Los Millarengo, reyes de la fiesta en Galicia: «Echamos fuegos desde hace 150 años»

Patricia Hermida Torrente
Patricia Hermida NEDA / LA VOZ

NEDA

Alberto y Manuel Millarengo con cohetes en las instalaciones de su empresa
Alberto y Manuel Millarengo con cohetes en las instalaciones de su empresa CESAR TOIMIL

La primera pirotecnia de la comunidad inicia un gran verano de verbenas

19 jul 2023 . Actualizado a las 23:27 h.

Cada vez que los fuegos artificiales estallan en las noches de verano sobre las verbenas de vermú y coches de choque, semejante explosión de felicidad lleva la firma de los Millarengo. En 1876 nacía oficialmente la primera pirotecnia de Galicia: al principio en Doroña (Vilarmaior) y desde hace más de cien años asentada en la Cruz do Pouso (Neda). Y a lo largo de casi 150 años, sus cohetes se han convertido en compañeros inseparables de las fiestas gallegas. Por esta empresa han pasado al menos seis generaciones de Millarengos: «Echamos fuegos desde hace 150 años y para nosotros es la mejor profesión del mundo».

Si buscamos en su árbol genealógico y en la tradición oral de Ferrolterra, hay que remontarse más atrás de 1876. «Dicen que el primer Millarengo vino de Francia, en concreto coincidió con la guerra de los franceses (la de la Independencia)... dicen que se quedó escondido porque se enamoró de una rapaza de Doroña», apunta Manuel Millarengo, que a sus 59 años lleva esta empresa junto a su hijo Alberto de 34. El propio Manuel recopila como en oro en paño la documentación histórica de Pirotecnia Millarengo: desde las autorizaciones de reyes como Alfonso XIII a la ejecución de los Fuegos del Apóstol en Santiago en 1909.

Seis generaciones en Neda

Para enumerar estas seis generaciones de fogheteiros en Neda, Manuel se remonta a «mi tatarabuelo, mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, yo y mi hijo». Las instalaciones se encuentran en el camino al Monte de Ancos, uno de los puntos más altos de la comarca, con todas las medidas de seguridad: pararrayos, reja, alarmas, sensores de movimiento en los almacenes. Cuentan con 16 talleres, unos de elaboración y otros de almacenamiento, en los que trabajan siete personas además de los dos Millarengo.

«Vendemos para Galicia, Asturias, León, resto de España... para verbenas y todo tipo de celebraciones como bodas o cumpleaños», explica el propietario. Las ventas se realizan de mayo a finales de septiembre, y el resto del año se dedican exclusivamente a la producción. Y entre sus éxitos destacan los fuegos voladores, los de una explosión, de tres tiros, seis tiros, quince tiros, fuegos artificiales de todo tipo...

¿Y alguna novedad que esté arrasando? Manuel Millarengo lo tiene claro. «Se trata de los colores crackers que son como palmeras que dejan tonalidades en oro, son los más bonitos y lo que se lleva ahora».

Un trabajo, una pasión

Millarengo padre recuerda «estar aquí desde pequeño con mi padre y mi madre, son memorias muy bonitas porque para mí nunca fue un trabajo». Y recalca que «tengo la suerte de hacer lo que me gusta, otra gente trabaja para ganar dinero pero a mí me encanta». A su lado, Millarengo hijo admite que «me crié en este mundo tan bonito, a mí me gusta el fuego y me viene de herencia». De su infancia recupera «a mi padre y mi abuelo discutiendo sobre la vida y la profesión» pero como buenos amigos.

Su profesión consiste en llevar la alegría a las fiestas «pero con un estricto protocolo de seguridad». Por ejemplo, antes no había que pedir permisos para echar fuegos pero ahora la normativa es cada vez más exigente. «Hace una década me mandaron poner una reja por fuera de las instalaciones, hace cinco años me dijeron que tenía que estar por dentro... y al final decidí mantener las dos por si acaso». Todavía se pueden lanzar cohetes desde las casas pero con unos límites: «Hasta los 20 gramos los puede echar cualquier público pero a partir de ahí ya tenemos que lanzarlos nosotros».

Para cualquier fiesta medianamente grande «hay que pedir permiso a la Subdelegación del Gobierno». Pirotecnia Millarengo nunca dejó de producir y se acerca a un verano «muy bueno». Pero el propietario admite que «si la pandemia dura un año más tendríamos que cerrar tanto nosotros como los demás, porque no se vendió absolutamente nada». Cada vez hay menos competencia: «Al principio éramos 37 pirotecnias y ahora somos una docena, porque las medidas de seguridad cuestan dinero y hay gente que no lo resistió». Surgen nuevos problemas, como el coste de los productos o que cada día haya que mirar el índice de riesgo de incendios en los concellos.

La memoria vuela a la infancia en la que todos los niños corrían detrás de las varillas de los fuegos. O hacia el primer Millarengo pirotécnico. Se llamaba Ramón, creó telares y molinos. Y ahora está enterrado en la puerta de la iglesia de Doroña, junto a curas y obispos.