Está triste. Agotada. Desencantada. Aburrida. Desilusionada. «Hasta se me han bajado los ojos, que los tenía achinados. Ahora tengo la cara avinagrada. Y engordé». Pero no pierde el sentido del humor. «Ramón me enseñó. Era muy alegre y vacilaba con su situación», confiesa. A punto de cumplir los 51, la mujer que ayudó a Ramón Sampedro a cumplir su último deseo trabaja de sol a sol, y con la columna vertebral fastidiada, en un bar de su propiedad en Boiro. «Fíjate, con los supuestos millones que habría cobrado por las exclusivas, según dicen algunos, estoy en esta tasquita despachando ribeiros de taza, y cada vez menos, por culpa de la crisis», afirma con ironía. Cuando decidió convertirse en autónoma e invertir los ahorros en abrir la Tasca do Neno (a su pareja, natural del municipio coruñés de Carral, todo el mundo lo conoce con ese apodo) no contaba con que la aventura empresarial-hostelera se iba a convertir en una especie de calvario. «Mis dos hijas trabajaban en hostelería y Manolo, mi pareja, también tenía experiencia. Al principio funcionaba fenomenal, el fin de semana teníamos karaoke, y lo pasábamos muy bien, venía mucha gente. Pero Yoli, la mayor, con tres hijos, no podía atenderlo, y la pequeña trabaja en un pub... Me quedé yo. Ahora no hay nada. Estoy sola todo el día. Gano para la Seguridad Social y para el IVA y lo que faltaba eran las prohibiciones, como la del tabaco. Los de mi bar fuman todos y ahora, míralos, están a la puerta muertos de frío», relata.
La Veneno y la taza de vino con pajita
Esta semana, el pasado jueves en concreto, se cumplieron 14 años de la muerte más mediática, polémica, y hasta cinematográfica de la historia de Galicia. «Ramón está a mi lado pero no le llevo flores al cementerio. Nunca fui. Me parecería un gesto de hipocresía por mi parte», dice. Ramona no necesita mucho tiempo en sentirse confiada para hablar con claridad de su duro presente y del polémico pasado. Habla mucho, y siempre con el corazón en la mano. Sí, ya pasaron 14 años de la muerte de Ramón, pero su sombra es alargada. «?Vamos a tomar algo arriba, a la Veneno? o ?No me pongas la pajita en la taza de vino?. Sé que la gente hace esos comentarios pero también sé cuándo lo dicen de mala leche y cuándo lo hacen por vacilar. A la cara, la mayoría no se atreven», asegura. En el tiempo que va de la muerte de Ramón a la apertura de la tasca de Boiro, Ramona se dedicó a cuidar a gente mayor, como trabajo y como obligación. Paradojas de la vida. «Hice un cursillo de auxiliar a domicilio de Cruz Roja. Llegué a tener a cinco personas a mi cargo. Algunos conocían mi historia y me reconocían por la tele y, de broma, una me dijo ?Cuando me ponga mala, me ayudas...?».
Cuidó con abnegación a su suegra y a su padre durante sus últimas semanas de vida y se emociona cuando habla de su amiga Rosa (la que en su día le presentó a Ramón Sampedro), que falleció hace un año. «Con mi padre estuve todo el rato cogida de la mano hasta que murió. Me hubiese gustado que lo de Ramón hubiese sido así. Era lo que él deseaba. Jamás me sentí culpable. Hice lo que me pidió y si sufrió, si no resultó como había previsto, fue por las personas que lo aconsejaron», recuerda con voz triste.
Ofertas televisivas
Ramona insiste una y otra vez. «Nunca cobré nada entonces y ahora que me hace falta el dinero me ofrecen ir a programas y no pagan. La última vez fue hace aún tres semanas. Me llamaron de Telecinco, de un programa que creo que se llama De buena ley y que se emite a la hora de comer, y cuando pregunté si pagaban me dijeron que no. Por menos de 3.000 euros no voy. Si tengo que aguantar que me insulten e insultar yo también, por lo menos que suelten la pasta», sentencia. Estuvimos charlando más de una hora. No fue una entrevista como las demás. La nueva vida de Ramona Maneiro en su tasca de Boiro es dura, pero ella no pierde el encanto y el sentido del humor y le pone buena cara a todo el mundo.
El vigués de Kodak
Lo que cambian las cosas. Y no me refiero a la vida de Ramona Maneiro de 14 años para aquí. Les hablo de otro gallego, vigués para más señas, al que hace un año destacaba en esta sección. Antonio Manuel Pérez Álvarez, presidente de Kodak, era noticia 12 meses atrás porque se había convertido en asesor de Obama, en uno de los 22 hombres fuertes del hombre más poderoso del mundo. Llegó a la empresa hace nueve años procedente de Hewlett-Packard y consiguió reinventar una firma que sufre en la era digital. Sin conflictos, y con talante gallego, logró que la compañía pasase de 70.000 a 20.000 empleados. Todo esto hace un año, porque en este inicio del 2012 la noticia es que Kodak lucha por evitar la suspensión de pagos. Demandas a Apple y Htc por infringir algunas de sus patentes, simplificación de su estructura de negocio... ¡Lo que cambió el panorama de un año para otro! Antonio va a tener difícil en los próximos meses escaparse a Galicia en su avión privado y mirar al mar, que tanto le recuerda a su padre, que se levantaba a las cinco de la mañana para ir al Berbés. Si viene le aconsejo que se acerque hasta el restaurante El Coto del Águila, donde fui a comer hace unos días con unos amigos. Es difícil encontrar vistas más espectaculares sobre la ría de Vigo. El puente de Rande parece de Playmobil desde lo alto. Qué bonita es mi Galicia.