problema é que na aldea somos, cada vez máis, cidadáns de terceira. E os políticos falan moito do rural, pero igual que hai bonos para o autobús, ao mellor podían dar algunha axuda ás panadarías para que sigan vindo por estas zonas», expone Pepe Vila, uno de los vecinos afectados, que ayer se desplazó a veinte kilómetros para comprar el pan. «Gústame comelo fresco, hai varios veciños que cocen na casa e só lle collían de vez en cando», añade.

Tradición de cocer en casa

En el bar Casabella, a unos cuatro kilómetros de Santaballa, no tienen ningún problema en que la panadería deje el pan encargado para que luego lo recoja alguno de sus clientes. «Se a alguén lle interesa, que llelo deixen. O domingo xa o temos, pero non nos importa tamén o resto da semana», apunta María del Mar Martínez, titular del negocio que fundaron sus abuelos. Su marido, Antonio Fernández, comenta que «por aquí sempre houbo tradición de cocer na casa». De hecho, en Monfero «hai moitísimos anos que non hai panadeiro, nin cando había moita poboación, e agora están obrigando á xente a marchar, ao mellor a Administración tería que apoiar para que se fixera o reparto», plantea.

En los últimos 30 años, el municipio de Monfero ha perdido el 36 % de los habitantes, que eran 1.818 a 1 de enero de 2024. La representante de Pan Betanzos esgrime que «la despoblación, el envejecimiento y los costes, ligado a la menor demanda de pan, complica mucho el reparto». Otras tahonas comparten estos mismos argumentos. Patricio Bouza, al frente de la panadería Patricio, que inauguró su bisabuela en 1936 en Pontedeume, entiende la decisión de suspender el reparto: «Nosotros solo vamos cerca, donde nos cuadra con bares o supermercados, si no no sería viable, y mantenerlo en el futuro va a ser complicado».

Este panadero eumés alude a «los gastos de vehículo y personal» y al menor consumo de pan: «Donde antes en una casa cogían dos kilos, ahora piden un bollito o una barra. La densidad de población en la aldea es mucho menor». «Es un servicio condenado a desaparecer», vaticina. En A Capela, la tahona Vilar de Mouros suprimió las rutas a domicilio hace tres años, cuando se jubiló Jorge Calvo y quedó en manos de Susana Riveira, que llevaba años de empleada en el negocio. «Él mismo me lo dijo, y yo, que había trabajado en el reparto tres años, ya sabía lo que es andar veinte kilómetros para vender una barra de un euro. Esto es un negocio y tengo que mirar que me cuadren las cuentas».

«Da pena por la gente mayor»

Aun así, admite que le costó tomar la decisión, «porque te da pena por la gente, hay muchos mayores y era la única persona a la que veían, y ya te preguntaban si había entierro, quién se había muerto, tenías que revisar las esquelas antes de salir». El problema, recalca, «es que van distintas panaderías por los mismos sitios, y así no funciona». Y nadie se plantea siquiera la opción de repartirse el territorio.

«Tal y como estamos no es rentable, y esto es un negocio, no una ONG», apunta otra profesional del sector, que incide «en la competencia de las grandes superficies y las gasolineras, aunque sea pan congelado». Algunas tahonas llevan años sin coger el furgón para recorrer las aldeas, de casa en casa. «Ya hace mucho, solo servimos a los bares, y aun así cuesta mucho aguantar. A ver cómo se ponen las cosas con la reducción de jornada, va a ser inviable», augura Manoli Penabad, responsable de otro clásico del gremio, Viuda de Domingo López, en As Pontes. A los inconvenientes que han anotado otras panaderías suma «lo difícil que es encontrar personal».