Siempre me pregunté si estaba haciendo el idiota cada vez que me voy con mis residuos -tralaralarita- a limpiar mi conciencia ecologista a los contenedores de color amarillo, azul y verde. Como en un capítulo de Barrio Sésamo, agarro las bolsas de plástico y encesto sin duda en el amarillo. Luego cojo el paquete de café y rompo la parte acartonada y la separo para el azul. Amontono los periódicos y revistas y cuando la pila empieza a parecerse a la torre de Pisa bajo con kilos de papel sin importarme las temibles consecuencias que tal costumbre pueda tener para mi lumbago. Cuando se me rompe un vaso pienso ¿Será de cristal? ¿Será de vidrio? ¿Lo tiro aquí? ¿Lo tiro allá? ¿No lo tiro? ¿Se lo llevo a la concejala de Medio Ambiente para que me aconseje?
Tras conocer la denuncia del BNG que en O Porriño asegura que el gobierno local mezcla en el mismo camión toda la basura sin importar su composición, ya estoy más cerca de pensar que mis buenas horas invertidas en salvar el planeta por mi cuenta se van al vertedero, y nunca mejor dicho. Puede que no sea cierto y en todo caso, puede que en Vigo no ocurra tal cosa. De todas formas, me encantaría seguir a los camiones especiales que se ocupan de eso para saber dónde acaba mi porquería gran selección.
Y ya puestos, me gustaría saber cuándo vamos a tener un punto limpio en Vigo. Si no va a ser en esta década, igual me animo a abrir un chambo, porque con toda la basura electrónica que voy acumulando por las esquinas, ya no sé si llamar a Hewlett Packard por si quieren para su museo la primera impresora del mercado, si Alcatel se interesaría por un móvil muy mono, azul cobalto, con una simpática antena retráctil, o si directamente abro otra franquicia de Cash Converters para sacar partido a lo que el Concello de Vigo no sabe solucionar.
begona. sotelino@lavoz.es