Isabel García Pena: «Cuando empecé a portear ataúdes, no existía ninguna empresa así en A Coruña»
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SAN SADURNIÑO
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La administradora de Gesporten cuenta cómo se adentró en el sector y sus recuerdos de la pandemia, una etapa muy dura en la que llegó a tener 15 entierros en un día
29 oct 2023 . Actualizado a las 11:06 h.Isabel García Pena (San Sadurniño, 1972) tiene unos mil entierros al año en su agenda y se conoce los cementerios desde la costa da Morte hasta el cabo Ortegal de principio a fin.
—¿A qué se dedica usted, para tal actividad?
—Cuando fallece alguien, doy servicio de porteadores de ataúdes a las familias que lo necesitan. Trabajo con funerarias de A Coruña, Ferrol, Culleredo y más sitios. Abarco varios tanatorios.
—¿Ya no portean el féretro los familiares o allegados del difunto?
—Sí, aún hay familias que lo llevan ellos, pero, si no es así, van nuestros porteadores.
—¿Y cómo acaba una trabajando en un oficio tan peculiar?
—Mi marido es funerario. Estuve unos años de autónoma y en el 2012 creé la empresa para probar, a ver si funcionaba. No fue fácil.
—¿Qué le decían?
—Los hombres hacían piña entre ellos: «¡Non te preocupes, que esta empresa aquí non entra!». Fui poco a poco, me fui rodando y hasta hoy.
—Por entonces no habría muchas mujeres en su sector.
—Cuando empecé en Ferrol eran casi todo hombres. Había alguna mujer, pero ahora somos más, funerarias y enterradoras.
—¿Porteadoras hay alguna?
—Nunca he metido a ninguna porque es complicado. Lo veo por mí. Yo podría llevar un féretro situada en la parte delantera, que es la que menos pesa, pero, si me meten en la parte de atrás, a lo mejor ya no soy capaz. ¿Usted se vería capacitada?
—Depende lo que pese el ataúd.
—Los de madera maciza son los que más. Y, si el difunto tiene un peso fuera de lo normal, ya me avisan antes desde la funeraria. Ahí lo que hago es mandar a los hombres más fuertochos que tengo.
—¿Cuántos suele llevar?
—Van cuatro porteadores. Tengo varias cuadrillas.
—¿Y van los cuatro uniformados?
—Sí, traje negro, camisa blanca y corbata a juego en gris, blanco y negro. Guantes y mascarilla ya no llevan. Eso fue en la pandemia.
—¿Cómo recuerda ese período?
—Fue horrible [Se queda en silencio embargada por la emoción. Le asoman las lágrimas]. Tenía un entierro tras otro. Llegué a gestionar el servicio para 15 sepelios en un mismo día.
—¿Qué es más importante en su trabajo, el respeto o la discreción?
—El saber estar delante de las familias. Es el último adiós a esa persona y hay que tratarla como si llevaras a tu ser querido.
—Respeto máximo.
—Sí, hay que pensar que la familia lo deja en nuestras manos, así que cuando llega el coche fúnebre, a mis porteadores siempre les pido respeto máximo, como si fuera un familiar suyo.
—Se conocerá al dedillo todos los cementerios de la zona, ¿no?
—Ahora sí, pero cuando empecé no conocía bien ni los de mi pueblo, Neda. Como cementerio, el más complicado para nosotros es el de Santa Cecilia, porque es todo escalonado. En los municipales, como Catabois o los de Coruña, los pasillos son más largos. En San Amaro apenas porteamos porque los llevan en carrito, excepto algún caso contado. Y vamos mucho al Virgen del Carmen, en O Burgo, Culleredo.
—¿Cuántos números de teléfono de tanatorios tiene en el móvil?
—[Se ríe] ¡Perdí la cuenta!
—¿Se siente orgullosa de dar servicio a las funerarias?
—Me gusta mi trabajo. Cuando empecé, no existía ninguna empresa así en A Coruña. Ya llevo años aquí, pero es el boca a boca. Si lo hacemos bien, la familia queda contenta y si algún día, por desgracia, toca, solicitan porteadores.
—¿Cuántos entierros atiende al año?
—Más de mil.
—Con tanto trabajo, ¿no llega muerta a casa?
—¡Esto te tiene que gustar!
Quién es: Isabel García vio un nicho de mercado con el servicio de porteo de ataúdes y decidió crear su propia empresa en el 2012, Gesporten Ferrol. Hace ocho años empezó a trabajar en A Coruña con esta firma. Todos sus empleados son hombres. Presta servicio a funerarias de A Coruña, Ferrol y sus comarcas.
«La parte de atrás del féretro es la que más pesa. Delante, no tanto, porque son las piernas»
Reconoce Isabel García que en su oficio lo más importante, además del respeto máximo a las familias, es la puntualidad.
—¿Llegar tarde a un entierro sería como cavar su propia tumba?
—La puntualidad es nuestra máxima prioridad. El entierro tiene una hora de salida, una de llegada y ahí hay que estar. Nos pasó una vez que llegamos con 24 horas de antelación y era en Corme Puerto, así que mis porteadores tuvieron que dar la vuelta y regresar al día siguiente.
—El tiempo mínimo para enterrar a un muerto se redujo a la mitad.
—Ahora hay que estar más pendientes. Justo ayer tuvimos nuestro primer entierro a las 12 horas del fallecimiento. Y ahí estoy, dándolo todo día a día, aunque las incineraciones hayan aumentado. Parece que mi trabajo no es nada, pero cuando te juntas con cuatro entierros a la misma hora, tienes mucho que organizar.
—¿Y cómo hace?
—Por ejemplo, no todos los porteadores son de la misma altura y hay que mirar eso. Además, los que van detrás son los que más fuerza hacen, porque es donde se sitúa el cuerpo. Los que van delante, no tanto, porque son las piernas. Pero todos realizan esfuerzo porque lo tienen que levantar, ponerlo al hombro y caminar el trayecto que sea, dependiendo del cementerio.
—¿Portean solo féretros?
—Sí, pero tenemos un cura en Miño que nos llama para llevar a la santa en las procesiones.
—¿Qué quería ser de pequeña?
—¡Peluquera! [Se muere de risa].
—¿Se imaginó alguna vez que acabaría haciendo lo que hace?
—Nunca me lo imaginé. Mi madre, que en paz esté, me llevaba a muchos entierros. A veces me pregunto si no me estaría preparando para ir asimilando el tema.