As mans do avó, una pequeña historia de éxito con artesanía diseñada en Valdoviño

ANA F. CUBA VALDOVIÑO / LA VOZ

VALDOVIÑO

Iria García muestra parte de la colección de llaveros inspirados en el surf, con la playa al fondo
Iria García muestra parte de la colección de llaveros inspirados en el surf, con la playa al fondo CESAR TOIMIL

Iria García lleva cuatro meses vendiendo las piezas de bisutería que crea, con ayuda de su padre, con metales, arcilla polimérica y resina

16 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El abuelo de esta historia encontró en la artesanía un medio para sobrellevar las semanas de confinamiento, en la primavera de 2020. De joven había trabajado en una empresa de ropa textil infantil y después en el sector naval, del que se retiró con poco más de 50 años por una enfermedad. Es Julio García, ferrolano de 65 años, un hombre habilidoso que empezó diseñando y creando pendientes de acero inoxidable y otros metales. Después incorporó la arcilla polimérica y la resina, materiales que aprendió a manipular de forma autodidacta, en su taller de Lago, en Valdoviño, donde vive desde hace años con su mujer, Marisa Ortega.

«Me ponía los pendientes, a la gente le gustaban y me preguntaban por qué no los vendíamos, y mi padre se enfadaba y decía ‘ya no te hago más'», cuenta su hija, Iria, ferrolana de 43 años, militar que pasará a los 45 a la situación de reservista de especial disponibilidad de la Armada. Su padre le enseñó los rudimentos de un oficio que aún estaba descubriendo, y ella, que heredó la destreza manual de su progenitor, le siguió y acabó ideando y dando forma a pendientes, broches, anillos y colgantes. Ahora, a sugerencia de algún cliente, también confecciona llaveros, una colección inspirada en el surf (tienen forma de tabla) y en las playas de Ferrol y Valdoviño (llevan grabados nombres como Doniños, Campelo o Pantín).

La afición que surgió en el taller de Julio, en Lago, donde siguen trabajando él y su hija, ha ido a más, sin perder el carácter de «hobby», como repite Iria, e implica a toda la familia. Y ya tiene nombre: As mans do avó, en homenaje al artífice de esta historia. No está claro quién bautizó la marca, si Iria o su marido, el valdoviñés Pablo Veiga, que echa una mano, sobre todo en las ferias de artesanía. La primera a la que asistieron fue en julio de 2021, invitados por la Asociación de Mulleres do Rural María del Mar Becerra, en Valdoviño.

Desde octubre, con Iria ya dada de alta como autónoma, han acudido al mercado de Moeche, una feria en Oza dos Ríos y otra en la Granja Labrada (en Grañas do Sor, Mañón), y el 6 de febrero estarán en Fene. También reciben encargos a través del teléfono o el wasap de gente que descubre su original bisutería y su contacto a través de las redes sociales (Facebook e Instagram), su principal vía de promoción, y venden en Wallapop. «Todo lo hacemos a mano, cada pieza lleva su tiempo, aunque repetimos modelos, como las meninas, que todo el mundo quiere», señala Iria.

La bisutería de As mans do avó destaca por el colorido y las formas. Emplean la resina para «proteger y evitar que se estropee la arcilla polimérica, que se cuece en el horno», y también para crear alguna pieza, mezclada con mica y policromada. Los precios van desde los ocho euros de los pendientes o los anillos más sencillos, a los 25 de los ojos vidales (ollomaos) que recogen en la playa. «La artesanía es muy difícil de remunerar, dedicas muchas horas», constata. A ella le gusta y para su padre representa «una ilusión». En menos de cuatro meses han logrado que el proyecto «sea autosuficiente», y no aspiran a mucho más, al menos de momento.