La causas justas de antaño parecen haber sido olvidadas, aunque no se haya hecho justicia. Solo existen las causas del ahora, porque el ahora ha ganado la batalla. No hay tiempo para pensar en ayer y el futuro da demasiado miedo. En el ahora nuestra generación busca salvarse de sí mismo, olvidándose de todo lo demás.
Ya no hay sitio para el alma enorme de Whitman que alcanzaba a todos los hombres y mujeres y todos los tiempos. Tampoco para la paciencia Kafka. El pasado y el futuro son ignorados como los ignora el borracho. En el ahora esconde la avestruz su cabeza.
Sin el pasado y el futuro, ¿no provocará eso un exceso de presente? Un presente infinito. Un presente infinito también supone la imposibilidad de un cambio. Heridos por el pasado, temerosos del futuro (cuidado que viene el lobo). Nos cuesta barbaridades tomar decisiones, aceptar desafíos, lanzarnos al punto de no retorno y vivir la incomodidad de madurar. Por eso el mundo lo gobiernan los piratas, los saqueadores que se han dado cuenta de que nadie vigila la puerta y que pueden coger todo lo que quieran.