Cuando rugía la marabunta por la calle del Sol, los pubs de la carretera de Cedeira y Xuvia, o la hamburguesería Sailor's
17 jun 2023 . Actualizado a las 10:48 h.Corría el año 1994, cuando las moscas zumbaban en las clases de Latín. Y todo el estudiantado alrededor de la ría soñaba con la llegada del fin de semana. Fiestas de la espuma en discotecas de tarde, hamburgueserías y colas de cine, la calle del Sol literalmente convertida en una rugiente marabunta... Todo al alcance de aquellos buses lanzadera nombrados como 1-2 desde Xuvia hasta la plaza de España, auténticos guaguas para los institutos con destino al Rubicón: Ink para las primeras hazañas adolescentes, Ozono de tarde, Zebra para cuando ya podías volver a casa de madrugada cual vampiro o camión de la basura. El listado de bares, pubs y discotecas de aquellos maravillosos 90 por Ferrol y Narón pueden llevarnos a la nostalgia... o al diván.
Recién salidos del cascarón del colegio, las tardes del sábado iban de los helados del Javidena a la mitiquísima hamburguesa con queso del Sailor's (que se merecería un cuadro pop de Eduardo Hermida). Y colas kilométricas para ver Drácula de Bram Stoker (o Coppola) en el Cine Azul, cual pecado mortal. Pero la inocencia se perdía directamente el primer año de BUP al pasar el limbo de Ink: Chimo Bayo, Technotronic, Carolans con Cacaolat, lentas y fiesta de la espuma.
Hubo un tiempo en el que la noche se movía por Narón por la carretera de Cedeira hasta las puertas de Valdoviño con Minuetto, Play, Richard's, la Muserola o después La Oca, Monicreque, Halloween... Y hordas de padres esperando en coche con zapatillas de cuadros. Los más aventureros, mucho antes del carné por puntos, iban en pandillas de dudosa numeración a acabar la noche en el Mosquito. Por Xuvia se bailaba en la discoteca Chabeli (después reconvertida en Mosquito) o en Swing. Ya en Piñeiros se mantuvo años en la resistencia el Cardebelle.
Los más tranquilos se tomaban un batido en Montpellier o bailaban en Merecumbé. Y los malotes se pasaban por La Bolera de O Alto, junto al puente de As Cabras. O directamente cruzaban la frontera para realizar incursiones en locales anclados en la leyenda de Ferrol. Como La Naranja Mecánica en A Magdalena, cuna del underground. O el Kristal llegando a Amboage, del que podías salir en una nube de gas de la risa o con triquinosis. Las noches navales se iniciaban en Esteiro: botellones en marquesinas, Albanese, Óvalo, El Piolín, El Francés, Taxonera, Prieto... o Abel. Más bares: Alborada, Hysteria, Lupita, Callejón... con Auga das Forcadas. Y si acompañaba la diosa fortuna, se terminaba en La Nave: a poder ser en una tarima.
En la madrugada aún quedaban afters como Zyklo, Chévere o siempre Onda. El único sueño era tener vespino y perfume de Farala. Juventud, divino tesoro.